4: Una boda entre dos inocentes

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El pabellón del Guoshi del reino de XianLe se encontraba lleno de personas. Ese era el día en el que su príncipe heredero comenzaba su camino en la cultivación y las artes marciales, muchos de los estudiantes y aldeanos que residían en las faldas del monte fueron a darle la bienvenida. El príncipe heredero atravesó el enorme pabellón para dirigirse a su nueva habitación construida específicamente para él, con una alegría reflejada en su sonrisa, que luego desapareció con forme más buscaba entre la multitud.

A su lado caminaba Feng Xin, su amigo y guardaespaldas. Se sintió seguro, por lo que se concentró en seguir buscando.

Xie Lian buscó y buscó entre las personas que los rodeaban llenas de alegrías y halagos. Pero simplemente no aparecía, no podía encontrar al joven de cabello negro largo y vendas en el rostro que le prometió estar ahí para recibirlo.
Hong-er no fue aceptado por el Guoshi para cultivar, este reconoció que el camino del niño se encontraba maldito, que no viviría más de veinte años y que las desgracias lo perseguían. Su teoría fue confirmada después de que tras visitar el pabellón cuando tenían ocho años, varios de los espíritus que habían sido contenidos escaparon de sus prisiones de vasijas y se arremolinaron cerca del niño. Todos le insistieron a Xie Lian que dejara de estar con él, pero siempre volvían a encontrarse en secreto en el mismo bosque donde se conocieron. Después de dos años, tuvo que dejar de ser secreto, si bien todos lo miraban con disgusto, Xie Lian no se alejaba ni un poco de él.

Pero ahora no estaba. Le prometió que le daría la bienvenida, pero no estaba. Una clara tristeza inundó las expresiones de Xie Lian. Después de una gran ceremonia de bienvenida el pequeño príncipe tuvo permitido ingresar a su nueva habitación.
En cuanto abrió la puerta notó la cantidad de lujos que rodeaban la cama, todo se veía tan delicado y precioso, igual que en el palacio, pero el príncipe no tenía ánimos de admirar ninguna de las decoraciones, solo podía pensar en la tristeza que tenía por no encontrar a Hong-er. Se sentó en el borde de la cama, era realmente suave, de seguro lo ayudaría a quedarse dormido rápidamente antes de llorar.

Leves sollozos comenzaron, retiró sus manos de las mangas y comenzó a limpiarse las lágrimas traicioneras que salían sin parar, mientras observaba la luz naranja del atardecer que se filtraba en su ventana.
Unas manos pequeñas se acercaron hacia su cintura por atrás y lo envolvieron en un cálido y tierno abrazo.

-¿Gege me extraña tanto? -preguntó Hong-er desde atrás.

-¡Hong Hong-er! -Xie Lian se volteó y lo tiró encima de la cama con un fuerte abrazo -Creí que no ibas a venir -lloraba.

-Yo... quería sorprenderte, Gege -respondió el pelinegro con timidez.

Xie Lian exclamaba en felicidad, sabía que su amigo no lo abandonaría, desde hace mucho que lo sabía. Repetía constantemente el apodo del pequeño, mientras que este lo seguía llamándolo Gege. Cuando se conocieron creía que ambos tenían la edad, por lo que no le gustaba cuando Hong-er lo llamaba así, además de que otro que escuchaba se molestaba, ya que el pequeño cubierto de vendas no era de la familia real era una falta de respeto llamar como hermano al príncipe, tiempo después Xie Lian supo que Hong-er era en realidad un año menor que él. Después de saberlo, simplemente dejó de importarle el apodo.
Hong-er era una forma de llamar al niño, no tenía nombre y ese era un apodo que su abuela le había puesto, nunca tuvo problema con que Xie Lian se refiriera también a él de dicha manera, pero por algún motivo ahora frunció el ceño cuando lo oía de la boca del pequeño príncipe.

-Gege, deje de llamarme así, por favor.

-¿Eh? ¿Porqué? ¿Qué tiene de malo?

Se acomodaron para estar sentados sobre la cama, uno al frente del otro.

𝔻𝔼𝕊𝔻𝔼 𝕊𝕀𝔼𝕄ℙℝ𝔼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora