𝐱𝐢𝐢𝐢. 𝑩𝒂𝒔𝒕𝒂𝒓𝒅𝒐𝒔

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El abrazo de la Reina a su hijo se veía honesto, cálido, pero él no devolvió ese abrazo y simplemente se dejó estar, parado aun con mirada pesada, quien sabe y tal vez deseaba llorar, pero su enorme orgullo se lo impedía; aun así, recibió de buena forma ese gesto y Daemma observo a Helaena quien aún sostenía aquel ciempiés y no dejaba de observarlo como si se tratara de algún tesoro imposible de ignorar.

— Lady Daemma.— Escucho la voz de su Reina y la niña dirigió su vista desde la princesa Helaena hasta Alicent para poner su total atención en ella.

— ¿Si su Majestad?— Sintió un leve toque de ella en su brazo y noto que se había percatado de su codo herido, ya que la sangre traspasaba la tela, la niña miro con algo de preocupación y modestamente sonrió—. Oh, no se preocupe... no es nada de importancia.

— Daré la orden para que un maestre revise tus lesiones.— Afirmo la Reina con voz suave, pero la niña le aseguro que no era necesario, una criada era más que suficiente para curar un simple golpe, honestamente lo único que esperaba era poder salir de allí y tomar un buen baño para quitarse la tierra y curar sus codos, había sido una mañana muy larga.

Sin embargo, la Reina aun la observaba con ojos algo decepcionados, aunque era seguro que esa decepción era por la situación en general de lo sucedido no por la niña que tenía en frente, sin que ambas apartaran sus miradas, Alicent continúo hablando.

— Podrías contarme, querida, ¿Por qué ingresaste en la fosa...? ¿Aemond te pidió que lo acompañaras?

— No... fue por mi propia voluntad... él me dijo que no lo siguiera, pero aun así fui tras de él.

— ¿Por qué?

La Reina la observo algo curiosa, su voz aún era suave y tras aquella pregunta, Daemma dirigió una mirada muy breve al príncipe, quien también la miro de reojo con expresión seria, un leve suspiro salió de ella y contesto honestamente.

— Yo... estaba preocupada... solo eso.

Una sonrisa sincera se posó en los labios de Alicent quien casi de inmediato acaricio a la niña en su mejilla con sus dedos y palabras aliviadas salieron de ella.

— Comprendo...gracias, Daemma.

La joven también respondió con una sonrisa, la Reina siempre era amable con ella, pero en esta ocasión pudo notar que no era para nada protocolar, su gesto fue natural y sus ojos reflejaban sinceridad, mientras que Aemond mantenía la mirada agachada como si no supiera cómo reaccionar.

Ambos fueron enviados a sus respectivas recamaras para asearse y descansar, mientras que Alicent también salió con un rostro claramente molesto a conversar con el Rey sobre lo ocurrido y también, sobre "otros" asuntos.

En el pasillo, Aemond miro de reojo otra vez a su prima antes de ir a su habitación y casi como si nadie se lo esperara se tragó sus nervios y orgullo para dirigirle una sola palabra sin mirarla.

— Gracias.

Daemma lo observo con algo de sorpresa, pero el chico no se quedó para seguir hablando, camino rumbo a su recamara y la chica hiso lo mismo con una ligera sonrisa en sus labios, no sabía que era más gracioso, que Aemond mostrara su lado blando o que se acababa de dar cuenta, de que no era un malagradecido odiable como había pensado.

Al entrar se percató de que Meria no estaba por ningún lado, de seguro debía estar jugando aun con Jace y Luke por los jardines y una criada que había traído de Altojardin se encargó de ayudarla a bañarse y desinfecto sus rasguños, era una muchacha algo joven pero muy poco comunicativa, nunca preguntaba nada que no debiera, probablemente su madre la había entrenado personalmente.  

𝐒𝐨𝐥 𝐲 𝐅𝐮𝐞𝐠𝐨 | 𝓐𝓮𝓶𝓸𝓷𝓭 𝓣𝓪𝓻𝓰𝓪𝓻𝔂𝓮𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora