Aquella escena en ese encerrado cuartucho llamado "oficina" era como de una historia de acción. Daniel tenía al guardia agarrado por el cuello de la camisa y sus pies se elevaban en el suelo, mientras le decía cosas que ella no podía entender, porque él hablaba entre dientes y bastante quedo.
—¿Daniel, qué está pasando? Bájalo, lo vas a herir —imploró Ava entre susurros, pero sus palabras fueron ignoradas por su prometido.
Ava se llevó las manos a las sienes y de inmediato cerró la puerta para evitar que la gente viera dicho espectáculo bochornoso. Ella se acercó lo suficiente para intentar que Daniel la viera y desistiera de esa locura para que bajara al pobre hombre que parecía intimidado por lo que fuera que le estuviese diciendo. Cuando logró quedar frente a ellos, logró escuchar la ultima frase que él le dedicó al guardia.
—Y te largas, estás despedido, no te quiero volver a ver aquí, ¿oíste bien? —espetó Daniel para darle un empujón a Gabriel, que cabizbajo comenzó a tomar sus pertenencias que estaban en esa oficina.
Ava miró con compasión al hombre que solo seguía ordenes, ella no pensaba que fuera capaz de actuar por su cuenta ¿Por qué Daniel se portaba tan inflexible? ¿Por qué arremetió contra él?, si era más que evidente que la del problema era doña Daniela, la señora de sus pesadillas.
«Pero... ¿Qué es lo que pasa contigo Daniel? Dios mío... », se cuestionó Ava, viendo a los ensimismados orbes de Daniel, los cuales juraba que hervían con ira y que comenzaba a desconocer.
—Daniel... ¿Puedes dignarte a decir algo? ¡Lo que sea, porque me estás asustando! —espetó Ava, mientras intentaba hacer contacto visual con él.
Daniel parecía estar ensimismado en su propio enojo, respiraba fuerte y no escuchó las palabras de Ava, tampoco la volteaba a mirar ¿Acaso tenía vergüenza? Ella no podía figurarse que había en su mente en ese momento.
—Por favor... —prosiguió Ava, con la voz temblorosa—. Necesitamos hablar de lo que pasó.
Ava se quedó en silencio, mirando a Daniel con una mezcla de preocupación y frustración. No comprendía por qué se había comportado de esa manera tan hostil y como no escuchaba por ese estado ensimismado.
La tensión en la habitación se hacía presente y Ava sabía que era urgente hablar con seriedad del asunto. Era inconcebible para ella lo que había ocurrido. Daniel respiraba fuerte por la adrenalina de haberse deshecho del guardia, el dolor punzante de su mano herida lo hizo quejarse al volverlo a sentir y se revisó, aun seguía sangrando.
Cuando despabiló de su trance de adrenalina, Daniel se acercó a Ava y la notó molesta.
—Amor... lo siento, pero tuve que tomar estas medidas drásticas —se excusó Daniel, aun con la respiración fuerte.
El caminó hacia Ava, pero su prometida no le dirigía la palabra, solo lo miraba a los ojos y cuando notó sus pasos acercándose ella se dio la vuelta y salió de ese cuarto para tomar la delantera abriéndose paso entre la gente aglomerada.
Daniel, un poco desconcertado, pero sin dejar su posición de mando, se dirigió hacia el tumulto de gente.
—¿Qué están mirando? A trabajar, que no se les paga por chismosear —espetó y aceleró el paso hacia su prometida, que caminaba determinada.
La gente se dispersó hacia sus puestos de trabajo y la pareja se dirigió hacia donde estaba la oficina de él, sintiendo la tensión en el aire después de la desagradable confrontación con aquel hombre. Aunque el dolor en su mano herida era una constante molestia , su enfoque estaba en mantener la compostura, al menos en lo que llegaban a su lugar seguro en esa empresa y así resolver aquella situación con su prometida.
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Amor en números rojos
RomanceDaniel Busch, un exitoso hombre de negocios, tiene una importante reunión con su antigua amante y rival de negocios en el restaurante donde trabaja la jovencita Ava López. Daniel le propone un acuerdo conveniente: él la ayudará a pagar las deudas a...