𝐢𝐯. 𝑳𝒂𝒔 𝑳𝒖𝒄𝒊é𝒓𝒏𝒂𝒈𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝑳𝒂𝒓𝒚𝒔 𝑺𝒕𝒓𝒐𝒏𝒈

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Daemma había llegado a casa algunas horas después de lo prometido, pese a volar a la mayor velocidad que Auryon le permitió, daba gracias a los Dioses que el viento feroz rugiendo en su cuerpo logro secar parcialmente su vestido y cabello, pese a que la tela aún estaba húmeda y sus mechones totalmente despeinados.

Ni siquiera se detuvo a pensar en el frio que sentía, y cuando entro en la mansión a toda prisa observo a una criada que la saludo con una ligera reverencia de su cabeza para luego dirigir sus ojos hacia el salón principal, el cual estaba muy iluminado con las antorchas y velas, ante esto, Daemma supo que su padre la estaba esperando.

La chica miro a la mujer frente a ella intentando hacer muecas y susurrando para saber si su padre estaba molesto o no, pero la criada solo sonrió ligeramente, elevo sus hombros dando a entender que no tenía idea y retomo su camino, dejando a Daemma con una mirada insatisfecha, ella suspiro y cuando se disponía a caminar hacia el salón para enfrentar la situación, pudo oír un ruido de advertencia de la criada, la cual comenzó a hacerle gestos sobre su cabello impresentable y Daemma se alarmo ligeramente, intentando peinarse con los dedos de sus manos con rapidez.

{Por culpa de ese idiota}

Tras agradecer a la criada, la chica fue hasta el salón preparándose mentalmente para una reprimenda, pero para su sorpresa no solo estaba su padre sentado en uno de los sillones, también se encontraba su madre, la princesa Kassaia.

Cuando sintió la presencia de su hija, la dorniense se elevó de su asiento para preguntar con una sonrisa y ojos divertidos, mientras caminaba con pasos pausados acercándose a Daemma, su semblante era como si estuviera disfrutando la situación.

— Cariño... finalmente llegas.

— Madre... padre.— La vista de la chica barrio desde Kassaia hasta el príncipe Aegon, pero este no respondió, permanecía sentado mirando a un punto fijo de la habitación con un semblante desganado, inmediatamente Daemma imagino que estaba molesto e ignorando la sonrisa burlona de su madre hablo con tono suave.

— Lo siento mucho, no fue mi intención llegar tarde... ocurrieron algunos imprevistos, pero juro que no hice nada malo y.... todo está bien.

— ¿Por qué ocurriría algo malo? — Pregunto la princesa acariciando el hombro de su hija con un toque suave para continuar hablando muy relajadamente—.Te retrasaste un poco, eso nos puede ocurrir a todos ... más bien dime, ¿Cómo estuvo aquel encuentro con el príncipe Aemond?

Aquella pregunta era bastante normal y predecible, pero increíblemente tomo un poco por sorpresa a Daemma que ni siquiera se había puesto a reflexionar que pensaba de aquella reunión.

En el camino a casa sus pensamientos estaban llenos de ira porque su primo había intentado ahogarla en el lago, algo que definitivamente debía omitir, más considerando que lo hiso para suprimir su estado ebrio tras haber bebido tres jarras de cerveza en una posada donde se vieron enfrentados a bandidos.

Cuando logro sonreír para decir que todo había estado "a las mil maravillas", la voz de su padre finalmente se hiso presente en la sala, al tiempo en que se ponía de pie.

— También quiero oír la historia, pero ya es demasiado tarde... será en el desayuno.

Su tono no era rudo, al contrario, parecía estar calmado pero su expresión era como si estuviera reprimiendo algo y no se atreviera a decirlo, esta actitud solo preocupo a Daemma, pero cuando iba a decir algo a su padre, sintió nuevamente la caricia de Kassaia en su cabello quien comento serena.

— Hora de dormir, hija... debes estar cansada, charlaremos mañana.— la mujer dio un beso dulce en la frente de su hija y le saco una pequeña sonrisa cuando esta le susurro conservando una risilla reconfortante—. Descuida, yo me encargo.

𝐒𝐨𝐥 𝐲 𝐅𝐮𝐞𝐠𝐨 | 𝓐𝓮𝓶𝓸𝓷𝓭 𝓣𝓪𝓻𝓰𝓪𝓻𝔂𝓮𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora