𝐢𝐱. 𝑺𝒆𝒈𝒖𝒏𝒅𝒐 𝑱𝒊𝒏𝒆𝒕𝒆 𝒅𝒆 𝑨𝒖𝒓𝒚𝒐𝒏

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"El hilo se entrelaza con la aguja y comienza a dar forma al telar, comienza en nada y la nada se convierte en el total, cada punzada, cada movimiento forja el destino, cada punzada nos arrastra a lo inevitable, el telar es el vínculo, las punzadas aquello que lo forja, paso a paso, lentamente todo comienza a unirse para llegar a lo que corresponde..."  La princesa Helaena tarareaba estas palabras cuando sostenía la araña que su prima le había conseguido, aun sentada en el césped.

Cuando noto que Lady Daemma que hace unos segundos acompañaba al príncipe Aemond se estaba regresando en dirección al salón, Helaena la observo por el rabillo del ojo y elevo su voz mientras ella pasaba cerca de ella.

—¿Te aburriste? 

Daemma detuvo sus pasos en seco y se volteo para observar a la princesa con incredulidad, ya que no imagino que le hablaría, Helaena todavía seguía observando la araña y sus ojos no se apartaban pese a estar conversando con alguien a su alrededor.

—No... es solo que... —Daemma realmente no sabía que decir, no sabía si realmente le estaba poniendo atención o si su prima continuaba en su trance.

—Aunque no te observe, te escucho —respondió con una voz muy pacífica y suave.

—Al príncipe Aemond parece desagradarle las personas.

—Lo hace —confirmó la princesa sin pensarlo demasiado.

— Creo que mi presencia prolongada lo incómodo y por eso regrese... no aguanta a nadie más de cinco minutos, siempre ha sido así —Daemma hablaba en un tono burlesco y desinteresado, pero Helaena pudo notar que había algo de molestia en su voz.

—Tu no lo molestas... pero no sabe cómo hablarte... no tiene esa costumbre.

Aquellas palabras entraron fuertemente en la mente de Daemma, pero no la sorprendieron del todo, posiblemente porque en su interior lo sabía.

Comprendía que Aemond era horrible comunicándose porque no estaba acostumbrado a eso, de hecho, casi todos los hijos de la Reina y ella misma eran así, desconfiados, protocolares y les resultaba difícil manifestar sus sentimientos, ni Alicent ni el Rey Viserys eran particularmente cariñosos con sus hijos y nunca lo habían sido.

Por un momento Daemma pudo recordar cuando era menor y los visitaba en la Fortaleza Roja, escuchaba los comentarios de las criadas comparando a los príncipes, solían decir que los hijos de la princesa Rhaenyra eran más "amables, risueños, siempre escuchaban sus carcajadas y sus juegos¨.

Mientras que los de la Reina eran muy diferentes, cada quien en su propio mundo pese a ser hermanos, no había una relación realmente cercana entre ellos, como los hijos de la princesa heredera o como el caso de la propia Daemma con sus hermanos, eso en el fondo de su ser siempre lo había sabido y por alguna razón le generaba algo de malestar, pero ahora se encontraba ante Helaena, quien le estaba conversando cordialmente a su manera.

—Lo sé —dijo finalmente, pero la princesa no le respondió, de pronto Daemma pensó en algo y se le acerco bastante animada, Helaena lo noto y la observo con algo de extrañeza—. ¿Te gustan los insectos grandes? tengo un escorpión dorniense, el arácnido más grande que veras en tu vida.

La voz de Daemma era realmente alegre, casi como una niña que ansía mostrar un juguete o una mascota muy preciada a otra niña con orgullo y aunque Helaena la mirara como si ella fuera la extraña, se levantó del suelo y la observo con una mezcla de intriga y a la vez dicha, dejo ir la araña que tenía en las manos y le pregunto con algo de desconfianza.

—¿Es enserio? 

—Claro, ¿por qué te mentiría? —el rostro de Helaena pareció iluminarse como si le hubieran dado la mejor noticia del mundo y por primera vez vio en ella una sonrisa radiante, era como una verdadera niña, pese a ser unos años mayor.

𝐒𝐨𝐥 𝐲 𝐅𝐮𝐞𝐠𝐨 | 𝓐𝓮𝓶𝓸𝓷𝓭 𝓣𝓪𝓻𝓰𝓪𝓻𝔂𝓮𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora