Capítulo 45

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*Dedicado a las golosas 😁

Jungkook consiguió no estrecharlo entre sus brazos y mantuvo las riendas firmes mientras le rodeaba el cuello y el omega se apretaba contra él, incitándolo a que lo poseyera. Lo sujeto por la cintura y respondió a su invitación. Jimin se entregó a él, ofreciéndole sus labios trémulos, su boca, como una dulce caverna que llenar, explorar, conquistar...

Jimin lo retuvo, absorbió su aliento y luego se lo devolvió. Las manos de Diablo Jeon se deslizaron hacia sus caderas. El camisón no era más que una finísima gasa de seda. Diablo bajó las manos hasta las rodillas y empezó a ascender despacio, notando como la seda resbalaba en la piel de satén mientras los pulgares describían círculos en la cara interna de sus muslos. Cada vez más arriba, centímetro a centímetro, sus manos subieron y las piernas del omega se tensaron y luego temblaron.

Jungkook detuvo los pulgares justo en los suaves rizos de su sexo. Interrumpió el beso, lo miró y espero que abriera los ojos. Cuando lo hizo, atrapó su mirada y describió dos círculos más.

—Una vez te posea, no habrá vuelta atrás.

—¡Sea! —En los ojos de Jimin brilló la determinación.

Sus labios se encontraron de nuevo y Diablo Jeon se aflojó. Entre ambos se encendió el deseo, caliente y urgente, y luego la pasión.

Jimin notó el cambio producido en el alfa, sintió que sus músculos se endurecían y que las manos que acariciaban sus muslos se cerraban alrededor de éstos. Una mano se deslizó hasta sus nalgas y él sintió el calor febril de su piel. Lo acarició despacio, describiendo lentos y sensuales círculos. Jimin se sentía transportado entre los movimientos de la seda que susurraba entre la mano de Diablo y su piel desnuda.

Luego la mano se volvió firme y lo agarró por las nalgas al tiempo que la otra se introducía en la entrepierna.

Su beso se volvió más exigente y lo acarició a través de la finísima seda hasta que ésta se pegó, como una segunda piel que disminuía la intensidad de las caricias y le subyugaba los sentidos. Un largo dedo comenzó a penetrarlo, primero explorando cuidadosamente y luego con más firmeza.

De repente, Jimin se quedó sin aliento. Echó la cabeza hacia atrás y él lo sujetó por la cintura para tumbarlo en la cama.

—Espera —le dijo.

Jungkook se asomó a la puerta que llevaba a su vestidor y confirmó que Sligo no lo había esperado despierto y la cerró. Volvió al dormitorio y lo cruzó a grandes pasos.  Allí, se quitó la chaqueta y la lanzó a una silla, se deshizo el complicado lazo de la corbata, se quitó el chaleco y lo arrojó también a la silla. Luego se quitó los gemelos y la camisa. La vela de la cómoda daba un tono dorado a su espalda. Se volvió y cogió la palmatoria.

Tumbado en la cama, jadeante, Jimin lo vio encender dos candelabros de cinco brazos que había sobre la repisa de la chimenea. Se fijó en cada uno de sus elegantes movimientos, en el juego de las llamas en su esculpido cuerpo, y controló sus pensamientos demasiado escandalosos para ser traducidos a palabras. La expectación era  presa de él y la excitación palpitaba bajo su piel. Un pánico delicioso tensaba todos sus nervios.

Jungkook dejó la palmatoria en la repisa y llevó un candelabro hasta la mesilla de noche, de modo que la luz de las velas cayera sobre la colcha. Jimin lo vio colocar el segundo candelabro en la otra mesilla. Al percatarse de que, con la luz, el alfa lo vería casi desnudo, frunció el entrecejo y preguntó:

—¿No es de noche? Oscuro, quiero decir.

—Has olvidado algo.

Jimin no sabía que era pero tampoco le importaba. Miró el pecho de Diablo, bañado en luz dorada, que se acercaba a la cama, donde se sentó para quitarse las botas, Jimin se fijó en su espalda. Los cortes y arañazos se habían cerrado. Alargó la mano y acarició uno de ellos. La piel de Jungkook palpitó bajo su tacto. Jimin sonrió y extendió los dedos. Él se puso en pie y le lanzó una última mirada antes de quitarse los pantalones. Se sentó para sacárselos y Jimin vio la larga y amplia musculatura de su espalda, terminada en dos pequeños hoyuelos bajo la cintura. Era una visión casi tan deliciosa como la de su pecho.

Diablo JeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora