Capítulo 24

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La casa de los Jeon en Grosvenor Square era mucho más pequeña que la mansión de Somersham. Sin embargo, tenía el tamaño suficiente para que en ella se perdiera un batallón, algo que sugerían los extraños individuos de porte militar que la poblaban.

Jimin se cruzó con el mayordomo Sligo en el vestíbulo y lo saludó con la cabeza al tiempo que se preguntaba por la idiosincrasia de Diablo Jeon.

Dos días antes, a su llegada al atardecer, le había sorprendido el delgado, fibroso y jorobado Sligo. Tenía un rostro redondo como la luna llena y cargado de inquietudes y pesares. Su vestimenta era seria pero el corte de las prendas dejaba que desear. Hablaba con brusquedad, como si aún estuviera en un cuartel.

Más tarde, Jimin preguntó a la duquesa madre. Por lo que ésta le contó, supo que es Sligo había sido el ordenanza de Jungkook en la guerra. Era un admirador incondicional de su antiguo capitán. En la desbandada, se había limitado a seguirlo. Jungkook lo nombró su factótum (persona de plena confianza y que en nombre de está despacha sus negocios) principal y Sligo se quedaba en St. Ives como cuidador cuando la familia no estaba en la casa. Cuando su amo estaba afuera, intuyo Jimin, Sligo volvía a su cargo anterior, lo cual significaba que se dedicaba a las tareas de vigilancia.

Un criado le abrió la puerta que daba a  la sala del desayuno.

—Hola, querido. —Magnífica, la duquesa le sonrío desde el extremo de una elegante mesa.

Jimin le hizo una reverencia y luego inclinó la cabeza hacia Jungkook.

—Su alteza —dijo.

—Espero que hayas dormido bien —repuso él tras devolverle el saludo y mirándolo de arriba abajo. Con un gesto, llamó a Webster para que le apartara una silla, justo la que estaba a su lado.

—Sí, he dormido aceptablemente bien.

Jimin miró las otras nueve sillas vacías en torno a aquella mesa tan bien dispuesta, se recogió el faldón de la chaqueta y dio las gracias a Webster cuando éste le sirvió el té. El día anterior había estado ocupado deshaciendo el equipaje e instalándose. Un chubasco había partido  la tarde en dos y lo más cerca que había estado de la plaza había sido a través de las ventanas de la sala.

—Le estaba diciendo a Jungkook que esta mañana tenemos pensado ir a las modistas y me cuenta que, en estos tiempos, la nobleza elige a las modistas según la edad.

—¿La edad? —Jimin frunció el entrecejo.

La Duquesa asintió al tiempo que untaba de mantequilla y mermelada una tostada.

—Al parecer, es conveniente que yo siga yendo a la vieja Franchot, pero en tu caso es mejor que acudas a... —Miró a su hijo—. Qu'est-ce que? (Quién es)

—Celestine —respondió él.

Jimin lo miró con ceño y él le devolvió una mirada aburrida.

—Es muy simple. Si quieres turbantes y fustanes de algodón (tela gruesa de algodón con la que se fabricaban enaguas, jubones, etc) ve a Franchot. Si te gustan los volantes, madame Abelard es la mejor. Para los inocentes señoritos de campo... —Hizo una pausa rozando brevemente con la mirada el magnífico encaje de Jimin—. Me han dicho que la mejor es mademoiselle Cocotte. Pero si buscas verdadera elegancia, solo hay un nombre: Celestine.

—¿De veras? —Jimin bebió un sorbo de té, dejó la taza y se preparó una tostada—. ¿Y esa Celestine tiene taller en Bruton Street?

—¿Dónde, si no? —Diablo arqueó las cejas. Vio que Sligo se acercaba con una bandeja de plata llena de cartas. Las cogió y echó un vistazo a los sobres—. Creo que si paseas por Bruton Street encontrarás muchas moditas de tu gusto.

Diablo JeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora