41: ¿Cuántas linternas?

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Una vez que todos los invitados de Xie Lian llegaron a lo que era el mundo mortal, tomaron dos rutas separadas, o bueno, únicamente tres de ellos tomaron una ruta separada. Estos eran Qi Rong con su nuevo hijo, debido a que por la salud mental y demás del pequeño se encuentran residiendo en el santuario de Xie Lian en el pueblo PuQi, y por último Pei Xiu. Simplemente debido a que su suegro aún no permitirá que viva en el mismo techo que su hija.

Apenas Qi Rong logró alejarse del resto pudo sentirse más tranquilo, su hijo dormía en sus brazos y deseaba expresar toda la frustración que contenía dentro suyo. Realmente no pensaba ser invitado, fue una gran sorpresa cuándo Shi Qingxuan le entregó el papel en dónde le pedía asistir a la boda al mismo tiempo que Xie Lian le insistía y aclaraba que ya consiguió el permiso para que fuera a los cielos. Bueno, no había nada que hacer para revertir lo ya hecho y ocurrido, presenció la boda de dos personas a las que considera conocidos cercanos y consiguieron empatizar con su nuevo hijo en muy poco tiempo, al mismo tiempo de que obtuvo la oportunidad de ver varios sitios de la capital Celestial por si alguna vez le entran ganas de infiltrarse.
Llegando a la casa consiguió acostar al pequeño en la cama improvisada de utilizaban ambos, lo cubrió con las mantas que consiguió con la ayuda de su primo y fue hacia la cocina, claramente en el trayecto terminó encontrándose con las ofrendas, el incienso y la pintura de Xie Lian, claro, después de todo sigue siendo un santuario dedicado a él. Puede que fue por la sensación de estar en mitad de la noche enfrente a aquel altar que se dejó llevar y se sentó frente a la pintura, observando los matices que formaban al príncipe con una espada en una mano y una flor en otra, le resultaba irónico y divertido cómo resultaron muchas de las cosas, su admiración, su odio, su reconciliación, su decepción. Todo junto en tan solo pocos años antes de que ochocientos ocurrieran.

Sintió una presencia detrás suyo, levemente tembló, mierda, sabía quién era, no por algo vió cómo esta persona se levantó de su asiento apenas él y los demás fantasmas también lo hicieron. Bueno, al menos ahora sabía que tenía que quejarse con Xie Lian de que él santuario necesitaba de una puerta en vez de unas cortinas llenas de talismanes, ni siquiera funcionan por algo él está dentro.

-Rong-er -dijo Lang Qianqiu, llevaba esperando a que él fantasma le dirija la palabra.

-No me llames así.

-De acuerdo, A-Rong. Solo quiero hablar -desenvainó su espada y la apuntó hacia la pintura. No causó mucha reacción realmente.

-Si rompes eso te ganarás el odio completo de Lluvia Carmesí -Qi Rong sonrió, por fin lo miró a los ojos y por fin hizo brillar sus ojos verdes con picardía.

Lang Qianqiu lo observó. Tragó saliva y sacó de sus bolsillos una venda y se acercaba todavía más a él.

-Sí, es cierto -sin previo aviso lo sostuvo desde atrás para cubrir sus ojos y boca con la venda.

Intentó poner resistencia, usar sus poderes y gritar para poder no terminar siendo secuestrado por este maldito imbécil que no era nada discreto en su acción, intentó y pudo haber intentado más que patalear y moverse sin parar, pero no quería hacer demasiado ruido. Oh rayos, parece que si quiere que el otro lo deje en paz, debe comenzar a seguirle un poco el juego. De igual manera, ¿Acaso el idiota pensó en las consecuencias negativas de secuestrarlo? ¿Acaso busca llevárselo a los cielos? ¿Se habrá hartado de la idea de la reconquista amorosa y optó por hacerlo suyo a la fuerza? Bueno, tal vez descubriría eso en cuánto le quitara la venda de los ojos y boca, aunque al parecer el puto dios inmaduro se fue del sitio exclamando que aún debía hacer algo y volvería apenas terminara el banquete.

Maldito gilipollas.











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