Capítulo 40

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Sus palabras sonaban graves, hipnóticas. Jimin no pudo apartar los ojos de las manos que le acariciaban los pezones contempló aquellos dedos largos que se los estrujaban, que giraban a su alrededor, que los retorcían, y se sintió traspasado por afilados cuchillos. Jadeó y echó la cabeza atrás. Notó su tórax desnudo detrás, y el vello que le acariciaba la espalda.

Jungkook llevó una mano a su cintura, atrayéndolo hacia él. Con la otra le sacó completamente la camisa deslizandola por sus brazos. Jimin comprendió sus intenciones y se puso rígido. Quiso protestar pero ninguna queja salió de sus labios. Él dejó que el pantalón también resbalase hasta el suelo. La exquisita prenda quedó alrededor de sus pies. Jimin estaba conmocionado y cautivado por la visión de aquellas manos que se movían con toda libertad por su cuerpo.

El omega oyó un leve gemido y supo que era suyo. Arqueó la espalda, echó la cabeza atrás y la apoyó en el hombro de Diablo Jeon. Sus sentidos registraban cada roce y cada caricia. Contempló todos los movimientos eróticos con los ojos entrecerrados. Entonces, Jungkook lo rodeó por la cintura y una de sus manos le sobó el pecho y la otra le acarició el estómago. Desde detrás, presionando con la rodilla para que abriera las piernas, rozó con los labios la delicada piel de su cuello.

—Sigue mirando.

Jimin obedeció y la mano de él descendió hasta que sus dedos empezaron a juguetear con su vello púbico; luego siguieron bajando, presionando hasta adueñarse de su miembro hinchado. Lo tocó con suavidad, encontró el calor de su lava fundida e intensificó las caricias. Jadeante y ansioso, la mano se deslizó a su entrada acariciando sus bordes lubricados, un intenso aroma dulzón se mezcló con el almizclado del alfa. Luego, Jimin notó la lenta e inexorable invasión de un largo dedo.

Las sensaciones se sumaban unas a otras y lo recorrían de pies a cabeza. La mano que acariciaba su pecho extendió los dedos y éstos se cerraron alrededor de un henchido pezón. Por voluntad propia, sus manos encontraron las de Jungkook y sujetaron sus anchas muñecas. El fino vello de sus antebrazos le rozaba la delicada piel de los suyos. Bajo los dedos de Jimin se movían unos músculos duros y unos tendones de acero.

La mano que él tenía en su entrepierna se movió. Un dedo lo penetraba y el pulgar presionaba y acariciaba los finos pliegues de su entrada.

En el omega estallaban relámpagos como fuegos fatuos, puras vetas de sensaciones primarias, el lobo fundido en su mente como uno solo. Su cuerpo se tensó y arqueó. Jimin jadeó. Las caricias del Diablo se prolongaron, cada vez más intensas, y las sensaciones de Jimin se arremolinaban y se elevaban en una vorágine de pasión.

—Sigue mirando.

Desnudo, ardiente, abrió los ojos y vio la mano del alfa acariciando su miembro. En su interior estalló una estrella. Las sensaciones se cristalizaron, ascendieron y luego se fracturaron, convirtiéndose en una lluvia de astillas  plateadas que recorrió su interior, derritiéndole los músculos tensados y haciéndole cosquillas bajo la piel.

La descarga.

La descarga lo barrió llevándose toda su tensión, sustituyéndola por un placer tan profundo que pensó que iba a morir. Sintió los labios de Jungkook en su piel y sus manos ablandarse en suaves e íntimas caricias. Un dulce olvido lo venció.

Cuando su cerebro volvió la realidad, Jimin se descubrió del todo vestido, apoyado contra el respaldo del diván. Ante él, Diablo se miraba en el espejo, poniéndose la corbata. Vio como sus diestros dedos hacían el nudo y sonrió.

Sus ojos se encontraron en el espejo y su sonrisa se ensanchó. El alfa arqueó una ceja.

Acabo de comprender —dijo Jimin, recostándose más en el diván— por qué no tienes criado personal. Como eres un lujurioso, no puedes confiar en los servicios de un criado que pueda ponerte en un aprieto.

Diablo JeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora