DK.

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Continuación de su historia favorita y que tanto me han pedido: 

DK como beisbolista. 

Un agradecimiento por todo el apoyo que me dan, ¡muchas gracias! Ya somos 100k. 

Seguiré escribiendo para ustedes. 

¡Disfruten!

Los Osos Doosan habían ganado cada uno de los juegos de la nueva temporada estudiantil y eso no era ninguna sorpresa para los amantes del deporte al saber que DK era el pitcher del equipo. Por el internet, se rumoreaba que varios reclutadores irían al último juego de la liga para ofrecerle algo a DK. 

—¿Irás? —me preguntó Dae mientras caminábamos a nuestra siguiente clase. 

—Claro que lo haré, no me he perdido ningún partido de la temporada —le dije con obviedad —, además, DK piensa que soy su amuleto de suerte. 

—Es tonto —murmuró SeungKwan —, eso no existe. 

—No lo sé, pero si a él le ayuda a concentrarse, estaré ahí para apoyarlo. 

—Solo lo haces porque es tu novio —musitó molesto —, nunca has ido a un partido de bádminton para verme jugar. 

Levanté los hombros de manera traviesa sabiendo que era verdad. Aprendí a amar el béisbol gracias a SeokMin y porque pasaba demasiadas horas viéndolo practicar sus lanzamientos hasta perfeccionarlos. 

Al terminar las clases, me dirigí a una cafetería cerca del estadio donde estaban practicando para comprarle algo de comer porque estaba segura que no había probado ni un bocado. Compré unos sándwiches y un postre para consentirlo un poco, junto con una bebida refrescante y me dirigí al estadio. Me detuve unos momentos al ver lo grande que era el estadio y sentí el orgullo instalarse en mi corazón al saber que SeokMin haría un gran trabajo hoy. 

—¿Tiene un pase? —preguntó el guardia de seguridad mirándome con sospecha y de mi mochila saqué el gafete que Min me había dado hace unos días, aunque al guardia no le pareció mucho cuando leyó que era parte del staff del equipo —. Adelante. 

—Gracias —murmuré con temor antes de entrar por las puertas traseras del gran edificio.

Recorrí el pasillo de memoria y cuando llegué a los vestidores, toqué la puerta antes de entrar para evitar incomodar al resto del equipo. 

—¡Llegó el amuleto! —gritó uno de los entrenadores cuando me vio entrar y levantó sus brazos de manera dramática. 

—No, solo es mi amuleto —dijo DK levantándose de su lugar —. No se roben mi suerte. 

—Envidioso —murmuró uno de sus compañeros. 

—Hola —me saludó con una sonrisa emocionada. 

—Hola —repetí —. Te traje algo de comer. 

—Basta, me harán vomitar —agregó el entrenador —. Vayan a un lugar donde no haya gente, por favor. 

SeokMin se sonrojó y movió su cabeza apenado, tomó mi mano y me pidió que lo acompañara. Lo seguí sin rechistar mientras observaba lo bien que se veía con su deportivo negro hasta que llegamos a una de las tantas entradas a las gradas. Subimos unos cuantos niveles y él tomó asiento y palmeó a su lado. 

—Mira —dije antes de sentarme, dejé las cosas sobre el asiento y giré mi cuerpo para que observara la camiseta que llevaba puesta. Él carcajeó nervioso al ver su nombre impreso en mi espalda y tapó su rostro —. Es mi camisa de la buena suerte. 

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