𝐱𝐱𝐯𝐢𝐢𝐢. 𝑬𝒍 𝑰𝒏𝒕𝒆𝒏𝒕𝒂𝒓 𝑯𝒂𝒄𝒆𝒓 𝒆𝒍 𝑩𝒊𝒆𝒏

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Cuando Daemma Targaryen le pidió a su prometido alguna idea para zafarse de su situación actual ambos lo pensaron un buen rato y de sus cerebros surgieron muchas escusas falsas para responder la pregunta que todos se estaban haciendo... ¿Por qué Daemma se encontraba en Lecho de Pulgas y como se dio su asalto?

Cada idea era más fantasiosa y menos creíble que la anterior. Ambos realmente jugaron con su imaginación hasta que se pusieron serios y finalmente llegaron a una conclusión. No era totalmente convincente, pero dentro de todas las demás estúpidas respuestas que pensaron dar, era la mejor.

La Caridad.

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Daemma estaba sentada en la mesa redonda del salón, el lugar donde la familia real tenía el hábito de reunirse para conversar asuntos importantes y privados dentro de la familia. El lugar donde los reyes comunicaron a sus hijos el compromiso del príncipe Aemond y Lady Daemma hace algunas lunas atrás.

Los ojos azules de la chica vagaban por el elegante espacio, era la primera vez que estaba aquí y aunque todos eran familia no podía evitar sentirse como si estuviera en un tribunal siendo juzgada. La idea no dejaba de causarle gracia.

A su lado izquierdo, Helaena se encontraba jugando con su collar apenas poniendo atención a la reunión, junto a ella había un asiento vacío y Daemma sabía perfectamente quien era la persona que debía ocupar ese espacio. Aegon debería haber estado presente, pero como siempre nadie lo pudo encontrar dentro del castillo y lejos de disgustar a Daemma solo le trajo tranquilidad saber que su imbécil primo no estaba aquí para molestarla. El solo verlo le generaba un rechazo que le exprimía los intestinos.

Su prometido estaba a su lado derecho con las piernas cruzadas y afirmando su mentón con su puño mientras su codo reposaba en la superficie de la mesa, fingiendo no saber nada cuando lo sabía absolutamente todo. Ambos se lanzaban miradas de complicidad y sonrisas cada vez que podían sin que los demás lo notaran.

La reina Alicent ocupaba su espacio de cabecera en la mesa y a su lado, Otto Hightower llevaba el control del interrogatorio en representación del rey. Daemma obviamente habría preferido mil veces que su tío estuviera presente, pero comprendía que su estado de salud se lo impedía y Otto como su Mano es quien debía sustituirlo.

— ¿Caridad? — Pregunto el hombre anciano enarcando una ceja como si no estuviera convencido de la historia de Daemma, mientras que Alicent la miraba con ojos generosos. Ella creyó la mentira más fácilmente que el padre. Tal como Aemond y Daemma ya anticipaban.

— Así es, Lord Mano — El tono en la chica sonaba seguro y humilde — Me he dedicado a participar de los eventos caritativos desde muy joven en AltoJardín y tenía la intención de formular algún proyecto aquí en Desembarco del Rey y como Lecho de Pulgas es de los barrios más pobres y marginales, yo creí que...

— Sus intenciones pueden ser perfectamente comprensibles, mi Lady, lo que no es comprensible es que se haya aventurado a ingresar al barrio sin ninguna protección... salvo una daga de dudosa procedencia — Otto bajo su mirada castaña para encontrarse con la daga de Daemma sobre la mesa redonda y todos los demás presentes también la miraron. La chica conservo la total calma.

— Es de Ser Morros Vaith, es un caballero honorable de Dorne y ha estado bajo el servicio de mi madre desde que ella se casó con mi padre.

— Es una daga claramente de gran valor — Afirmo Alicent observando las piedras preciosas que adornaban el mango, Helaena como si fuera una niña pequeña estiro su brazo y alcanzo el arma para acercarla a ella y verla con detención.

— Es hermosa — Dijo con suavidad y Daemma le sonrió. La forma en la que Helaena miraba la daga era exactamente igual a cuando admiraba los insectos.

𝐒𝐨𝐥 𝐲 𝐅𝐮𝐞𝐠𝐨 | 𝓐𝓮𝓶𝓸𝓷𝓭 𝓣𝓪𝓻𝓰𝓪𝓻𝔂𝓮𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora