Capítulo 63

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Cuando Sligo llegó ante la puerta con su carga, Webster le abrió la puerta de par en par y pidió refuerzos. Luego ayudó a Sligo.

Jimin caminaba de un lado a otro de la galería retorciéndose las manos de impaciencia cuando oyó ruido. Entre susurros de seda y plumas, corrió hacia la barandilla, pero lo que vieron sus ojos no lo tranquilizó, precisamente.

Webster y Sligo cargaban un cuerpo.

Jimin palideció.  Su corazón dejó de latir unos instantes y tenía tal opresión en el pecho que no podía respirar. Entonces advirtió que el cuerpo no era el de su marido y se sintió invadido por un alivio que lo dejó aturdido. Al cabo de un momento, su marido cruzó el umbral, tan elegante como siempre. Veleta lo seguía, con tres espadas y un bastón en la mano.

Jungkook llevaba su bastón con empuñadura de plata. Estaba manchado de sangre y el dorso de su mano izquierda también.

Jimin se olvidó de todo y entre frufrú de seda y plumas que se desprendían de la bata, bajó corriendo la escalera.

Sligo y dos criados atendían al mozo inconsciente y Webster cerraba la puerta. Veleta lo vio y agarró a Diablo por el codo.

Éste alzó la mirada y consiguió contener una exclamación. La bata de su esposo no era transparente pero dejaba muy poco a la imaginación. La suave seda se pegaba a sus redondeados glúteos y a sus largas extremidades. Diablo encajó la mandíbula, se tragó una maldición y lanzó el bastón a Webster antes de que Jimin se echará en sus brazos.

—¿Estás herido? ¿Qué ha ocurrido? —Frenético, pasó las manos por su pecho en busca de heridas. Luego retrocedió un paso y lo examinó.

—Estoy bien. —Lo tomó en brazos y empezó a subir la escalera utilizando su cuerpo para ocultarlo de las miradas del vestíbulo.

—¡Pero si estás sangrando! —Jimin se revolvió e intentó seguir examinando las heridas.

—Sólo es un rasguño. Cuando lleguemos a la habitación podrás curármelo —dijo Jungkook, haciendo hincapié en las últimas palabras. Cuando llegó a lo alto de las escaleras, miró a su primo y le dijo—: Nos veremos mañana.

—De acuerdo. —Veleta le devolvió la mirada.

—¿La herida está en el brazo o en la mano? —Jimin se debatía entre sus brazos para seguir examinándolo.

—En la mano. —Diablo contuvo una maldición —. Estáte quieto. —Lo abrazó con más fuerza—. Si vas a esperarme despierto y salir a recibirme frenético, tendrás que ponerte una bata más adecuada.

Aquel suscinto comentario no impresionó a Jimin en absoluto.

Resignado, el alfa lo dejó en el suelo y se rindió a lo inevitable. Obediente, se quitó la camisa, se sentó en el borde de la cama y dejó que él le curase el corte. Respondió a todas sus preguntas con la verdad. Al fin y al cabo, al día siguiente lo sabría de labios de su doncella.

La señora Hull apareció con vendas y un frasco de bálsamo. Entre los dos, le pusieron el doble de vendas de lo que él creía necesario pero no dijo nada y se sometió dócilmente a sus manos. Antes de salir, la señora Hull le dirigió una suspicaz mirada.

—¡Espadas! —prosiguió Jimin con voz irritada—. ¿Qué clase de rufianes atacan a los caballeros con espadas? Eso tendría que estar prohibido.

Jungkook se puso en pie, lo tomó de la mano y lo llevo al otro lado de la habitación. Se detuvo ante el botellero, sirvió dos vasos de brandy y, los cogió los dos con la misma mano y tiró de Jimin, cuya letanía de exclamaciones se iba agotando gradualmente. Cuando llegaron al sillón que había ante el fuego, se dejó caer en el, sentó a Jimin en su regazo y le tendió un vaso.

Diablo JeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora