𝐱𝐱𝐯𝐢𝐢. 𝑳𝒂 𝑫𝒆𝒄𝒊𝒔𝒊ó𝒏 𝑪𝒐𝒓𝒓𝒆𝒄𝒕𝒂

677 58 17
                                    

Aún era muy temprano, apenas el sol comenzaba a presentarse al mundo cuando la princesa Kassaia Martell se encontraba bebiendo un delicioso té de hiervas sentada frente a una pequeña mesita en su propia sala. Sus ojos castaños miraron el exterior del gran ventanal a su costado y la vista era simplemente hermosa.

La princesa podía apreciar el increíble jardín de su hogar perfectamente cuidado, notaba las abejas posándose en las flores, las aves revoloteando, el perfecto sacudido de las hojas y hierbas al compás del viento. Cualquiera estaría animado de contar con aquella visión paradisiaca. Menos Kassaia cuyos ojos eran distantes y algo fríos.

"¿Estas realmente feliz de lanzar a tu hija a las llamas?"

Han pasado dos lunas desde su incomoda conversación con la princesa Rhaenys tras el anuncio oficial del compromiso de Daemma y eso aun le molestaba.

Kassaia estaba convencida de conocer a sus hijos mejor que nadie incluyendo a Daelor siendo solo un bebé. También pensaba en los abortos espontáneos que sufrió, aquellos niños no natos continuaban en sus memorias porque eran sus hijos y los amaba a cada uno de ellos.

Mataría por ellos. Sacrificaría su propia vida sin dudar por su bien.

Era una mujer que sufrió pérdidas, pese a los años jamás superaría la muerte de su amado primogénito. Naemon la acompañaba en sus pensamientos noche y día y se preguntaba con melancolía en qué clase de hombre su hijo se habría convertido.

Sin duda sería nombrado caballero, él tenía disciplina para el combate y la equitación. Continuaría siendo el jinete de Auryon y Daemma habría reclamado otro dragón con el tiempo. Su corazón de madre lo podía asegurar. Estaría comprometido con la princesa Helaena o tal vez casado, justo como la reina y ella anhelaban. Pero todo no era más que una ilusión porque los dioses cruelmente se lo arrebataron... y jamás regresaría.

Los ojos de la princesa dolían cada vez que lo recordaba. Era inevitable.

Y la princesa Rhaenys se había atrevido a decir esas palabras, Daemma no era una pieza dentro de un juego, no era alguien que podían utilizar y desechar con facilidad y Kassaia lo tenía completamente claro dentro de su consciencia. Su hija podía aparentar ser inofensiva y frágil como una muñeca de porcelana, pero era inteligente, sensata, fuerte... de voluntad firme y conocía su propio valor. La misma Kassaia se encargó de criarla. Sus hijas eran amables, pero no eran tan ingenuas ni manipulables como otras damas de la corte.

¿Arrojarla al fuego?... Daemma es fuego puro... un dragón digno que jamás podría ser quemada y pronto lo verían todos como lo hacía Kassaia, aunque se preguntaba si realmente haber molestado a Rhaenyra y Daemon era conveniente, por mucho que le desagradaran no podía olvidar fácilmente que la princesa es la heredera al trono de hierro y el príncipe su futuro rey consorte y un hombre peligroso. Todos lo sabían.

Incluso su esposo se había disgustado con él por muy cercanos que fueran, aunque toda rencilla pareció quedar atrás porque se habían reconciliado y la princesa Martell no estaba segura de si eso le gustaba no. Al igual que no le gustaba que Meria se relacionara tanto con ellos porque podía ser un problema.

Si Rhaenyra había tenido la intención de comprometer a Jacaerys con Daemma... podría intentar hacer lo mismo con Meria. Kassaia oscureció su semblante ante la mera idea. Jamás lo permitiría. Ante sus ojos los hijos de la heredera eran bastardos sin importar cuanto lo intentaran negar y ocultar. No le importaba que el mismo rey haya dado la orden de cortar la lengua de quien lo afirmara. La verdad era una sola y ella la conocía desde el primer día. Podían tomar por ciegos e idiotas a muchos, pero nunca a ella.

La princesa no tenía nada en contra de los bastardos en general, de hecho, en Dorne los hijos fuera del matrimonio no sufrían la discriminación ni el repudio de aquí. En su cultura los bastardos son considerados hijos de la pasión en vez de sucios pecados. Pero no estaban en Dorne y Kassaia comprendía que siempre serian juzgados y, por ende, su hija podría sufrir las consecuencias. Sin considerar su amistad con la reina Alicent desde hace tantos años, si tenía que elegir con quien estar, era con ella.

𝐒𝐨𝐥 𝐲 𝐅𝐮𝐞𝐠𝐨 | 𝓐𝓮𝓶𝓸𝓷𝓭 𝓣𝓪𝓻𝓰𝓪𝓻𝔂𝓮𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora