Vernon.

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Canción recomendada:

🎵 Forget Your Name — Rosie 🎵

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Conocí a Hansol cuando estábamos en la secundaria

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Conocí a Hansol cuando estábamos en la secundaria. Era el niño peculiar con rasgos asiáticos que llamaba la atención por la mezcla en su sangre, mitad estadounidense y mitad coreana.

Su personalidad fue lo que me llamó la atención, ni sus ojos o sus largas pestañas, o tal vez un poco si era honesta. La manera en que era raro en su propio mundo, me hacía pensar en que de verdad era un muchacho único en este planeta.

Pronto nos hicimos amigos después de hacer un proyecto juntos donde teníamos que exponer nuestros objetivos en la vida. En su lado de la cartulina, escribió con un marcador negro y bien remarcado que quería ser un rapero conocido por la profundidad de sus letras.

—¿En serio puedes estudiar eso? —le pregunté mirando como dibujaba notas musicales alrededor de su plan de vida.

—Puedes estudiar cualquier cosa, tontita —dijo obvio sin mirarme —, en Corea del Sur existen empresas donde puedes audicionar y ser famoso.

Lo miré asombrada al notar su seguridad cuando le expuso a todo el salón que sería el rapero más famoso de Corea del Sur y que lo lograría a través de las canciones que ha escrito. Por mi parte, apenas pude colocar algunos objetivos sin saber que hacer con mi vida.

Cuando cursábamos la preparatoria, Hansol y yo comenzamos a salir después de una fiesta, en esos juegos de verdad o reto donde lo habían retado a besar a la muchacha que se le hiciera más bonita en el cuarto. Desvíe la mirada sintiéndome mal por imaginar que Hansol no me escogería a mí, pero al sentir una leve presión en mis labios y verlo frente a mí, casi provocaba que me desmayara. Días después, nos atrevimos a usar la etiqueta de novios.

Antes de entrar a la universidad, en una de nuestras tantas citas en el parque, un señor se acercó a él y lo invitó a audicionar para una empresa coreana especializada en entretenimiento. Los ojos de Hansol se iluminaron en ese momento y junto a él, la emoción se hizo presente cuando sus padres le dieron permiso para audicionar.

Ese día, lo acompañé y estuve presente en su audición contemplando la facilidad de palabras que emitía su boca, con un ritmo suave y hablando sobre los problemas del mundo. Los jueces aplaudieron al final provocando que él se sonrojara. Le dieron un pase automático sin siquiera hacer otra audición.

Su papá lo acompañó hasta Corea del Sur cuando le dijeron que tendría que entrar en un periodo de entrenamiento antes de debutar en la siguiente banda de la empresa.

—Serán unas cuantas semanas —me dijo un día antes de irse —, regresaré pronto. Lo prometo.

Fue lo último que dijo antes de despedirnos.

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