MinGyu.

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Canción recomendada:

🎵 Let Me Go — Gary Barlow🎵

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—¿Qué te parece él? —escuché la voz de Shua a mi lado

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—¿Qué te parece él? —escuché la voz de Shua a mi lado. 

—No —dije de inmediato sin mirar hacia dónde me señalaba. 

—Bella... —susurró y pude verlo de reojo cómo ladeaba su cabeza dejando salir un suspiro lleno de cansancio —, si tan solo me escucharas... 

—No lo haré. Ya te dije que así estoy bien —sentencié sintiéndome incómoda ante su insistencia y bajé la mirada para evitar ver a la gente que me miraba con rareza, pues no había nadie a mi lado. 

Joshua no estaba conmigo, Joshua no estaba vivo. 

Era la única que podía verlo, la única que podía hablar con él aún después de haberse marchado. El fin de nuestra relación fue trágico y fugaz. Le arrebataron la vida injustamente, dejándome sola en esta vida, sin él a mi lado y sin su toque cada noche. 

Íbamos a casarnos, ya teníamos todo listo y solo esperábamos la fecha de manera ansiosa, hasta que ocurrió el accidente dónde un conductor en estado de ebriedad le arrebató la posibilidad de vivir esa experiencia. El recordar ese momento me partía el corazón y solo quería soltar las lágrimas de tristeza y llenas de depresión. 

La llamada del hospital notificándome que había tenido un accidente y que no pudieron hacer nada para salvarlo me terminaron de derrumbar. Murió instantáneamente y me pedían ir a reconocer su cuerpo. 

Verlo inerte en esa mesa de metal, con su pecho al descubierto y con una sábana blanca cubriendo la mitad de su cuerpo, con las heridas en su rostro con la sangre seca y su piel pálida llena de rasguños provocados por el vidrio. Recuerdo haberme acercado a él con miedo, esperando a que se moviera o a que abriera los ojos, pero no lo hizo. Permaneció quieto. 

—Joshua —susurré en voz muy baja para no asustarlo —, mi amor... 

Me atreví a rozar su mejilla fría con la punta de mi dedo y el contraste de lo caliente con mi mano me hizo soltar un sollozo, dejándome caer sobre su cuerpo para sentir lo friable que estaba. Acaricié su mejilla para despertarlo, pero no lo hizo. 

—Por favor —le pedí entre lágrimas —, no me dejes. No te vayas, mi amor. Nos vamos a casar...

Peiné su cabello reseco por la sangre, mis lágrimas cayeron sobre su pecho resbalándose hasta caer sobre la mesa. 

—Abre los ojos, mi amor. Por favor —le pedí soltando sollozos y sintiendo líquido escurrir de mi nariz —. Regresa y dime que no te has ido. Dime que sigues aquí conmigo. 

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