𝐱𝐱𝐱𝐢. 𝑬𝒍 𝑻𝒐𝒓𝒏𝒆𝒐 (𝑷𝒂𝒓𝒕𝒆 1)

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Tras el éxito de la cacería se dio inicio a una nueva celebración que se llevaría a cabo antes de la boda, tal como el rey Viserys anuncio en la cena del compromiso se llevarían a cabo cinco días de torneos y ya toda la capital estaba llena de personas expectantes para asistir al enorme coliseo donde se llevarían a cabo las tan esperadas justas y duelos.

Plebeyos ubicados en las gradas más bajas sin techo para sufrir las inclemencias del clima ya sea el fuerte sol, el frio o las lluvias torrenciales y corriendo peligro de ser lastimados en caso de que algunos caballeros soltaran sus armas en pleno combate y estos cayeran sobre la gente común. A lo largo del tiempo celebrando torneos miles de accidentes se registraban y las gradas bajas en ocasiones resultaban en un enorme caos.

Los nobles de mejor estatus estaban mayormente resguardados algunos pisos más arriba, luego venían las gradas de las Casas más influyentes para finalmente acabar con el enorme balcón de la familia real, el único lugar techado y que contaba con un espacio amplio y cómodo para la familia de los reyes y los miembros del consejo.

El bullicio por la cantidad de movimiento en la ciudad se filtraba fácilmente hasta el interior de la Fortaleza Roja, la reina Alicent había acabado de ser vestida por sus doncellas con un hermoso vestido de terciopelo verde, una de sus damas le puso el collar de la estrella de siete puntas y aretes a juego con el color esmeralda del vestido.

El ruido del golpeteo en su puerta desvió su atención y Talya camino elegantemente para abrir y anunciar a la persona que solicitaba su visita.

— Es la Mano del Rey, Majestad — Hablo su más cercana dama y Alicent con semblante poco grato asintió y elevo su barbilla.

— Déjennos a solas — Ordeno y las mujeres salieron de la habitación junto a Talya, Otto Hightower entro parándose a algunos metros de su hija con sus ojos fríos como siempre.

Alicent unió sus manos frente a su cuerpo y giro su rostro hasta uno de los gigantescos ventanales de su habitación para observar el exterior. Los dioses los habían bendecido con un clima soleado, perfecto para presenciar un torneo.

— La princesa Rhaenys y Lady Baela han llegado junto a otros parientes Velaryon — Anuncio el hombre con tono monótono mientras escudriñaba la habitación de su hija con aburrimiento. Acercándose a un mueble de roble para tomar una joya.

— La princesa Rhaenyra no vendrá... uso su embarazo como excusa — Suspiro Alicent sin apartar su vista del vidrio.

— Hmp — Se burló Otto elevando una comisura de la boca — El rey Viserys está feliz de que pronto tendrá un nuevo nieto. La princesa Rhaenyra no ha tardado en darle hijos a Daemon.

— Y todos han sido varones — Alicent finalmente se giró para ver a su padre — Esos hijos si son legítimos. Sangre pura de Targaryen como algunos cortesanos han dicho.

— ¿Qué importa eso cuando desean poner a los castaños en la primera línea sucesoria?

Otto no parecía para nada preocupado y tenía razón. Una de las mayores razones que habían usado todo este tiempo los verdes para desacreditar a Rhaenyra era la existencia de sus hijos que a todas luces no eran sangre de Laenor Velaryon, hijos bastardos como herederos al trono por sobre los hijos legítimos de los reyes era lo que les había dado mucha ventaja y lograron el apoyo de muchas Casas.

Pero ahora con el matrimonio entre la heredera y Daemon y sus hijos que estaban naciendo, quienes, si eran totalmente legítimos y ya habían tenido un varón, Alicent sentía que comenzaban a perder algo de terreno. Pero supo que su padre estaba en lo cierto, mientras Jacaerys, Lucerys y Joffrey estuvieran primero en la sucesión antes que los hijos de Rhaenyra y Daemon esa preocupación quedaba atrás. Aún tenían la ventaja o era eso lo que Alicent deseaba sentir.

𝐒𝐨𝐥 𝐲 𝐅𝐮𝐞𝐠𝐨 | 𝓐𝓮𝓶𝓸𝓷𝓭 𝓣𝓪𝓻𝓰𝓪𝓻𝔂𝓮𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora