Daemma se encargó de asegurar que las mujeres fueran transportadas de regreso a la ciudad sanas y salvas, mientras ella planeaba sobre su querido dragón, Auryon, con la pequeña Selaena sentada frente a ella.
La niña había despertado tras el golpe en su cabeza; el trauma de aquella experiencia la acompañaría durante mucho tiempo, al igual que al resto de las chicas que habían pasado por semejante horror. Sin embargo, un milagro había ocurrido. Habían sido salvadas de un destino espantoso y ahora regresarían a los hogares de donde habían sido arrancadas sin piedad. Y era la joven Lady la encargada de llevar a cabo esta misión.
Era evidente que para que los esclavistas hubieran operado con impunidad en la propia capital, bajo las narices de la familia real, los guardias debían haber sido extremadamente negligentes o más probable aún, sobornados. Los ojos de Daemma ardieron con furia al considerar esta última opción como la más probable. Según el testimonio de las mujeres rescatadas, la carreta no había sido registrada a la salida como correspondía. Una de ellas había jurado haber escuchado a dos hombres pactar sobre las ganancias. La capital y su gente siempre habían sido corruptos, era una verdad dura pero realista. Sin embargo, Daemma no permitiría que tales prácticas continuaran. Había salvado a estas mujeres, pero cuántas más habían sufrido lo mismo y era ya demasiado tarde para ellas.
El dragón azul, cuyas escamas resplandecían con tonos metálicos al reflejar el sol, volaba a un ritmo pausado siguiendo el paso de la carreta que regresaba por la Gran Puerta del Río. Allí, la joven Lady interrogaría a los soldados para determinar si estaban implicados en la situación. Se lamentó internamente por haber matado a todos los hombres responsables. No porque no lo merecieran, de hecho pensaba que su muerte había sido una misericordia, sino porque debería haber dejado al menos uno con vida para que confesara la identidad de sus cómplices. No obstante, lo hecho estaba hecho.
Selaena viajaba en silencio, sintiendo un dolor punzante en la parte posterior de su cabeza y una debilidad general. Sabía que recibiría atención médica tan pronto como llegaran, pero al menos se sentía agradecida de que nada peor hubiera sucedido. Sin embargo, los gritos desgarradores de la mujer cuyos hombres deseaban abusar, seguían grabados en su mente, pero se sentia aliviada de que no lograran su cometido. Un suspiro salió de ella y se relajó inclinándose más a Daemma quien pese a estar maniobrando a Auryon, se soltó de las riendas para acunarla cerca de su pecho, la acariciaba con suavidad y Selaena se rehusó a apartarse de esa calidez.
—Todo estará bien, estás conmigo, pequeña —susurró Daemma con ternura, acariciando el cabello plateado de la niña. Selaena asintió débilmente mientras sentía el viento fresco en su rostro. Al final, había logrado montar en un dragón tal como su medio hermano y eso de alguna manera le brindaba una sensación de alegría en medio de toda la conmoción.
Al llegar, Daemma no tardó en informar al Comandante de la Guardia de la Ciudad, Ser Luthor Largent, quien rápidamente tomó el asunto en sus manos, arrestando a los guardias que custodiaban la Puerta del Río para iniciar una investigación sobre su posible implicación. Cada mujer y niña fue devuelta a sus familias, y Daemma llevó a Selaena a su hogar para notificar a Jadys que se encontraba a salvo.
Cuando Daemma abrió la puerta, sus ojos se abrieron con sorpresa al ver a Aemond sentado en la modesta mesa junto a Aelyx, quien tenía vendas en sus heridas, evidencias de la injusta golpiza que había recibido de los guardias. Jadys estaba con el pequeño Gaemon en su regazo, con una expresión de angustia en el rostro.
Al notar la entrada de Daemma sin previo aviso, con la pequeña Selaena en sus brazos, Aelyx fue el primero en levantarse de golpe, con lágrimas brotando de sus ojos.
—¡Selaena! —exclamó el niño y Daemma colocó a la niña en el suelo para que los dos hermanos pudieran abrazarse. Su corazón se estremeció al verlos reunidos en medio del llanto y los ojos azulados de la lady se llenaron de tristeza. No merecían haber pasado por algo así. Su mirada que empezaba a nublarse con lágrimas, se desvió cuando sintió la mano de su esposo en su hombro. Él le ofreció una expresión significativa y Daemma apretó la mandíbula, intentando calmarse mientras colocaba su mano sobre la de él en su hombro.
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𝐒𝐨𝐥 𝐲 𝐅𝐮𝐞𝐠𝐨 | 𝓐𝓮𝓶𝓸𝓷𝓭 𝓣𝓪𝓻𝓰𝓪𝓻𝔂𝓮𝓷
FanfictionDaemma Targaryen es la segunda hija del príncipe Aegon, hermano menor del Rey Viserys I y del príncipe Daemon; junto a la princesa Kassaia Martell de Dorne. Su vida tranquila se verá afectada cuando sea comprometida estratégicamente con su primo, el...