En su laboratorio, Mirai observaba el desarrollo de todos los actos, todo iba según su plan.
Incluso la reciente muerte de Mint, no había sido una casualidad.
Su maquiavélica mente le había anticipado que Amy podría intentar algo en su contra de alguna manera contundente. Al forzar su técnica definitiva se sintió algo alegrado.
-Pobre muchacha, al menos me fue de utilidad hasta el final. Supongo que es buen momento para enseñarles de una buena vez que conmigo no se juega.
Levantándose de su silla, se dirige hacia aquella sala en la que se encuentra el collar que había utilizado para venir a este mundo forzosamente.
Al tomarlo absorbe un poco de su poder remanente para posteriormente depositar un poco de su sangre en el cáliz que además contiene parte de la sangre de Umeko.
-Con esto será suficiente por el momento.
Al salir de la cueva, retorna al salón del trono donde una Umeko sin vida en la mirada se halla sentada observando a la nada misma.
Ella lo observa y aunque su corazón le pide destruirlo o escapar de él, su cuerpo se lo impide ya que su voluntad no le pertenece.
Ya hace décadas desde que no puede hacer nada por sí misma.
-Vaya, veo que aún guardas un poco de voluntad, ¿eh?. !Sabes lo que pasará si me desobedeces!. No agotes mi paciencia, querida Umeko.
Al apretar el collar en su mano, Umeko cae arrodillada, su cuerpo le duele, mas no puede emitir ningún tipo de grito, es una completa tortura.
-Tienes una misión por cumplir, por el bien de tu reino, ¿Entiendes?.
Acerca el cáliz a Umeko.
-Bebe Umeko.
Ella intenta resistirse, ya había pasado antes, no le gusta lo que pasa cada vez que bebe, las cosas horribles que ha hecho a causa de ese ritual son inenarrables.
De sus ojos empiezan a brotar lágrimas, y a pesar de querer resistirse nunca ha logrado superar ese control que ella misma causó al darle aquella gema.
Mirai le sostiene la cabeza y vierte a la fuerza aquella mezcla de sangres.
Umeko se retuerce del dolor en el suelo mientras sus ojos dejan todo brillo atrás. Una oscuridad emerge de ella y el aura apacible y amable que la caracteriza desaparece totalmente.
Al ponerse de pie, una Umeko totalmente diferente surge. Más oscura, con una mirada cruel y más que nada, obediente.
El rey ya no necesita del collar para dominarla, se sienta en su trono y finalmente ordena.
-¡Tráeme a Azariel y no dejes que nadie se meta en tu camino!, ¡Enséñales a todos esos plebeyos quién manda!.
-Con gusto obedezco, amo.
Umeko materializa una armadura negra en su cuerpo, formada de su propia sangre ennegrecida con el poder de las sombras.
-¡No falles, ve!.
Umeko asiente y se pone en marcha a cumplir con su objetivo.
《Fin del capítulo 61》
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Silky, caída hacia el mundo irreal
TeenfikceHabía pasado ya un tiempo desde que me alejé de todo para refugiarme inclusive de mis propios pensamientos. La absurda monotonía de este gris mundo me asfixiaba poco a poco al punto de que el solo hecho de despertar me resultaba completamente agota...