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"Deseos y venganzas"

París, Francia

Actualmente


CLAIRE.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto, cubriéndome con la bata mientras me alumbra a través de la linterna de su móvil—. No puedes estar aquí.

—Que tierna eres, amorcito. —Me toma por sorpresa, aprovecho que los bastidores también están a oscuras porque no puedo evitar fruncir el ceño un poco desconcertada ante la pronunciación de aquel nuevo apodo. No me gusta, pero tampoco me desagrada del todo—. ¿A quién crees que le has estado modelando todos estos años, Claire? Soy el dueño de todo esto, a mi nadie me dice lo que tengo que hacer, por lo que si yo quiero estar cerca de mi prometida lo hago sin problema.

—¿Qué?

Eso explica el gran comportamiento que todos están teniendo con él desde que llegamos al establecimiento y la actitud extra amigable que algunas personas me han mostrado.

—Ya sé, yo tampoco entiendo como no nos hemos visto antes. Pero luego hablamos de eso, ¿si? —Siento como acaricia mi barbilla—. Toma tus cosas, por favor, que ya nos vamos. No quiero que estés más tiempo en un lugar donde no te aprecian lo suficiente.

No termino de apretar el nudo que mantiene la tela pegada a mi cuerpo lo suficiente para ocultar la ropa interior que llevo puesta, debido a que me toma de la mano para encaminarme a la salida.

—No iré a ningún lado así. ¿Acaso no notas que ni siquiera me he terminado de vestir?

—Si tuviera la oportunidad de verte bien créeme que no estaríamos ya aquí, estuviéramos aprovechando tu poca vestimenta en algún otro lugar —murmura, pegándome contra su cuerpo para apartarme del camino ya que un grupo de hombres pasa corriendo cerca de nosotros, seguramente serán los encargados de traer la luz de vuelta—. Y que digo, puedo tomar mi papel de jefe y mandar a todos al carajo para que me dejen estar a solas contigo en este momento. Me gustaría ver de cerca este conjuntito.

—¿Qué ha pasado? —cambio de tema, intentando ignorar su insinuación. Observo la caja de herramientas que llevan y la señalo para que él vea de lo que hablo.

—Han arruinado el espectáculo en su máximo punto calidad, un espectáculo muy interesante para mi. —Se quita su abrigo y me lo pone para cubrirme aún más. Como si no me hubieran visto millones de personas hace un momento—. Y ya sabes, siempre les doy venganza a quienes lo merecen, así que les he jodido el puto show.

—Entonces, la luz no volverá.

—No por un largo rato. —Se ríe y eso provoca que yo también lo haga.

—Eres increíble, Maxwell.

—Las cosas que uno hace por quienes... —Se queda callado un momento, intentando encontrar la palabra adecuada para completar la oración—. Las cosas que hago por ti, pulga.

Con la poca visibilidad que tenemos lo contemplo un largo rato, conteniendo las inmensas ganas que tengo por hacerle una pregunta que, sin duda, voy a realizar luego. Me reservo la conversación que definitivamente estoy ansiosa por tomar.

—Tú trabajo ya lo hiciste —retoma la conversación ante mi ahora silencio—. Muy espectacular, por cierto. Tomando ello en cuenta, no tienes nada más que hacer por aquí. Y ahora que les toca a ellos intentar hacer el suyo, y como yo ya vi lo que tenía que ver tampoco tengo nada que hacer aquí. Vámonos a otro lugar.

—De acuerdo, pero yo escojo el sitio —acepto su propuesta—. Aún tengo que ir por mis cosas, ¿me acompañas?

—A todos lados, siempre.

HUIDAS Y MENTIRAS (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora