𝐱𝐱𝐱𝐯𝐢𝐢. 𝑬𝒔𝒑𝒐𝒔𝒐 𝒚 𝑬𝒔𝒑𝒐𝒔𝒂

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Los guardianes de dragones se sintieron perplejos al ver a Meria Targaryen correr apresuradamente por el espacio oscuro y cavernoso de Pozo Dragón. Vestida con un fino vestido adornado con una manta dorada y con el cabello perfectamente trenzado, que a pesar de su agitación, permanecía impecable. No era sorprendente verla tan elegantemente ataviada, dado que ese día marcaba la tan esperada boda del príncipe Aemond con su prima, Daemma Targaryen.

Lo que no sospechaban era que la novia se encontraba desaparecida justo después de que modistas, sastres y damas la vistieran con su traje nupcial, el mismo vestido que el rey había obsequiado personalmente. La noticia de que Daemma había volado sobre Auryon solo convenció a Meria y a Aemond de que ella debía encontrarse en Altojardín o en Aguasclaras.

La chica de rasgos dornienses, apenas prestó atención a los guardianes mientras corría hacia Vaithis, su dragón, que parecía anticipar lo que estaba ocurriendo y gruñó exasperado al ver a su compañera. Los guardianes observaron cómo el dragón se inclinaba para que Meria lo escalara rápidamente y se sentara en la silla de cuero sobre su lomo. Meria se volvió hacia los guardianes y exclamó:

Pōnta iepagon nyke, ivestragon a ūndegon nyke (Si preguntan por mi, digan que no me han visto)

Uno de los guardianes entrecerró sus ojos con dudas, pero antes de que pudiera responder algo, Meria se aferró a las riendas con sus manos desnudas y se inclinó hacia adelante, al igual que el dragón. Era evidente que se disponían a partir a toda velocidad y Meria gritó con determinación:

¡Sōves! ¡Vaithis! (Vuela, Vaithis)

Un rugido resonó, llenando el espacio mientras el dragón extendía sus alas con una velocidad increíble, impulsándose con toda su potencia. Aunque Vaithis no era considerado un dragón grande, el poder del aire y la sacudida del polvo bajo sus patas hicieron que los guardianes tuvieran que cubrirse, sintiendo cómo sus ropajes se agitaban.

Cuando uno de los guardianes finalmente abrió los ojos, quedó sorprendido al notar que el dragón ya no era visible. Salió al exterior y se dio cuenta de que en dirección a la costa de la Bahía del AguasNegras, la enorme e inconfundible silueta de Vhagar se alzaba en el cielo, acompañada por un rugido que llegaba hasta ellos de manera tenue pero imponente.

Ambos dragones despegaron velozmente en su búsqueda.

Mientras todos los nobles se preparaban porque la boda se llevaría a cabo en solo unas cuantas horas.

⚫⚫⚫

En los vastos cielos, Meria se encontró en una situación inimaginable: volando junto a su primo Aemond. Aunque estaba acostumbrada ya a volar con sus otros primos, su hermana, su padre e incluso en ocasiones con su tío Daemon, nunca antes había compartido el aire con Vhagar y la imponente presencia del dragón hacía que Vaithis, su pequeña montura, pareciera insignificante en comparación.

Meria no pudo evitar preguntarse cómo se sentiría Daemma cuando acompañaba a Aemond en sus vuelos.

A pesar del colosal tamaño de Vhagar, Meria pronto confirmó que los rumores eran ciertos: el dragón no era particularmente veloz. Ella misma podría volar mucho más rápido de lo que ya iban y maniobró hábilmente para acercarse al espacio donde estaba situada la silla del príncipe.

Vaithis, al notar su cercanía, gruñó bajo y se ajustó incómodo, pero Meria extendió confiada la mano para acariciar las escamas de su lomo.

Lykiri (Tranquilo)

— ¿Tu pequeña lagartija está asustada? — Bromeó Aemond, al ver los movimientos dubitativos del pequeño dragón flotando justo a su derecha.

— No lo culpes, tú y tu fea iguana mutante darían miedo a cualquiera — Gritó Meria sin apartar la vista del frente.

𝐒𝐨𝐥 𝐲 𝐅𝐮𝐞𝐠𝐨 | 𝓐𝓮𝓶𝓸𝓷𝓭 𝓣𝓪𝓻𝓰𝓪𝓻𝔂𝓮𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora