Había pasado ya un tiempo desde que me alejé de todo para refugiarme inclusive de mis propios pensamientos.
La absurda monotonía de este gris mundo me asfixiaba poco a poco al punto de que el solo hecho de despertar me resultaba completamente agota...
Frente a frente, Mirai y Azariel se enfrentaban en igualdad de condiciones.
El odio que fluía entre ambos era tal que habían dejado de esquivar sus golpes y se atacaban sin cesar el uno al otro.
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Mirai podría verse como un anciano, pero el hecho era muy claro.
Él había pasado ya varios años en este mundo, además su genética se había adaptado a las energías que fluyen en esta dimensión. Su armadura le permitía almacenar la suficiente energía que de ser necesario, podría hacerle frente fácilmente a cualquier vampiro, que no sea la reina claro está.
No obstante, Azariel no es de los que suelen darse por vencido.
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En su vida había atravesado diferentes situaciones que podrían doblegar a cualquier otro. Jamás retrocedió ante nada.
Mirai era el mayor obstáculo con el que se había encontrado en la vida, definitivamente tenía que derribarlo.
-Tch, veo que tienes habilidades Azariel.
-Tú tampoco lo haces mal, infeliz. Veo que no solo perdiste el tiempo regodeándote con la realeza de este mundo.
-Ya va siendo hora de empezar el ritual. En definitiva debes unirte a mis fuerzas.
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-¡Jamás haría algo como eso!.
-Hablas como si tuvieras opciones jaja. ¡Umeko, termina ya con esa malcriada y ven aquí!.
