Capítulo 9

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Paul

Después de la misma rutina, hoy decidí hacer los malditos ejercicios que no ayudan en ni mierda. Y la enfermera mucho menos, parece que nunca en su vida lo ha hecho.

—Asi no se hacen, si no sabes hacer tu trabajo para que te pagan. Eres una inutil, por lo menos la enfermera anterior sabía lo que hacía, mejor salte de mi habitación. Y cierras la puerta al salir —ordenó cansado de su ineptitud.

—Esta bien —contesta agachando la cabeza.

Escucho la puerta abrirse y veo a una chica. La miro de abajo hacia arriba viene con uniforme de enfermera, de seguro es la nueva. Esta vez mi padre tuvo buen gusto, está más o menos, pasable diría.

—¿Tú quién diablos eres? —Pregunto malhumorado.

—De seguro tú eres la nueva enfermera —dice la enfermera—, que bueno que llegaste. Gracias a Dios.

Hago una mueca de desagrado, el agradecido con Dios, debo ser yo, que al final se acordó de mí y va a desaparecer a esta enfermerucha de mi vida.

—Soy Emma Johnson, la nueva enfermera —se presenta la nueva víctima.

Emma, no suena nada mal. Pero es muy enana para mi gusto parece umpa lumpa.

—Soy Sophia, te enseñaré la rutina del Señor  Beckham —comenta la enfermera, que al fin sé su nombre—, acá tengo un horario, lo hice para tener todo organizado.

Lo revisa y frunce el ceño.

La enfermera parece cotorro enseñándole la rutina a Emma. Al terminar creo escuchar un susurro poco entendible.

Me recuesto en la cama, cierro los ojos no quiero hablar con nadie hoy, ni si quiera con la umpa lumpa.

Escucho como la de nombre olvidable, le explica todo a la nueva, los ejercicios que tiene que hacer la razón por la cual soy un miserable.

No me muevo, no voy a hablar para que se largue. Pero desgraciadamente empieza a hablar.

—Señor Paul, soy Emma seré su nueva enfermera —espeta y no respondo—. ¿La enfermera termino los ejercicios? —pregunta y la ignoro— puedo continuarlos, si no fue así.

Coloco mi brazo sobre mis ojos y espero entienda que no quiero hablar.

—Señor Paul, le estoy haciendo una pregunta —exclama y no hay respuesta de mi parte.

—Señor Paul, Señor Paul —repite y ya me está cansando.

—Señor Paul, acaso el accidente también lo dejo sordo —comenta—, hágamelo saber para aprender lenguaje de señas —no digo nada que hable sola—. Esta bien, le daré tres segundos para que conteste, si no lo hace confirmare que es sordo.

Nadie me dice que hacer, mucho menos ella que ni la conozco.

—Si no responde, me obligará a tomar medidas drásticas —amenaza, quién se cree, no es nadie para hablarme así.

No se mueve esperando a que conteste. Se aleja espero se vaya y me deje tranquilo. Escucho sus pasos se está acercando, que necedad.
Siento como se para frente a la cama, y de pronto cae agua sobre mi cara bajando a mi abdomen. Abro los ojos de golpe y ahi está ella con un jarrón de agua en la mano.

—¡¿Que haces estupida?! —Suelto enfurecido, retrocede.

—Le advertí, si me ignoraba me obligaría a tomar medidas drásticas —responde y me enoja mas su descaro.

Tomo las sábanas y me seco con ellas. Es una atrevida sin gracia.

—Largate de aquí ahora mismo —digo enojado señalando la puerta—. Estás demente, pondré mi vida en riesgo estando contigo.

¿Amar Vale La Pena?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora