𝐢. 𝑨𝒄𝒖𝒆𝒓𝒅𝒐 𝒅𝒆 𝑴𝒂𝒕𝒓𝒊𝒎𝒐𝒏𝒊𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝑫𝒐𝒓𝒏𝒆

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Han pasado varios días desde que el príncipe Daemon Targaryen fue expulsado de Desembarco del Rey por orden del Rey Viserys. La decisión se tomó tras el escándalo relacionado con la princesa Rhaenyra, que ha causado una ola de rumores y chismes en toda la corte. Se dice que tanto el tío como la sobrina, visitaron un lupanar y que la princesa heredera ha perdido su virginidad.

En el palacio, los susurros y comentarios más viles sobre el incidente se han propagado rápidamente, tanto entre criados como entre nobles. Sin embargo, todos tienen mucho cuidado de que estas habladurías no lleguen a los oídos de la familia real y de sus más leales súbditos. A pesar de estos esfuerzos, es prácticamente imposible evitar que la noticia llegue a quienes más importan.

El príncipe Aegon, hermano menor tanto del Rey Viserys como de Daemon Targaryen, es también tío de la princesa Rhaenyra, a quien adora y trata como una hermana menor. Durante el anochecer, Aegon ha venido a visitar a su hermano mayor, quien se encontraba en sus aposentos reales absorto en la majestuosa maqueta que ha venido armando durante años. El modelo de piedra blanquecina y caliza, es una increíble representación del Antiguo Feudo Franco de Valyria, una obra de meticulosa dedicación.

El Rey está tan perdido en la contemplación de su creación que ni siquiera nota la llegada de Aegon. No es hasta que su hermano menor le coloca suavemente la mano en el hombro que se da cuenta de su presencia.

— Aegon... — susurró Viserys, intentando esbozar una sonrisa como solía hacer siempre, fingiendo que todo estaba bien. Pero Aegon lo conocía demasiado bien. Le devolvió la sonrisa sin soltarle el hombro.

— Hermano... ¿sigues atormentándote?

— Siéntate — respondió Viserys, señalando una silla. Aegon la tomó y se acomodó a su lado, en lugar de mirar a su hermano prefirió observar la maqueta también, con una expresión que intentaba ser lo más entusiasta y tranquilizadora posible.

— Rhaenyra dijo que no sucedió nada... me lo confesó a mí, a ti, a la Reina. Todos le hemos creído, ¿por qué tú no?

— Daemon afirmó lo contrario.

— Daemon es un hijo de puta — dijo Aegon sin titubear, haciendo que Viserys lo mirara sobresaltado, claramente sorprendido por el lenguaje. Aegon lo miró a los ojos, aun sonriendo. — Amo a mi hermano, pero sabes que es verdad. Siempre ha sido así.

Viserys parecía querer reír, pero se limitó a observar la maqueta con una expresión seria.

— Ordené que le prepararan un té a Rhaenyra... esa era la prueba de fuego. Si no lo bebía, creería en ella... pero lo hizo, lo bebió. Es obvio lo que eso significa —reflexionó el mayor con pesar. Aegon se enderezó en su asiento y lo miró con cierta diversión.

— ¿Sabes cuáles son las posibilidades que se me ocurren? La primera es que mi sobrina botó el té solo para preocuparte. Ella tiene algo de la naturaleza de nuestro hermano, una inclinación por el caos... La segunda opción es que, si realmente ha perdido la virginidad, no hay razón para preocuparnos por un posible bastardo.

— Lo ves de forma simple —chasqueó la lengua Viserys, aún de mal humor mientras bebía vino, de su copa dorada.

Aegon continuó observándolo, su intención era brindar tranquilidad a su hermano y rey. Aunque no tenía hijos y no podía entender del todo, conocía a Rhaenyra desde que era una bebé. Sabía que la situación era delicada, pero no lo suficientemente grave como para desestabilizar a la familia.

— Rhaenyra ya no es una niña, querido hermano, es una mujer. Sabes que nosotros hicimos cosas peores a su edad.

— Hablas igual que Daemon, él dijo lo mismo para excusarse —replicó Viserys—. Nosotros somos hombres... no es lo mismo, Aegon.

𝐒𝐨𝐥 𝐲 𝐅𝐮𝐞𝐠𝐨 | 𝓐𝓮𝓶𝓸𝓷𝓭 𝓣𝓪𝓻𝓰𝓪𝓻𝔂𝓮𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora