Capítulo 40

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Paul

Ya está anocheciendo y estoy en la misma posición. Emma, no ha vuelto.

—¿Traigo la cena? —pregunta Milene.

Espera una respuesta, pero no contesto.

—Supongo que no —se retira.

Quiero a Emma y no viene.

—Cariño tienes que comer —llega Grace.

No hago ningún movimiento, ¿Cómo fui tan estupido?

Voy a perderla.

—Emma, no quiere venir —la mención de su nombre logra mi atención— Noah y Mía, intentaron hablar con ella, pero su amigo no los dejo pasar.

¿Amigo?

—Siguieron insistiendo, pero fue imposible, su amigo no se dejó convencer —de seguro fue el tal Jade.

Asiento y vuelvo a mi posición.
Pero me duele la espalda lo que me obliga a pedirle ayuda a Grace.

—Ayúdame a subir a la cama —levanto mis brazos.

Lo hace, con dificultad lo logra. Soy pesado y eso a Emma no le importaba con tal de ayudarme.

Y lo mandé todo a la mierda en un solo día.

—Lograrás solucionarlo —Grace intenta animarme.

—¿Y si no?

—Será una dura lección —deja un beso en mi frente— Maldigo a esa puta.

Susurra y logró escuchar.

—Que tengas buenas noches —se despide.

«Malas noches», tendría que estar Emma aquí conmigo.

Ya me acostumbré al calor de su cuerpo junto al mío.  Me desvelo martirizado con mis lamentos. Duermo al menos una hora, pero el sol en la cara logra despertarme.

Esta amaneciendo, y no está Emma conmigo.

—Señor, buenos días —es Milene— Necesita que lo lleve al baño.

Vuelvo a cerrar lo ojos sin ánimos de nada.

—¿Traigo su desayuno? —acerca la silla.

Con mi brazo cubro la luz que me molesta.

—Cierra las cortinas y vete —demando.

—No ha comido desde ayer.

—Cierra las cortinas y vete —ordeno tajante.

—Sí, señor —obedece.

¿Qué estará haciendo? Pensando que soy una escoria.

¿Será que ya desayunó? Tiene la costumbre de no comer, porque no le da hambre, la mayoría de veces la obligo a hacerlo.

¿Me extrañará? Porque yo no encuentro razón para sonreír sin ella.

Y solo va un día, que será de mi si no vuelve. Que se vaya, pero no enojada conmigo, porque sé que regresara.

Pero se fue odiándome y me duele.

Recuerdo sus ojos llorosos, su cara de decepción y todo por mi culpa.

—¿Te vas a volver vampiro o que? —llega Thomas a molestar.

El odio hacia mi mismo crece cada vez más.

—¿Ya tienes los colmillos o interrumpo tu transformación? —abre las cortinas.

Pongo una almohada sobre mi rostro para cubrirme de la luz del sol.

¿Amar Vale La Pena?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora