S.Coups.

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Canción recomendada:

🎵 Everywhere — Fleetwood Mac 🎵

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La amistad entre SeungCheol y Joshua inició cuando nos mudamos a Seúl, hace veinte años, porque a papá lo habían transferido a esa sede y no quería separar a la familia

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La amistad entre SeungCheol y Joshua inició cuando nos mudamos a Seúl, hace veinte años, porque a papá lo habían transferido a esa sede y no quería separar a la familia. Así que nos mudamos para empezar una nueva vida en Corea del Sur.

Yo apenas tenía tres años, así que no recuerdo el proceso de la mudanza. Lo único que recuerdo fueron las miradas de asombro y confusión cuando papá nos presentó a sus compañeros de trabajo. Observaban a mamá, después pasaban a Joshua y terminaban conmigo, preguntándose como es que yo no tenía rasgos asiáticos. Incluso bromeaban con papá diciendo que yo no era su hija y que mamá había conocido a un tercero en discordia.

—No es mi hija de sangre —decía papá riendo nervioso —, es adoptada —susurraba al final por miedo de ser criticado.

Aquellas miradas juzgadoras fueron persistentes a lo largo de mi vida. Siempre acompañadas de la misma pregunta: ¿qué pasó con sus padres?

Nadie lo sabía con certeza, el orfanato solo sabía que había sido dejada a mi suerte frente a su puerta y pronto comenzaron a buscarme un hogar. Fue ahí cuando encontré una familia con los Hong, quienes me abrigaron y me aceptaron como una hija, a pesar de no tener descendencia coreana.

Una vez establecidos en Seúl, mamá comenzó a buscar escuelas para Joshua y para mi. Asistiríamos a la misma escuela, pero yo iría unos años más abajo que él.

Él siempre fue más social, extrovertido y alegre, mientras que yo permanecía callada en cada ocasión, tímida e introvertida. No compartíamos los mismos genes, pero aún así éramos los dos lados de una moneda, completamente diferentes.

A los pocos meses de empezar la escuela, comenzó a tener amigos y a llevarlos a casa para jugar fútbol en el pequeño patio que teníamos. Yo me dedicaba a observarlos a través de la ventana, porque mamá no me permitía jugar con ellos.

—Son muy bruscos y pueden lastimarte —decía cada vez que le pedía permiso para jugar con ellos.

Los miraba con tristeza y esperanza de crecer rápido para poder jugar con ellos. Uno de los amigos de Joshua, JeongHan, me dejaba jugar y siempre me trataba como una princesa.

—Te toca —me decía colocando una pelota frente a mi para patearla hacia la portería —. Imagina qué hay un círculo arriba de la cabeza de SeungCheol, patea la pelota en esa dirección —susurró agachándose a mi lado.

Sonrojada baje la cabeza hacia la pelota al ver la mirada juguetona de Cheol esperando algún movimiento.

Ese día jamás lo olvidaría, no después de haberle pegado en la frente con la pelota. La marca en su rostro desapareció en unas horas, pero la vergüenza persistió durante varios días, incluso años.

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