Capítulo 68

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Justo antes de las dos, Diablo subió, distraído la escalera del White's y se tropezó literalmente con Veleta, que estaba en la puerta.

—¡Vaya! —exclamó Veleta, retrocediendo—. ¿Dónde demonios te habías metido? Te he buscado en todas partes.

—Pues me sorprende que no me hayas encontrado —replicó su primo con una sonrisa—, porque he estado en todas partes.

Veleta frunció el entrecejo y abrió la boca para decir algo, pero Diablo le preguntó:

—¿Has comido?

Veleta asintió sin dejar de fruncir el entrecejo. Diablo tendió su bastón al portero y su primo hizo lo propio.

—Te lo contaré mientras comes.

El comedor estaba lleno de alfas nobles que ya tomaban el brandy.

Sirvieron a Diablo casi enseguida, empezó a comer el lenguado y arqueó una ceja.

—Ya te lo diré después —decidió Veleta, lanzando una torva mirada a los que tenían sentados cerca.

Diablo asintió y se concentró en la comida, encantado de tener una excusa para no hablar. No le apetecía explicar por qué había pasado la mañana dando vueltas por la ciudad, fatigando a los criados que Sligo había enviado que lo siguieran. Pensó que nunca le apetecería ya que su aflicción no mejoraba con el paso del tiempo. Y tampoco podía decirle a Veleta que esquivaba a su esposo, porque este le había dicho que lo amaba.

Lo había declarado en términos muy claros, con absoluta convicción.

Diablo bebió media copa de vino de un trago.

Le resultaba muy duro asimilar que su esposo, albergaba esos sentimientos, saber que afrontaría el peligro sin pestañear, que nunca retrocedería aunque se viera ante una intimidación que haría huir hasta un sargento de caballería, sólo porque lo amaba.

Sólo había un obstáculo, una dificultad en el camino.

Bebió otro sorbo de vino y siguió comiendo el lenguado. El dilema que lo había atosigado toda la mañana volvió a agobiarlo. Si le decía a Jimin cómo se sentía al saber que él lo amaba, si mencionaba siquiera esa declaración, estaría reconociendo a la vez la validez de su justificación para correr peligro, lo cual era algo que no estaba dispuesto a hacer.

Por lo que él sabía, en tiempos aciagos, todos los omegas de sus antepasados Jeon habían permanecido a salvo en casa mientras sus maridos salían al campo de batalla. Al parecer, la visión de Jimin era por completo distinta: tal vez porque era un omega hombre quería estar a su lado en primera línea.

Diablo comprendía esa actitud pero no podía aceptarla.

Explicar todo aquello no iba a resultar fácil, y mucho menos después de hacer una confesión que consideraba ineludible por una cuestión de honor.

Sentirse vulnerable era terrible, pero reconocer la vulnerabilidad, en voz alta, con palabras, era mucho peor. Y una vez pronunciadas, las palabras no podían volverse atrás. Todo ello significaría que le daba a Jimin una carta blanca como nunca le había dado a nadie. Y en vista de cómo había reaccionado al saberlo en peligro, a Diablo no le parecía prudente dársela.

No sabía si Jimin intuía su estado de ánimo, lo que sí sabía era que no podía permanecer mucho tiempo más en la ignorancia. No, Park Jimin lo sabría, lo cual significaba que lo único que podía hacer para apartarlo del peligro era suprimirlo. Tenía que colgar al asesino de Tolly por los pies.

—¿Que has averiguado? —le preguntó a Veleta, apartando a un lado el plato.

—Vayamos a la sala de fumar —respondió su primo con una mueca.

Diablo JeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora