La tensión en la entrada de la empresa era palpable. La mirada desafiante de Daniel se clavó como daga en el guardia, mientras se aferraba a la mano de Ava, conociendo un poco de ella, sabía que era capaz de salir huyendo de esa bochornosa situación y quizá hasta pensaría en dejarlo una vez más; eso último era lo que más se temía.
—¿Qué estás diciendo, Gabriel? ¿Por qué no puede pasar? —espetó Daniel entre dientes y se cruzó de brazos mientras fruncía el ceño, intimidando al hombre que los había confrontado de esa manera.
El guardia trataba de no mirar a los ojos a un fúrico Daniel, para luego intentar darle respuesta a su jefe.
—Es que, verá ... doña Daniela me dio instrucciones claras, señor —dijo el guardia y carraspeó para continuar—. Ella dijo que la señorita Ava Spencer no debe entrar a las instalaciones sin su autorización hasta nuevo aviso.
Ava sintió como si le hubieran arrebatado el suelo bajo los pies. La sorpresa y la confusión se reflejaron en su rostro, mientras miraba fijamente a Daniel, en busca de respuestas, pero sin atreverse a hablar a viva voz..
«Cuando pienso que las cosas van a mejorar, pasa esto... ¿Cuándo va a terminar esta pesadilla? Ya no soporto más», se lamentaba Ava en su mente, sentía que todo daba vueltas a su alrededor y la mirada de las personas parecían quemarle la piel.
Daniel bufó de frustración y se peinó el flequillo hacia atrás para tratar de contener su desesperación.
—Esto es ridículo ¿Qué razón te dio la señora Busch? Al menos espero que se dignara a justificar tal orden —dijo Daniel, en un intento por debatir con el guardia.
El hombre se encogió de hombros.
—No lo sé a ciencia cierta, señor Daniel, solo estoy siguiendo órdenes. La señora Daniela se tomó la molestia de llamarme muy temprano para darme esta orden —se defendió el guardia, mientras revisaba sus listados con evidente nerviosismo, porque Daniel no dejaba de fulminarlo con la mirada.
Ava, preocupada y herida por la situación, se adelantó a intervenir, tratando de mantener la calma y se dirigió al guardia.
—Está bien, Gabriel... lo entiendo —dijo Ava y volteó a ver a su prometido—. Será mejor que me vaya a casa por hoy.
Daniel no salía de su consternación y se atrevió a tomar por los hombros a Ava para hablar un poco más en privado:
—No, Ava, tú no tienes por qué retirarte, de ninguna manera. Mi madre no puede dictar quien entra y quien no en mi empresa —musitó Daniel, mientras tomaba ambas manos de su joven prometida, esas que estaban heladas de los puros nervios.
La respiración fuerte de Daniel era muy notoria, pero Ava acarició su mano para intentar calmarlo.
—Daniel... han pasado demasiadas cosas como para seguir luchando contra la corriente fuerte y de verdad no quiero causarte problemas con tu familia, que de por sí ya hay muchos —susurró ella, con dulzura.
Daniel la miraba con temor a lo que ella fuera a decir. Se sentía en la cuerda floja una vez más, ella era tan impredecible a pesar de todo.
—Tal vez sea mejor si nos vemos más tarde... ¿Te parece?
El alma le volvió al cuerpo a Daniel, temía que dijera un rotundo "adiós", no pudo evitar sonreír aliviado, pero con la misma frunció el ceño, esa situación no podía quedarse así, entonces lo que él hizo fue tomar por la muñeca a su prometida y comenzar a caminar con ella hacia dentro de la empresa.
—Daniel... ¿qué diablos estás haciendo? —inquirió Ava, para intentar zafarse del agarre de Daniel, pero este era más fuerte que ella, además tenían las miradas de todo el mundo encima, no deseaba hacer otro drama público allí.
—Vamos, cariño, no dejaremos que esto nos detenga, he dicho —espetó Daniel mientras pasaban frente al guardia, quien los siguió unos cuantos pasos.
—Pero señor... doña Daniela...
—Mi madre no tiene más autoridad aquí que yo. Soy el jefe y Ava trabaja conmigo en esta empresa. Haga el favor de respetarla desde hoy —escupió Daniel y el guardia detuvo sus pasos.
—Como usted diga, señor —respondió y Ava observó cómo se quedó atrás, sin palabras y sin interferir más.
Esa última mirada desafiante de Daniel y su determinación, habían dejado más que claro que no permitiría que su madre siguiera entrometiéndose en sus asuntos laborales... que ahora estaban más ligados a los personales.
Aparte de la vista de Gabriel, quien resignado se retiró a su puesto, Ava observó que la gente había comenzado a murmurar en los alrededores, pero se detenían de hacer dichos comentarios mientras notaban la presencia de Daniel Busch cerca de ellos, era evidente que todos sabían que él era la máxima autoridad en el lugar.
Ava estaba incómoda por aquella atención no deseada, comenzó a sentir la cara hirviendo de vergüenza. Una vez más el sentimiento de humillación pública, ese que tanto detestaba, había vuelto para anidarse en su pecho por enésima vez, tanto fue su malestar, que por inercia se soltó de la mano de Daniel, haciendo que este se sobresaltara con sutileza.
—Daniel, por favor, vayamos a nuestras oficinas. Ya no quiero que esto siga —musitó ella y apresuró el paso hacia su oficina, que estaba ubicada al lado de la de su prometido; él lo había decidido así desde un principio.
—Está bien... —susurró él, ya que ni por asomo ella escucharía su respuesta, porque ya iba muy lejos.
Daniel suspiró, aun con la frustración y el enojo hirviendo en su pecho, así que solo se limitó a observar la esbeltez del cuerpo de su novia mientras a lo lejos contoneaba sus caderas de una manera sensual sin proponérselo. Aquel pantalón de tela oscuro le ajustaba a la perfección sus redondos atributos y le permitía volar a su imaginación hacia su habitación y lo que había ocurrido dentro de ella y sobre su cama, pero prefirió darse una cachetada mental y continuó su camino hasta llegar a su oficina.
Sin pensarlo dos veces, dejó su maletín de trabajo sobre su escritorio, salió de su oficina ignorando a un par de trabajadores que deseaban mostrarle algunos documentos y con la misma cerró con llave. Decidido se metió a la oficina de Ava y ella se sobresaltó al notar su presencia allí, para quedarse observando las acciones de él, quien cerró la puerta a sus espaldas y la miraba fijamente, con un dejo de arrepentimiento en su mirada o algo indescifrable para la joven.
—Daniel... ¿pasó algo? —preguntó ella, con esa incómoda opresión el el pecho.
El no dijo nada y se dirigió al escritorio de ella, se sentó en la silla de ella y sacó su celular. Ava elevó una ceja, no sabía qué esperar de Daniel, hasta que vio en la pantalla de su celular el contacto de doña Daniela y el corazón de la joven se aceleró de manera inevitable y abrupta.
—N-no... Daniel, no lo hagas, por favor, eso solo empeoraría las cosas —dijo Ava, suplicante, con las ganas de arrebatarle ese celular .
—Mi madre me va a escuchar ahora mismo —aseguró Daniel, amenazante y Ava se estremeció de angustia.
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Hola, he venido con un nuevo episodio. Las tensiones familiares llegan poco a poco a escalar a situaciones públicas y laborales ¿Daniel podrá poner fin al menos a la situación con doña Daniela, o solo va a empeorar la situación? Entérate en el próximo episodio, estaré ansiosa por leer tus opiniones en la caja de comentarios. Saludos y gracias a quien lee n.n
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Amor en números rojos
RomanceDaniel Busch, un exitoso hombre de negocios, tiene una importante reunión con su antigua amante y rival de negocios en el restaurante donde trabaja la jovencita Ava López. Daniel le propone un acuerdo conveniente: él la ayudará a pagar las deudas a...