🎃 DK 🎃

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Canción recomendada:

🎵 Judas — Lady Gaga 🎵

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The purge.

Dentro de la ciudad de Seúl había una tradición que se hacía cada año, una noche con total libertad. Donde todo se consideraba legal.

Yo no lo sabía, no estaba enterada de la práctica que hacían en este lugar, hasta que me tocó vivirlo en carne propia, sin advertencia alguna y poniendo mi vida en peligro.

Cuando salí de la oficina, me encontré con las calles desoladas y en completo silencio. Se me hizo raro y revisé la hora.

—Vaya, las siete cincuenta y ya no hay nadie en las calles —me dije a mi misma, sin darle importancia y comencé a caminar hacia la estación de autobuses.

Las luces estaban apagadas, apenas podía ver la calle gracias al poste de luz en la esquina. Miré por todos lados sin encontrar nada, ni nadie. Apreté los labios sintiéndome sin aire al no ver rastros del autobús que me llevaría a casa.

Supe que algo andaba mal, los escalofríos en mi espalda se hicieron presente y traté de idear un plan para llegar lo más pronto posible a casa. Debería caminar aproximadamente diecisiete cuadras para refugiarme de la extrañeza que ocurría en este momento. Decidí no perder más tiempo y comencé a caminar, sosteniendo bien la bolsa en mi hombro y metiendo las manos en la bolsa de la chamarra que llevaba puesta.

Trataba de que mis pasos no resonarán tanto en el asfalto para que así no llamara la atención, aunque lo dudé al no percibir nadie alrededor. Antes de poder llegar a la esquina de la siguiente cuadra, una camioneta blindada color negro se orilló y de ella, bajaron varias personas con el rostro cubierto con una máscara bastante extraña.

El miedo se apoderó de mí y me quedé quieta en mi lugar al no saber que hacer. Observé como golpearon el vidrio de un local con un bate y este se rompió en miles de pedazos, la alarma de seguridad comenzó a sonar, pero nadie se inmutó. Dos de ellos se adentraron a la tienda y comenzaron a sacar cosas. Estaban robando.

Quise retroceder en completo silencio, para perderme y evitar problemas con ellos, pero al dar un paso hacia atrás, pisé una hoja seca y se rompió causando un sonido apenas perceptible y uno de ellos lo escuchó.

Giró su cabeza y apenas pude ver los ojos a través de los dos orificios de su máscara. No se movió ni un milímetro, pareciera que analizó la situación y permaneció en silencio. Algo en su postura me dijo que podía escapar, correr lejos hasta perderme.

—Hey, DK. No te quedes ahí parado, ¿qué estás....? —no terminó su pregunta cuando miró en dirección mía y notó mi presencia —. Tenemos una intrusa —comentó provocando que todos me miraran.

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