Treinta y uno

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KHR

—¡Feliz cumpleaños a ti!

Abrí los ojos de golpe cuando escuché a unas voces familiares cantar muy cerca de mis oídos, encontrándome con mi madre y mis hermanos sosteniendo un pastel de cumpleaños con dos velas que formaban un 'diecisiete'

¿Fue una pesadilla?

Pero que hacen Seokjin y Taehyung vestidos de colegiales, y mi madre porque se ve asombrosamente joven.

¿Dónde están Bada y Hyunki?

Pregunté lo mismo en voz alta esta vez. A lo que mi madre y hermanos se miraron unos a otros sin entenderme.

—¿Quienes son esos?—preguntó Seokjin frotando sus labios con una de sus manos.

—¡Tus hijos!—le dije casi de golpe.

Entonces, mi madre se giró escandalizada hacía Seokjin lanzándole una mirada filosa.

—¿Kim Seokjin, qué está diciendo tu hermana?

—Mamá, te juro que miente, no tengo hijos, ni siquiera una novia. Aún soy muy joven.

—¿Joven?—me atreví a preguntarle con burla.—Pero si tienes como cuarenta años.

—Tengo diecinueve ¿Aparte de mentirosa eres tonta?—Seokjin me replicó y de mala gana prendió las velas del pastel. Cuando de pronto, sentí que a mi lado Taehyung tomó asiento y sin darme cuenta sacó una fotografía con una cámara que él utilizaba a menudo cuando estábamos en secundaria y que hoy en día ya se encontraba descontinuada por lo vieja que era.

—Say cheese.—dijo Taehyung haciendo una 'v' con sus dedos.

—¡Esperen!—exigí.—¿Qué día es hoy?

—Como que qué día. Es tu cumple.—dijo Taehyung.

—No, no, día necesito saber el día.—a lo que mis hermanos pusieron los ojos en blanco.

—Qué te pasa hija ¿Has estado comiendo bien?

—Eso que importa mamá, qué día es hoy.—volví a exigir.

—Catorce de mayo.—dijeron los tres al unísono.

—¿Año?

—Dos mil ocho.—esta vez contestó Seokjin mirándome como si yo fuera un bicho raro.

Pero la única que no le encontraba sentido era yo. Como es que estamos en dos mil ocho, cuando hace apenas unos días atrás mi calendario marcaba dos mil veintitrés.

—De ninguna manera.—me negué.

—Será mejor que te comportes, esta noche regresa papá de su viaje de negocios.—Seokjin advirtió.

—¿Papá? ¿Qué no ha muerto?

—¡Kim Hyerim, qué diablos te pasa?—mi madre alzó la voz por primera vez desde que desperté, en cambio mis hermanos se reían por lo bajo a causa de mis respuestas.

—¿No me digas que te has metido en drogas?—mi madre me tomó duramente de la barbilla escaneándome de arriba a bajo.

—No, no, te juro que no.—me defendí.

Pero yo si sé lo que posiblemente esté pasando, y es que este escenario ya lo he vivido hace quince años, justamente en mí cumpleaños número diecisiete, que me resultaba tan sublime si me lo preguntan.

Entonces, me levanté de la cama y corrí hasta el espejo más próximo para verme a través de él. Por supuesto, éste ha sido uno de los momentos más crudos que me haya tocado experimentar, desde la noche en la que Jungkook y yo fuimos asesinados.

Así que escaneo lentamente a la chica que se encuentra enfrente de mi. Y no puedo evitar derramar unas pequeñas lágrimas llenas de nostalgia, porque esta...esta es la Hyerim de hace quince años.

Solo que, morir y después regresar al pasado era uno hecho verdaderamente descabellado. Está bien, cerraré los ojos y volveremos a la mísera realidad.

Lo hice, lo seguí intentando durante media hora más mientras toda mi familia bajaba a tomar el desayuno, pero volvía al mismo sitio en el que desperté esta mañana. La casa de mis padres.

Se siente tan real, y vivido que no soy capaz de encontrar una respuesta, porque hasta hace una noche me encontraba temerosa y apunto de cerrar los ojos para siempre.

Así que, de pronto, escuché a mi madre gritar mi nombre desde la planta baja para unirme a ella y a mis hermanos y desayunar antes de marcharnos al colegio, lo hacía del mismo modo en cómo era hace quince años.

Por lo que antes de acudir a su llamado, miré mi antigua habitación, la cual seguía siendo la misma, las fotografías del pasado y ningún indicio del presente.

Entonces, eso quiere decir que Jungkook aún podría estar vivo, y que el accidente del hospital que mi hermano le provocó a Jimin aún no sucede, es más, ni siquiera la llegada de éste último al colegio.

Después, me giré hacia el perchero donde yacía colgado el uniforme que utilizaba cuando era estudiante en el Colegio Internacional de Seúl, mientras en la planta baja escuchaba la voz de mi madre apaciguando las constantes peleas que Seokjin y Taehyung tenían por nimiedades "que si Seokjin no sacó al perro por la mañana a pasear" o "si Taehyung tomó la corbata del uniforme de Seokjin" entre otras quejas que mi madre escuchaba con atención y al final los reprendía diciendo que eran un par de inmaduros.

Así que por eso y más admiraba a mi madre por el autocontrol que tenía para sobrellevar a esos dos, yo sin duda no los toleraba por más que me esforzara.

Y aunque me faltaran muchas explicaciones y circunstancias que descifrar o algunas horas para despertar del sueño, sonreí dichosa para mí misma mientras miraba a la Hyerim del pasado, lista para ir al colegio.

Cuando bajé al comedor, todo lucía igual que en el pasado, mi madre tomaba asiento en la silla principal del comedor mientras mi padre cumplía con sus viajes de negocios, y mis hermanos a sus extremos lanzándose miradas asesinas. Y ahora que miraba todo con más detenimiento, cuando fue la última vez que mis hermanos se llevaron bien o se dirigieron palabras de cariño.

La rivalidad siempre existió entre ellos por muy cruel que se escuche.

Pero hoy me siento particularmente positiva, y tomé lugar a lado de Taehyung en vez de estar con Seokjin como siempre lo hice. Porque ahora mejor que nunca puedo comenzar a entender que Seokjin y yo en el pasado fuimos cómplices para todo, y éramos tan despistados que terminamos dejando a Taehyung fuera de la ecuación por considerarlo un tipo de personalidad difícil, pero jamás tratamos de entenderlo. Y hoy quería hacerlo. Quiero entender cada uno de los momentos que vivimos.

Y es que para los ojos de todos, Seokjin era el hijo perfecto, yo la hija débil y Taehyung el hijo defectuoso y el repuesto de su hermano mayor.

Pero hoy, tal vez sea el momento de escuchar la historia de Taehyung, y de quienes pagaron el dolor ajeno.

Tan pronto como tomé asiento, las miradas de mi familia se posaron en mi sorprendidos por el repentino cambio de rutina que yo estaba por explotar en esa casa.

Seokjin, Taehyung.—los llamé.—Y si vamos juntos a recibir a papá al aeropuerto.

Claramente Seokjin y Taehyung no podían pasar más de dos minutos en el mismo sitio sin tratar de matarse el uno contra el otro. Pero es que ninguno intentó averiguar cuál era la probabilidad de que resultara diferente.

Al menos, si todo se trataba de un sueño, anhelaba que nuestras vidas funcionaran de una manera distinta. Quería hacer las cosas que en el pasado nunca me atreví, porque hoy me sentía más valiente, y más fuerte.

Porque no volvería a tener miedo mientras esto dure.

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