𝐱𝐱𝐱𝐯. 𝑬𝒍 𝑽𝒆𝒔𝒕𝒊𝒅𝒐 𝒅𝒆 𝑵𝒐𝒗𝒊𝒂

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Daemma pasó la noche en vela, completamente insomne. Su mente y su corazón la torturaron sin darle tregua ni respiro. Se acurrucó bajo las sábanas como una niña pequeña, sufriendo hasta lo más profundo. Las lágrimas brotaron sin control y la opresión en su pecho la dejaba sin aliento. Cada sollozo era como un doloroso recordatorio de su propia vulnerabilidad, retorciendo su cuerpo con un ardor insoportable. Sus manos se convirtieron en aliadas silenciosas, intentando aplacar el llanto que escapaba de sus labios, mientras sus lágrimas resecaban y escocían su rostro enrojecido.

Patético.

Estúpido.

¿Cuándo Daemma habría imaginado que se sentiría así? ¿Cuándo habría anticipado que se dejaría sumergir en la miseria por un hombre? Como una ingenua novicia enamorada.

Esto era completamente ajeno a su naturaleza; Daemma había sido criada bajo la guía cruda y realista de su madre, quien le inculcó desde temprano las reglas implacables del mundo, especialmente para los miembros de la familia real.

No debería haber sido una sorpresa para ella que su matrimonio fuera, en esencia, una transacción estratégica para fortalecer su linaje, su Casa y el reino. Desde el momento en que recibió la noticia de su matrimonio por orden del Rey, supo con certeza que había conveniencia e intereses en juego.

¿Qué demonios había ocurrido ahora? ¿Qué cambio?

No. Imposible.

La simple idea de que hubiera desarrollado sentimientos más profundos hacia Aemond la golpeó emocionalmente. No podía haber caído rendida a sus pies, no ella. Su orgullo se desmoronó y un dolor punzante le atravesó el pecho al enfrentar la cruda realidad.

Se había enamorado.

Y quien se enamora... pierde.

Porque el amor es la muerte del deber.

⚫⚫⚫

A la mañana siguiente, Daemma se sintió incapaz de enfrentar la situación y dar la cara. Hizo todo lo posible por evitar a Aemond y a sus damas, requiriendo casi toda su fuerza de voluntad para mantener encerrados sus sentimientos como una bóveda. Después del desayuno, decidió salir a tomar aire para pensar y reflexionar sobre qué hacer al respecto después de lo que había escuchado. Tomó a su escorpión, Izzie, y se dirigió al lugar al que a veces acudía para encontrar consuelo; un espacio que se había convertido en una suerte de santuario para ella.

Bajo las hojas color sangre del árbol arciano.

Daemma se sentó en las prominentes raíces blancas y recostó su espalda contra el tronco, acariciando a su enorme escorpión de exoesqueleto color rojizo escarlata, que sostenía sobre su regazo.

Su mirada estaba perdida, con los ojos vacíos y sin darse cuenta, su piel lucia más pálida de lo habitual. Sus ojos mostraban signos de hinchazón por el llanto anterior y aunque intentara buscar excusas para justificar a Aemond, no encontraba consuelo. Una profunda desconfianza se había apoderado de sus sentimientos, y quizás la única manera de superarla sería confrontarlo en una seria conversación. Sin embargo, Daemma no se sentía capaz de hacerlo aún.

Se mordió el interior de la mejilla con frustración. No podía creer que sintiera miedo de enfrentarse a Aemond, pero honestamente, no quería escuchar la verdad oscura que podría revelarse. No deseaba oír que todo lo que había vivido hasta entonces era una mentira, que su afecto era falso y que cada gesto había sido parte de un plan calculado y frío. Solo pensar en ello le rompía el corazón.

Se imaginaba a Aemond burlándose de ella, diciéndole lo tonta e ingenua que había sido, haciéndola sentir frágil como una flor manipulada y agraviada. Sus ojos se abrieron al recordar los momentos "íntimos" que compartieron. Se cuestionó si Aemond lo había hecho con malas intenciones, si todo fue parte de un plan para tenerla bajo su control. Se preguntaba si él se burlaba en secreto de que ella hubiera cedido, sintiéndose como si fuera una mujer fácil... como si fuera una ramera.

𝐒𝐨𝐥 𝐲 𝐅𝐮𝐞𝐠𝐨 | 𝓐𝓮𝓶𝓸𝓷𝓭 𝓣𝓪𝓻𝓰𝓪𝓻𝔂𝓮𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora