Capítulo 17

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Dos días después, por la mañana, Jungkook bajaba la escalera principal, poniéndose los guantes. Cuando llegó al último peldaño, apareció Webster camino de la puerta.

—Vuestro birlocho (coche tirado por caballos de cuatro ruedas) está a punto, su alteza.

—Gracias. —Antes de llegar a la puerta, Jungkook volvió la vista atrás.

—¿Falta algo, alteza? —preguntó Webster con la mano en el tirador.

Jungkook se volvió mientras el mayordomo abría la puerta y vio que su coche esperaba ante la escalinata; a su lado había una figura ataviada de color lavanda claro.

—No, Webster —sonrió—.Todo está como esperaba.

Salió y se detuvo en Las sombras del porche para disfrutar de la imagen que ofrecía Jimin. Su futuro esposo tenía estilo, una elegancia innata. Llevaba el cabello peinado hacia atrás con unos finos mechones errantes que se rizaban sobre su rostro. Se protegía la piel con una sombrilla y llevaba guantes y botines de cuero oscuro. Su traje lavanda estaba cortado con gracia, entallado a su delgada cintura y realzando sus caderas y las curvas generosas de su trasero. Tuvo que hacer un esfuerzo para borrar la sonrisa lobuna de su rostro.

Con una expresión indiferente e imperturbable, Diablo bajó los peldaños.

Jimin lo vio aproximarse haciendo girar su sombrilla.

—Supongo que vas a la catedral, su alteza. Me preguntaba si puedo acompañarte. Me interesa mucho las iglesias antiguas. Creo que la del puente St. Ives es un excelente ejemplo de ellas.

—Buenos días, Park Jimin.

Se detuvo ante el omega, le tomó la mano libre y se la llevó suavemente los labios, besándole la muñeca que asomaba por encima del guante.

A Jimin casi se le cayó la sombrilla. Lo miró con su ceño e intentó calmar su acelerado corazón.

—Buenos días, su alteza.

Sin más palabras, sin la discusión que él esperaba ganar, Jungkook lo levantó en vilo para acomodarlo en el asiento. No le costó ningún esfuerzo. Él se vio obligado a calmar de nuevo los latidos de su corazón. Cuando él subió, tuvo que agarrarse al asiento porque se movió. Cuando se estabilizó otra vez, se compuso la chaqueta y jugueteó con la sombrilla.

Diablo cogió las riendas, despidió a su mozo de cuadras y arrancaron con brusquedad Jimin respiró hondo. Bajo los Robles, el aire frío le hizo recuperar de nuevo el sentido común y revivió los últimos minutos. De repente entrecerró los ojos, enojado, y se volvió hacia Jungkook.

—¡Tú lo sabías!

Él lo miró con una expresión un tanto condescendiente.

—Dicen que aprendo muy deprisa.

—¿A dónde me llevas? —preguntó Jimin, suspicaz.

—A St. Ives, a ver la iglesia del puente, ¿no? —En esta ocasión su expresión fue de pura inocencia.

Jimin lo miró a los ojos; eran transparentes como el cristal. Se volvió y vio que atado al birlocho iba un caballo.

—Vas a St. Ives a devolver el caballo que montaba Tolly la tarde en que lo mataron.

Supongo que no podré convencerte de que dejes ese asunto en mis manos. —Lo miró con expresión de enfado.

—¿Es el caballo de Tolly o podría ser el de su asesino? —preguntó el omega con ceño.

—Tiene que ser el de Tolly —respondió Jungkook con la mandíbula encajada—. Lo encontraron ensillado en un campo contiguo al bosque al día siguiente de la tormenta. Pertenece a los establos que Tolly utilizaba. Pero es probable que el asesino también huyera a caballo. —Ante ellos había un trecho recto. Hizo disminuir el paso de los caballos bayos y lo miró—: Park Jimin, tú encontraste a Tolly antes que yo, pero no tienes por qué participar en la búsqueda de su asesino.

Diablo JeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora