Capítulo 42

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Diablo huyó de la casa y se refugió en la galería Manton's. La tarde estaba avanzada y a esa hora muchos de los amigos que todavía estaban en la ciudad se acercaban por allí y pasaban un par de horas disparando a unas dianas en un ambiente de camaradería.

Miró los puestos de tiro y distinguió una cabeza morena. Se acercó y esperó que disparase la pistola antes de decirle:

—Vaya, hermanito, casi no has apuntado antes de disparar.

Richard volvió la cabeza y arqueó una ceja.

—¿Te estás ofreciendo a darme clases, hermano?

—Hace años que he desistido de enseñarte nada —replicó Diablo con una sonrisa—. yo pensaba en una competición amistosa o algo así.

—¿Diez libras cada diana?  —propuso Richard también sonriendo.

—¿Y por qué no quinientas todo el lote?

—Hecho.

Empezaron la competición. Los conocidos que se acercaron hacían comentarios jocosos, a los que los hermanos respondían con el mismo buen humor. Nadie que los viese juntos podía dudar del parentesco. Diablo era unos centímetros más alto y Richard carecía de su desarrollada musculatura, pero lo que más los diferenciaba eran los cuatro años que Jungkook le llevaba. Vistas por separado, las caras no se parecían ya que las facciones de éste eran más delgadas, más duras y austeras. En cambio, vistas una al lado de la otra, en ambas destacaban los mismos rasgos patricios, la misma nariz y cejas arrogantes, la misma barbilla agresiva.

Con una sonrisa, Diablo se apartó para que su hermano disparará. Aparte de Veleta, que era como su propia sombra, nadie estaba tan unido a él como Richard. Su similitud era muy profunda, no se limitaba sólo a lo físico. De todos los miembros de la hermandad Jeon, Richard era el que Jungkook más conocía y del que siempre sabía como reaccionaría... porque Richard reaccionaba exactamente como él.

El pistoletazo retumbó en todo el puesto. Jungkook vio que el orificio estaba a tres centímetros a la izquierda del centro de la diana. Utilizaban un par de pistolas cortas y una de las especiales de Manton's, era más larga. Aunque estaban todas bien equilibradas, a la distancia que disparaban, la máxima permitida en la galería, entre las armas había una gran diferencia. Utilizarlas de manera rotatoria los obligaba a tener que reajustar cada vez la puntería.

El ayudante que los atendía cargó la siguiente pistola. Diablo Jeon la sopesó en la mano. Richard se apartó. Diablo alzó el brazo. Su disparo dio en medio del centro y del disparo de su hermano.

—¡Tú siempre impulsivo, Jungkook! Con una décima de segundo más habrías mejorado tu disparo —oyeron decir a Charles, que apareció de improviso.

Richard, que estaba apoyado contra la pared, se irguió y su expresión hasta entonces relajada se tensó. Lo saludó con la cabeza y volvió a fijarse en el chico que cargaba las armas.

En cambio, la sonrisas de Diablo Jeon se ensanchó malévolamente.

—Como ya sabes, Charles, perder el tiempo no es mi estilo.

Charles parpadeó y arrugó brevemente el entrecejo.

Jungkook lo notó. Sin abandonar el tono cortés, le tendió la pistola recién cargada y dijo:

—¿Te importaría enseñarnos cómo se hace?

Charles fue a cogerla pero titubeó un instante. Luego tensó la barbilla y agarró la pistola. Se apartó de Diablo y se preparó. Flexionó los hombros una vez y luego alzó el brazo. Apuntó y tardó un momento más en disparar de lo que había tardado Jungkook. El centro de la diana desapareció.

Diablo JeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora