Ava solo veía penumbras, estaba asustada, lo único que pudo hacer fue cubrirse el rostro para no ver su realidad. El corazón parecía que se quería salir de su pecho y las lágrimas parecían brotar de sus avellanados ojos. Al saberse descubierta, solo pudo alcanzar a decir el nombre de su suegra en un hilo de voz.
—Doña Daniela, yo... —fue lo que Ava alcanzó a balbucear.
Pronto sintió como la jalaban de la muñeca con fuerza, pero para su sorpresa, cuando descubrió su entorno, se dio cuenta de que era una sirvienta que tenía semblante afligido.
—¡Rápido, señorita! Bajo la cama, por favor... —exclamó la joven uniformada, viendo a todos lados, nerviosa o más bien eufórica.
La joven apuró a Ava con empujones para que pronto se metiera abajo de la cama de ese cuarto de huéspedes, Ava obedeció de inmediato, con la desesperación a flor de piel. La joven se deslizó bajo la cama, con lágrimas en los ojos, mientras la sirvienta se apresuraba a ayudarla a ocultarse lo mejor posible.
«¡Dios mío, Dios mío! ¿Qué hago ahora?», pensó afligida, sintiendo lo frío del suelo y esperando lo peor a pesar de estar oculta.
—¡Daniel, ya me hartaste! ¡Te he dicho una y otra vez que no puedes traer a mujeres a esta casa antes del matrimonio! ¡Eres un Busch y debes actuar con responsabilidad! —exclamaba doña Daniela, con el ceño fruncido mientras entraba a cada habitación, seguida por su hijo.
—Mamá, no es lo que piensas —decía Daniel, casi en una súplica desesperada—. Deja de buscar, porque no encontrarás nada...
Desde su escondite, Ava podía escuchar a su suegra discutiendo en voz alta con Daniel en la habitación de al lado. Su corazón latía desbocado mientras trataba de controlar su respiración y escuchaba atentamente.
—¡No quiero escuchar excusas! ¡Ya verás cuando hable con tu padre y toda la familia! —Doña Daniela gritó para interrumpir a su hijo.
La tensión en la habitación era palpable, y Ava seguía oculta bajo la cama, preguntándose cuál sería el desenlace de esta inesperada visita de doña Daniela y rezando para que se fuera de una buena vez.
Los pasos apresurados de doña Daniela al fin se acercaron a la habitación en la que Ava se encontraba, donde solo encontró a la nerviosa sirvienta, que respiraba agitada y luchaba contra sus nervios.
—¡¿Dónde está esa zorra?! ¡No puedo creer que hayas llegado a este punto, Daniel! —Doña Daniela alegó a su hijo y luego cuestionó a la jovencita con gritos, exigiendo que le dijera la verdad.
Daniel detrás de su madre, le hacía señales a la sirvienta para que por ningún motivo le dijera o la despediría. La joven tomó compostura y le dijo:
—Señora, le juro que no hay nadie más aquí. Solo estaba yo... —respondió la sirvienta, nerviosa y luchando por no sudar o temblar.
—Mamá, por favor, esto es un malentendido, ¡estás enloqueciendo! —Daniel le hablaba para que se detuviera.
—¡No voy a permitir que una cualquiera se aproveche de ti! ¡La encontraré! —exclamó doña Daniela, ignorando las palabras de Daniel— ¡Aparta, mocosa! Yo misma veré con mis propios ojos, es más... ¡Ayúdame a buscar! Entre las dos la encontraremos —espetó y le dio un empujón a la jovencita para apresurarla—. Si la llego a encontrar, estará desterrada de la familia...
Daniel estaba al límite de la frustración y su sangre empezaba a hervir. No podía creer las horribles acciones de su madre; en verdad estaba fuera de control. Solo se limitó a peinar su cabello con los dedos, mientras pensaba en algo para detener a su madre.
Ava estaba quieta bajo la cama, conteniendo la respiración y con los ojos llenos de lágrimas. Escuchaba cada palabra y cada paso que se acercaba. Daniel, desesperado, miraba a la sirvienta con ojos suplicantes, rogándole que no revelara su escondite.
Mientras tanto, la sirvienta se agachó para ver a Ava.
—Por favor, señorita, no haga ruido —susurró la chica y Ava asintió, no muy convencida.
La tensión en la habitación era insoportable y Ava rezaba para que doña Daniela no la descubriera.
—¿A quién le hablas, muchachita? —inquirió doña Daniela, mientras se acercaba a la cama.
Cuando doña Daniela se exasperó más y le ordenó a la joven sirvienta que se quitara de su camino, que ella iba a revisar bajo la cama, Daniel entró en acción y puso fin a la escena que su madre estaba haciendo. La tomó de los hombros y la jaló hacia fuera de la habitación.
—¡Mamá, por favor, basta! ¿Quieres calmarte de una vez? No hay nadie aquí, solo estás causando un escándalo con la servidumbre —espetó Daniel, conteniéndose para no ser brusco, porque en verdad la ira lo estaba carcomiendo por dentro.
—¡No me trates como a una demente, Daniel Busch! Sé que la estás encubriendo... ¿O es otra mujer? No me sorprendería que alguna otra zorra esté en lugar de tu noviecita. Con esto solo lograrás que te quite la herencia ¿Eso es lo que quieres? —soltó doña Daniela, con un repudio.
Daniel ignoró las palabras de su madre con un bufido. Mientras la dirigía hasta la entrada con dificultad y se despidió, diciéndole que mejor preparara todo para la fiesta de compromiso, como debía ser. La señora, con lágrimas de rabia en los ojos, llamó a gritos a su chofer y se retiró.
Al fin, él pudo respirar de alivio y se dirigió a paso apresurado hacia la habitación de huéspedes. En el camino solo vio a la sirvienta y asintió en agradecimiento, la jovencita se retiró, también respirando al fin.
—Gracias a Dios. Estuvo a punto de descubrirte, Ava —dijo con suavidad y una leve sonrisa.
Ava, aún temblando, se sacudió su ropa de trabajo miró a Daniel con una mezcla de gratitud y de molestia, sentía la cara caliente y una opresión en el pecho. Realmente haber escuchado que su suegra le decía "zorra", había sido lo más desagradable del mundo.
—No sé qué habría pasado si... —dijo Ava, pero Daniel la interrumpió.
—Shh, tranquila. Ya pasó. Vamos a buscar una manera de arreglar las cosas, en serio. Mi madre está fuera de sí, pero no le hagas caso, mi amor ¿Desayunamos algo antes de irnos a la empresa? —dijo Daniel, mirando fijamente a Ava.
Daniel se acercó a Ava, con la intención de abrazarla y consolarla, pero ella dio un paso hacia atrás, dejando perplejo a su prometido. El gesto de rechazo de Ava tomó por sorpresa a Daniel, y frunció el ceño mientras la miraba con preocupación y levantaba las manos en signo de duda.
—Ava, ¿qué sucede? ¿Por qué te alejas así? Ya pasó todo, yo me encargaré de que mi madre no haga otra escena así ¿Me crees, verdad?
Ava, con una mirada de determinación en sus ojos, respondió con voz firme.
—Daniel... creo que lo mejor para ambos es terminar esta relación ahora mismo. No necesito los desprecios de la familia Busch ni la angustia que esto está causando en mi vida.
La mirada de Daniel pasó de la confusión a la incredulidad. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras procesaba las palabras de Ava. Aquello sí que lo había tomado por sorpresa.
—¿Qué?... ¡¿Terminar nuestra relación, otra vez?! Ava... ¿qué estás diciendo? —inquirió y su respiración sonaba agitada, sintiendo que la perdía por las locuras de su madre.
Ava calló por un momento y se mantenía firme en su decisión. Su rostro reflejaba determinación y un dejo de tristeza, pero sus palabras hablaban la verdad de su corazón.
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Doña Daniela ha llegado muy lejos y Ava está exasperada, Daniel está a punto de perder su falsa relación con ella ¿Qué crees que pasará a continuación? Estaré ansiosa por leerte en los comentarios. Espero que te esté entreteniendo la novela. Saludos n.n
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Amor en números rojos
RomanceDaniel Busch, un exitoso hombre de negocios, tiene una importante reunión con su antigua amante y rival de negocios en el restaurante donde trabaja la jovencita Ava López. Daniel le propone un acuerdo conveniente: él la ayudará a pagar las deudas a...