¿Te Conozco? (KimChay +18)

SideStory - DimaCao (Part III) [+18]

N/A: A que no esperaban que regresara tan pronto, eh.

■□■
○●■□■□■○●
■□■■□■
○●■□■□■○●
■□■

Macao se despidió de él el viernes a las once de la noche en la suite del Fitzgerald. El avión lo esperaba en el hangar y Alexei le dijo que prefería que no lo acompañara al aeropuerto. El pretexto: "la despedida sería más larga, más triste y complicada".

Un lugar familiar era mejor. Un beso, un abrazo y un adiós; justo como cada noche, la diferencia sería que en esta ocasión ya no lo vería por algún tiempo, uno corto. En dos o tres semanas podría visitarlo aunque fuera únicamente por un par de días.

Unas pocas semanas no eran mucho, sin embargo, cuando estás enamorado, el tiempo lejos de tu persona especial se siente infinito; y era justamente esa la razón por la cual Macao no estaba siquiera un poco afligido, porque la persona a la que había extrañado y añorado como si un par de días fueran años, como si dos días atrás no se lo hubiera follado en el baño… no era él.

—Nos vemos pronto.

—Nos vemos después.

—Te amo, Bug.

—Tan tierno, Lyosha. Ya lo sé. —Volvió a besarlo tragando el veneno de las palabras no dichas. Esas que jamás había pronunciado y que Lyosha nunca se animó a pedirle. A veces Macao se preguntaba por qué; y no podía evitar imaginar que la razón era mucho más perversa de lo que parecía. Como si a Alexei le sirviera más la culpa de su silencio que un "te amo" que de antemano sabía que no cambiaría nada.

Volvieron abrazarse y, acompañado de Felix y otros guardaespaldas de su familia, Macao lo vio partir desde el umbral de su puerta, observando la espalda recta y las miradillas traviesas que le echó de vez en vez hasta que se perdió en el ascensor con destino a la planta baja. Tan pronto como Alexei desapareció de su campo visual, retornó al interior de su habitación cerrando la puerta lentamente.

Un suspiro largo lo abandonó, la frente recargada sobre la madera y las palmas extendidas sosteniendo su peso. Otra vez la soledad se lo tragaba entero. De nuevo el silencio sepulcral, la culpa y el desasosiego.

La presión del pecho y una inquietud taciturna le invadió el cuerpo. Un agujero en el estómago y el aliento pesado y trémulo. Dio media vuelta dejando todas las luces encendidas; esa noche, la oscuridad no era su amiga.

Se debatió el echarle una llamada a Chay para preguntarle si no quería bajar al bar con él. Quizá la música y unos tragos podrían apagar las voces que murmuraban dentro su cabeza. El miedo que venía después. La ansiedad que hacía bambolear sus dedos con premura, con el deseo mal contenido de llamarlo a él.

"Ten paciencia y confía en mí".

Dejarlo había pasado por su mente, pero en cuanto supo que Alexei se marcharía a Australia todas sus resoluciones dieron un giro de 180 grados. Tal vez a esto se refería. Una vez con Alexei fuera de la fotografía, pasar tiempo juntos y visitar el Samyan sería mucho más fácil, pero, ¿Cuándo?

¿Cuánto tiempo debería esperar para verlo otra vez? ¿Cuánto más debía aguantar hasta tocar su piel?

Se pasó la mano por el cabello. El celular, boca abajo, descansando en su barriga y el deseo estallando en su vientre.

*Knock Knock*

Se levantó de golpe quedando sentado en el colchón, porque los golpes los reconoció a la perfección. Un recuerdo que traía consigo un caudal de fe y un montón de emoción. Salió de un brinco de la cama precipitándose a la entrada y, tan pronto como abrió la puerta, el brillo de su presencia lo cegó: su cuerpo enfundado por los pantalones de vestir negros, los zapatos Ferragamo de cuero y la camisa blanca slim fit remangada hasta los codos; los dientes blancos de colmillos prominentes, la nariz recta, los labios tersos y entrecerrados, la barba corta y acicalada; el cabello castaño claro bien peinado, el reloj, el par de anchos anillos plateados, la esclava de platino incrustada de diamantes, la cadena que rodeaba el cuello y descansaba encima de las líneas de su clavícula y su pecho; luego la fragancia de su perfume de "caminata de medianoche" y, por último, los cristalinos y afligidos ojos grises; aquellos que no se cansaba de mirar aunque a menudo lo pusieran triste.