La familia rindió honores al muerto por la tarde. Jimin fue a buscar a las hermanas de Tolly a la habitación distante que les habían asignado.
Estaban esperando, pálidas pero sosegadas, juvenilmente vulnerables en sus trajes de muselina negra. Jimin las estudios con ojos expertos y luego asintió.
—No están mal —dijo. Las chicas se acercaron a él vacilantes. Era obvio que temían lo que estaba por llegar. Jimin les sonrió para darles ánimo.
—Su primo no me ha dicho vuestros nombres.
—Yo soy Amelia, señorito Park —dijo la más cercana a él haciéndole una reverencia.
—Y yo Amanda —añadió la otra, igualmente elegante, haciendo lo mismo que su hermana.
— Supongo que si las llamo «Amy», responden las dos. —Jimin arqueó las cejas.
—Pues sí —reconoció Amelia.
Aquella simple ocurrencia las hizo sonreír.
—¿Es cierto lo que ha dicho Diablo? —preguntó Amanda, poniéndose seria de nuevo—. ¿Sabe lo que es perder a un ser querido?
—Sí —respondió Jimin, mirando sus ojos ingenuos—. Perdí a mis padres. Sufrieron un accidente de carruaje cuando yo tenía dieciséis años.
—¿Murieron los dos? —Amelia parecía pasmada—. Debió de ser terrible, peor que perder un hermano.
Con una cierta rigidez, Jimin inclinó la cabeza.
—Perder a cualquier miembro de la familia siempre es duro, pero cuando nos dejan, tenemos que seguir adelante. Es una deuda que tenemos con ellos, con su recuerdo, y con nosotros mismos.
Aquel comentario profundo dejó sorprendidas a las dos chicas y Jimin las condujo hacia las escaleras camino de la capilla privada situada junto a la galería.
Las gemelas hicieron un alto en la puerta y observaron los negros atavíos de sus tíos y tías y de sus primos mayores, todos callados y cabizbajos.
Las dos reaccionaron como Jimin esperaba : sus espaldas se pusieron tensas, respiraron hondo, irgieron los hombros y entraron despacio la silenciosa sala. Tomadas de la mano, se acercaron al ataúd, colocado sobre unos caballetes ante el altar.
Amparado por las sombras de la puerta, Jimin contempló lo que, en esencia, era una escena de su pasado. La sombría paz de la capilla lo atrajo e iba a sentarse en el último banco cuando Diablo lo vio. Vestido con chaqueta y pantalones negros, camisa blanca y corbata negra, parecía exactamente lo que era: un hombre diabólico y muy guapo y el jefe de su clan. Situado junto al ataúd, arqueó una ceja con una expresión mezcla sutil de invitación y desafío.
Tolly no estaba emparentado con Jimin, pero él había presenciado su muerte. Dudo un instante y luego siguió a las hermanas de Tolly por el pasillo.
Las gemelas avanzaron, la una pegada a la otra, y se sentaron en el banco contiguo al de su llorosa madre. Jimin se detuvo y miró la inocencia que ni siquiera la muerte podía borrar. Como había dicho a las chicas, el rostro de Tolly estaba relajado y sereno, sin señales de la herida que tenían el pecho. Sólo la terrible palidez de su piel atestiguaba que no volvería a despertar.
Jimin había visto la muerte otras veces pero nunca como entonces. A los muertos anteriores se los había llevado Dios y, aparte de dolerse por ellos, no había nada que hacer. A Tolly se lo había llevado un hombre y las consecuencias serían por completo diferentes. Frunció el entrecejo.
—¿Qué ocurre? —La voz de Diablo sonó a sus espaldas, grave.
Jimin se volvió y, buscó sus ojos. Diablo lo sabía, cómo no iba a saberlo. ¿Por qué, pues...? Un escalofrío recorrió su alma. Temblo y desvió la mirada.
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Diablo Jeon
RomanceEl joven Omega Park Jimin trabaja como institutor pero tiene otros proyectos para su vida los cuales no incluyen el matrimonio. sin embargo acontecimientos inesperados cambian sus planes drásticamente comprometiéndolo con el miembro más libertino de...