Capítulo 23

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Emma

Después de la muy incómoda conversación con el papucho, no se cómo llegar a su habitación.

¿Y sí, se dio cuenta que soy virgen? O ya de por sí, se piensa que soy puta.

No, él nunca pone asunto a nada. No puedo haberse dado cuenta, ¿O sí?

Empiezo a entrar en pánico, si piensa que soy virgen, ¿Es bueno o malo? Depende de lo que piense, talvez es bueno que sea virgen. ¿Y si le gustan con experiencia? No es bueno que sea virgen, me defiendo un poco con la teoría. Soy mentalmente puta y físicamente virgen. Pero si piensa que soy puta,
y le gustan vírgenes. ¿Quién sabe? ¿Será?, no creo.

Ya no sé ni lo que pienso.

«Solo ve y hazte la estúpida».

Gracias a Dios, tengo conciencia.

Este será un día bueno.
Este será un día bueno.
Este será un día bueno.

Vamos universo no me falles.
Me acerco a la puerta repitiendo lo mismo.

Este será un día bueno.
Este será un día bueno.

La abro con toda la confianza que pude reunir.

Pero verlo ahí sentado en la cama con el pelo desordenado, y sonriendo cuando me ve entrar.

Si muchachos, sonrio cuando me vio entrar.

Y todavía no me he vuelto loca. ¿O tendre esquizofrenia?. ¿Y si esto es una realidad inventada?

Será una pregunta sin respuesta. Porque real o no, quiero disfrutar.

Su sonrisa hace que mi confianza se disipe. Y mi cerebro entre en colapso.

Y correspondo su sonrisa como adolescente hormonal enamorada. Pero como resistirme a él, si es todo un papucho.

—Malos días, Paul —salgo del encanto—, esperemos este sea un buen día de mierda.

Me acerco a él, dejando en posición la silla.

—Malos días, Emma —se sube a la silla—. La mierda se acabó cuando tú llegaste.

Y termino de colapsar, ¡Es tan divino!

—Si sigues así me voy a enamorar —bromeo.

—Te enamoraste de mi desde que llegaste. —Asegura—, pero lo disimulas bien.

—No puedo disimular —exclamo—. De estar enamorada sería el primero en darse cuenta.

—Por algo me llamas papucho —rie.

—Me gusta más osito Po —se le borra la sonrisa.

—Cállate, umpa lumpa —se disgusta.

Salimos del baño, voy por su ropa. Y siempre es lo mismo, pantalones negros, camisa blanca.

—¿Para que te pones pantalones, si siempre estás en casa?

—¿Te estás desnuda en tu casa?

—A lo que me refiero es que, te arreglas mucho para estar dentro de cuatro paredes.

—¿Entonces tú piensas que me veo bien? —me muestra su perfecta dentadura.

Como todo un papucho —respondo en español.

Sonríe satisfecho con mi respuesta. Lo ayudo a vestir desayunamos, pero me pide que lo ayude a rasurarse.

—Si lo lástima me dice —indico—. Me cuesta hacerlo.

¿Amar Vale La Pena?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora