𝐱𝐢𝐢𝐢. 𝑬𝒍 𝑷𝒆𝒒𝒖𝒆ñ𝒐 𝑨𝒆𝒍𝒚𝒙

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En el comedor principal de la Fortaleza Roja la familia real tenía la costumbre de reunirse a cenar por las noches pese a que en ocasiones ni siquiera conversaban entre ellos. Las velas y la chimenea siempre iluminaban el espacio y la mesa siempre parecía estar lleno de deliciosos manjares, aunque siempre sobraba demasiado.

Daemma solo llevaba cuatro noches desde que había llegado y en esa ocasión se encontraban ausentes el rey, Otto Hightower y su primo Aegon a quien no veía desde que se mudó, pero no era como si él le interesara, por ella Aegon podía ausentarse siempre.

El rey Viserys se había sentido muy mal de salud aquel día, por lo que recibió su cena en sus propias cámaras y ante su estado, Otto debía atender los asuntos del reino ya que era su deber como Mano.

Mientras Daemma cortaba y masticaba la carne en su plato sus ojos paseaban entre la reina, la princesa Helaena y Aemond, el cual apenas entro por la enorme puerta se apresuró en sentarse a su lado pese a haber muchas más sillas disponibles. El silencio llegaba a ser molesto, en su mansión siempre su mesa era ruidosa con las conversaciones de sus padres, las bromas de Meria y en ocasiones los llantos de su hermano menor Daelor. En ese momento solo se escuchaba el crujido de la madera en el fuego de la chimenea, los suaves mastiques y el sonido de los cubiertos, realmente irritante.

Tras varios minutos finalmente se escuchó la voz de la reina Alicent quien no parecía de muy buen humor, pero aun así se esforzó en iniciar un dialogo por más pequeño que fuera.

— ¿Cómo está tu nariz, Daemma...? Aun me cuesta creer que hayas caído de la escalera esta mañana, ¿Cómo pudo ocurrir eso?— Tras sus palabras, Aemond no pudo evitar sonreír ligeramente con diversión, tomo la copa de vino acercándola a sus labios mientras decidió provocar a Daemma aprovechando la pregunta de su madre.

— Si, prima... ¿Cómo es que eso ocurrió? ¿tan descuidada eres?

La chica forzó una sonrisa mientras estaba masticando la carne y apretó con mayor fuerza el tenedor y el cuchillo que sostenía en sus manos, por un momento pensó en apuñalar a su primo, pero trago para murmurar con total desentendimiento.

— Lo lamento, me avergüenza reconocer mi tonto accidente... pero su preocupación por mí me conmueve, agradezco mucho las muestras de gentileza y atención de parte de ustedes.

La sonrisa de la joven se amplió y siguiendo su propio sarcasmo se atrevió a ubicar su mano derecha sobre la mano izquierda de Aemond que reposaba en la mesa, cuando el chico sintió el calor de su mano sobre su dorso no pudo evitar sentir algo "extraño", su sonrisa burlista lo abandono, pero mantuvo la compostura, en cambio la reina al ver esto abrió los ojos con sorpresa, pero esbozo una risilla entre dientes.

Nunca imagino verlos teniendo un contacto físico de esa manera, al menos no tan pronto y por la naturaleza fría de Aemond imagino que tal vez jamás sucedería, lo que más asombro a Alicent es que su hijo no aparto la mano de Daemma.

Mientras la princesa Helaena comía dirigió su vista a la escena y no pudo evitar elevar sus comisuras formando una ligera sonrisa mientras permanecía con la cabeza inclinada, ver como su hermano no sabía qué hacer con aquella acción que nunca espero, Daemma sin duda sabia descolocarlo.

— Me alegra que aprecies nuestra preocupación... sabes que eres de la familia, estamos aquí para ti, cariño.— Murmuro la reina mientras aun observaba las manos de ambos unidas.

Con una última sonrisa de oreja a oreja Daemma comenzó a apartar su mano hasta que el príncipe le devolvió el gesto tomándosela y apoyándola con firmeza en la mesa lo que provoco un sonido cuando chocaron en la madera.

Los ojos de Daemma se abrieron e intentando disimular hizo su mayor esfuerzo por sacar su mano, pero no podía ya que Aemond la sujetaba con fuerza, aunque no al punto de lastimarla. Sus vistas se cruzaron y él murmuro con una suave sonrisa que ocultaba su sarcasmo.

𝐒𝐨𝐥 𝐲 𝐅𝐮𝐞𝐠𝐨 | 𝓐𝓮𝓶𝓸𝓷𝓭 𝓣𝓪𝓻𝓰𝓪𝓻𝔂𝓮𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora