𝐯𝐢. 𝑬𝒔𝒄𝒍𝒂𝒗𝒊𝒔𝒕𝒂𝒔

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Esos veinte días pasaron como un suspiro relajante. No podían negar que su estancia en Lanza del Sol había sido sumamente placentera. Disfrutaron mucho de la compañía mutua y la relación con la familia Martell se había vuelto más estrecha que antes. Aemond dedicó su tiempo a entrenar, como era habitual y aunque sufrió derrotas estrepitosas en sus sesiones con la lanza, demostró ser mucho más formidable con la espada. El príncipe Doren Martell elogió sus habilidades con palabras halagadoras, pero estas no fueron bien recibidas por el príncipe tuerto.

Con Qoren Martell, sin embargo, la situación fue diferente. Aemond no logró vencerlo en ningún aspecto. No solo fue incapaz de superar a Qoren en el uso de la lanza como era de esperar, sino que tampoco pudo atravesar sus imponentes defensas con la espada. Este desafío avivó el deseo de Aemond de entrenarse con mayor intensidad. Lentamente comenzó a ver al príncipe gobernante como una especie de maestro, quien le enseñó técnicas con total desinhibición.

Daemma por su parte, afianzó aún más su relación con su prima Aliandra, sus tíos y primos menores. No podía negar que su estancia en Dorne había sido una experiencia maravillosa y sentía una pequeña tristeza al saber que era su último día. Hubiera deseado quedarse más tiempo, pero entendía que debía regresar a la Fortaleza Roja. Tenía deberes que atender, especialmente su proyecto de comedores públicos en la ciudad, una idea suya que requería su participación activa. Además su mente estaba llena de nuevas ideas para el beneficio del reino.

El Viejo Palacio celebró un gran banquete en su honor, invitando a distintas casas dornienses para festejar la despedida de la pareja. Daemma observó con alegría a Lord Ejnar Vaith, hermano mayor de su querido maestro de esgrima y señor de las tierras de Vaith, aprovechando la ocasión para mantener una agradable conversación con él. También estaba presente el anciano Lord Bodil Toland, padre de la doncella de mayor confianza de la princesa Kassaia Martell, con quien Daemma se había criado, Miatta Toland.

Para la joven Lady era grandioso conocer a las familias de las personas con las que se había criado, quienes habían dejado sus hogares y tierras natales para servir a su madre. Todo resultaba sumamente gratificante y sentía que los conocía aún mejor al compartir con sus parientes. Era como si el mundo que conocía se expandiera ante sus ojos.

Aemond por su parte, se mantenía sumido en sus propios pensamientos, pero le satisfacía ver a su esposa tan radiante y entretenida. Se quedó sentado en su lugar frente a una mesa llena de manjares, mientras la música exótica resonaba por los salones. El espacio, oscurecido por la noche, estaba iluminado por las llamas de las chimeneas y las antorchas encendidas por todas partes. Su atención se desvió cuando sintió una mano que tiraba suavemente de su túnica. Al volver la vista, vio al pequeño Qyle, el hijo menor de Qoren Martell y Aemond miró al niño con una expresión neutra.

— ¿Qué sucede? —preguntó.

— Quería decirte algo antes de que te vayas —murmuró el niño, acercándose y haciendo un gesto con la mano para hablarle en secreto. Aemond, aunque cauteloso se inclinó para permitir que el pequeño le hablara al oído.

— Eres el peor lancero que he visto en mi vida.

Este niño se quiere morir.

Fue lo primero que pensó Aemond antes de alejarse del muchacho, mirándolo como si quisiera destriparlo vivo y  lo peor, era que el niño moreno ni siquiera parecía intimidado con el semblante del Targaryen. 

— ¿Ah, sí? —Aemond arrastró las palabras, con una mirada fulminante. Qyle se encogió de hombros con tranquilidad.

— Sí, hasta yo soy mejor... ¿No los entrenan para usar lanzas en Desembarco del Rey? Eres rápido, pero no más que mi tío Doren. Mi padre es el hombre más fuerte; en el fondo, jugó contigo. Podría haberte hecho pedazos incluso antes de empezar si se hubiera tomado en serio el combate.

𝐒𝐨𝐥 𝐲 𝐅𝐮𝐞𝐠𝐨 | 𝓐𝓮𝓶𝓸𝓷𝓭 𝓣𝓪𝓻𝓰𝓪𝓻𝔂𝓮𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora