Había pasado ya un tiempo desde que me alejé de todo para refugiarme inclusive de mis propios pensamientos.
La absurda monotonía de este gris mundo me asfixiaba poco a poco al punto de que el solo hecho de despertar me resultaba completamente agota...
Basándonos en los sueños de mi hermana, comprendíamos que si ese hombre era realmente el profetizado, los eventos aún no se desarrollarían exactamente como ella había previsto.
Ella lo envió a su mundo para alejarlo temporalmente de la guerra, ya que su papel aún no estaba destinado a manifestarse. Sin embargo, algo inesperado ocurrió, algo que Umeko no había anticipado.
Después de cinco años, los tambores de guerra finalmente nos alcanzaron. Al ser rebeldes nuestros padres tuvieron que pelear contra la armada del Rey, ellos se aseguraron de que escapara junto a Ume.
Esa fue la última vez que los vimos.
No había tiempo para llorar, la ira que me provocó haber perdido a mis padres también causó que descuidara a mi hermana y eso fue un gran error de mi parte. Pasé demasiado tiempo en el campo de batalla. Y no pude prever, es más, era hasta impensable lo que ocurrió después.
Casi al final de la guerra, nos vimos rodeados por la armada del Rey. Tenían vampiros muy talentosos que podían oponerse a mis habilidades, por lo que no tenía forma de escapar.
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Entonces en medio del campo de batalla apareció ella. Esa no era la Umeko que había dejado a buen recaudo.
Usando sus habilidades de desplazamiento causó un verdadero baño de sangre. Su poder fue tal que incluso el bando enemigo se arrodilló ante tal demostración de poder.
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El mismísimo rey Nox llegó a plantarle cara, pero no fue rival para ella. Fue exterminado por Umeko, dándole fin a la guerra.
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