𝐱𝐢𝐯. 𝑼𝒏𝒂 𝑷é𝒔𝒊𝒎𝒂 𝑰𝒅𝒆𝒂

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Harwin Strong caminaba con pasos alargados por los pasillos, sus ojos estaban perdidos en el pesar de haber tenido que separarse de esa manera de la princesa y sus hijos, pero no había ninguna opción, golpeo salvajemente a Ser Criston Cole y eso le costó su puesto como Comandante de la Guardia de la Ciudad, tenía el deber de hacerse cargo de la herencia en Harrenhal y estaba comenzando a mentalizarse para ello.

Estaba tan sumido en esos pensamientos que no escuchaba los pasos rápidos que corrían a su dirección, solo el ruido de una voz pequeña fue capaz de despertarlo de su trance y en ese momento detuvo sus pasos para voltearse, ambas niñas, Daemma y Meria estaban frente a él, ambas intentaban recuperar el aliento después de haber corrido y Harwin las observo totalmente extrañado, por un momento no sabía que decir y permaneció en silencio por un rato hasta que suavemente inclino un poco su cabeza.

— Mis ladys... ¿estaban buscándome?

— Caminas muy rápido... ¿tanta prisa tienes?— Pregunto la menor aun con la voz un tanto agitada, el hombre de cabello castaño esbozo una simpática sonrisa y contesto con voz serena pero profunda.

— Debo partir cuanto antes a Harrenhal, mi padre y mi sequito están esperándome.

— No le quitaremos mucho tiempo, Ser... solo queríamos despedirnos.— Daemma respondió con ojos suaves y fijos a los de Harwin.

— Nosotras... estamos tristes por lo que ocurrió, personalmente considero que ese idiota se merecía esa paliza por ser un pésimo entrenador.— Meria añadió.

— ¡Meria!— Advirtió Daemma.

— ¡Es la verdad! él lo merecía.— Refuto la niña menor con una voz molesta y el Ser no pudo evitar reír divertidamente, aunque sus ojos aún se veían tristes.

— Mi conducta fue inapropiada... acepto las consecuencias de mis actos, agradezco que hayan venido a despedirse, mis ladys, cuando gusten son bienvenidas a Harrenhal.

El agradecimiento se escuchaba honesto, el hombre inclino una vez más su cabeza para darse la vuelta y seguir con su camino hasta que Meria, quien parecía querer decir algo, pero no sabía cómo, elevo su voz para comentar.

— Jace y Luke... aún no saben montar sobre sus dragones, pero pronto lo harán... yo misma puedo enseñarles y cuando lo hagan, ellos podrán ir a visitarlo a Harrenhal cuando gusten... Ser Harwin, esto no es una despedida... es un hasta pronto.

Daemma sonrió con orgullo y apoyo la idea.

— Por supuesto, todos iremos... puedo llevar a Joffrey conmigo, será muy divertido.

Harwin por un ligero momento volteo para dirigir una mirada increíblemente feliz a las niñas, sus ojos parecían húmedos pero sus dientes se mostraban en una sonrisa encantadora y cálida.

— Los estaré esperando... gracias, mis ladys...

Sus pasos siguieron adelante con un nuevo semblante, los ojos que parecían perdidos ahora lucían como si hubieran encontrado algo de luz, esperanza... el hombre camino hasta que las niñas lo perdieron de su vista con una sensación de satisfacción, Daemma toco el hombro de Meria para regresar a sus aposentos y mientras caminaban se imaginaban volando a Harrenhal, nunca habían ido, pero se les hacía divertida la idea de reunirse con sus primos y Ser Harwin, todos disfrutando de un encuentro agradable, pero esas ideas solo se quedaron en eso... ideas... sueños.

Porque esa fue la última vez que verían a Ser Harwin Strong y a su padre, aquel agradable hombre que ejercía como Mano del Rey, Lyonel Strong.

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𝐒𝐨𝐥 𝐲 𝐅𝐮𝐞𝐠𝐨 | 𝓐𝓮𝓶𝓸𝓷𝓭 𝓣𝓪𝓻𝓰𝓪𝓻𝔂𝓮𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora