Capítulo 36

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Emma

¡El regalo perfecto! Tengo el regalo perfecto para Paul.

Salí desde temprano avisé a Milene para que sea ella quien lo ayude.

Paso de camino a la mansión, a la pastelería. No habrá fiesta será una convivencia familiar.

Sé que le encantará el pastel y también, el regalo.

—¿A las seis le harás una fiesta  a Paul? —dice Mía incrédula.

—Sí —es fastidioso hablar por teléfono ya están todos sabidos de esto, me faltaba ella.

—A él nunca le han gustado las fiestas.

—Es una convivencia familiar —aclaro.

—Es lo mismo —asegura.

—¿Vas a ir? —ya estoy dudando de mi plan.

—Por supuesto, no me lo perdería —por fin a alguien le alegra.

—Pero con una condición —necesito un trato.

—¿Qué?

—Dile a tu padre —espeto.

—Si será tu suegro, tienen que dejar el odio de lado —ya todos se cansaron de su actitud.

—Díselo a él, yo no hago nada.

Entro a la casa, mi plan es un poco arriesgado.

—Te espero puntual y lleva un regalo —digo antes colgar.

—¿Condones? —bromea.

—Muchos —escucho su risa y cuelga.

Tendré mi primera vez con Paul, no sé cuando. Lo que me importa es que será con él.

Dejo el pastel en la nevera, y voy a la habitación de Paul. La convivencia familiar será sorpresa.

—Hola, papucho —esta frente a la ventana, no me escucha porque tiene audífonos puestos.

Me acerco por detrás acariciando su torso, besando su mejilla. Sonríe quitándose los audífonos, besando mis manos.

—Hola, papucho —me nuevo quedando en frente.

—Bonita —sus besos se han vuelto la mejor parte de mis días.

Me recuesto en los reposabrazos de su silla.

—¿Dónde estabas? —es lo primero que dice.

—Fui a ayudar a Jade, con el vestido para Clara —hago mi mejor intento para que no note que estoy mintiendo.

Agudiza la vista como si esa forma pudiera ver a través de mí.

—¿Quieres hacer los ejercicios? —dice no muy convencido.

—¿Me esperas un segundo?

—¿Para qué?

—Tengo algo importante que hacer —esta vez no miento.

Tengo que explicarle a Milene, lo que tiene que hacer.

—Esta bien —frunce el ceño confundido, no le dije nada de su cumpleaños.

No me deja salir sin antes besarme. Muerde mi labio y solo me recuerda ese momento.
Le sentí la erección que tenía por mi causa. Y... se sintió muy grande, de solo pensarlo me ruborizo.

Era muy grande.

«Que rico».

La conciencia es traicionera, pero no dice nada que no sea verdad.

¿Amar Vale La Pena?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora