Cuarenta y ocho

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JJK

Los Park estaban cumpliendo con la parte de su trato, y hoy tuve mi primer encuentro con la que sería mi nueva asesora de campaña, y trabajamos hasta las altas horas de la madrugada.

Hyerim insistió en que pasáramos la noche en su propiedad que tenía demasiadas habitaciones para invitados, pero recibí una llamada del guardia que se encargaba de rondar el edifico en el que vivía.

El edificio se está incendiando.

Miré desde el estacionamiento incrédulo aquel edificio en perfectas condiciones. No había que decir mucho, me habían tendido una vil trampa, y lo supe cuando un grupo de hombres comenzó a rodearme como si fuese un animal a punto de ser cazado a quema ropa.

Era evidente que después de aquel escándalo, vendrían detrás de mi, porque yo era quien más se beneficiaba de los efectos electorales que traería. Literalmente Yoongi terminó desacreditado, y la diferencia que nos separaba en las encuestas se acortaba.

Yoongi definitivamente me quería muerto.

Así que sonreí amargo, comenzando a retroceder hasta mi coche para encontrar la primera comisaría, y al menos dejar alguna huella del delito.

Empecé a correr intentando esquivar las balas de esos hombres que no se detenían a pesar de que me encontraba cada vez más lejos, rezando porque al menos las cámaras de uno de estos coches grabaran el próximo material que bien podría ser noticia nacional.

El asesinato de un candidato.

De repente, una de las balas rozó mi brazo izquierdo haciendo que éste ardiera como un infierno, pero agradecía internamente los consejos de seguridad que Hyerim implementó.

"Usa el maldito chaleco" dijo antes de que saliera de su casa.

¿Acaso ella sabía lo que iba a pasar?

No sé en qué estaba pensando esa mujer todo el tiempo, pero estoy seguro de que no era nada bueno. Hyerim sufrió un cambio drástico de actitud, aquella docilidad que siempre mostró, no fue más.

Porque ahora parecía tener todo calculado, o más bien, conoce el juego de sus adversarios, que no le importaba arriesgar hasta su propia existencia.

Segundos más tarde, un coche que ya identificaba se aparcó muy cerca de mi, bajando las ventanas para que su rostro pudiese ser reconocido por mi.

¿De verdad todo era tan predecible como para que Jimin viniera al rescate?

Habían cosas que no terminaba de entender, y prefería escucharlas de la boca de Hyerim.

Así que corrí hasta el coche, mismo que arrancó casi como un conductor de la fórmula uno.

—¡Qué diablos está pasando! Me iban a matar.

—Agradece que Hyerim posee una maldita intuición.

—¿Qué? No estoy entiendo un carajo.

Jimin dejó escapar un suspiro cansado.

—Hace unos días Taehyung visitó a Hyerim, sinceramente desconozco lo que hayan hablado porque no quiso darme más detalles, pero estoy seguro de que tiene que ver con esto de alguna manera. La bomba que lanzamos no es cualquier cosa, prácticamente hemos manchado la impecable imagen de Min Yoongi que Taehyung supo cómo construir.

Me recosté en el asiento del coche completamente exasperado. Por supuesto que Taehyung y Yoongi tienen que ver mucho con esto ¿Quienes más se beneficiarían de esto?

—Ahora iremos a denunciar.—Jimin anunció con un toque de aburrimiento.

—¿Eres idiota? Taehyung tiene comprado a todos los fiscales.—grité.

—Yo también tengo comprado a los míos. Creemos en la justicia pero no tanto.

Increíble. Este hombre podía ser menos arrogante, sin embargo, tenía los bolsillos suficientemente llenos parar actuar como uno.

—¿Tienes la pluma que Hyerim te dio?—preguntó sin quitar los ojos del camino por el que conducía.

—¿Cual?—dije ensombrecido, pero después recordé que horas antes de marcharme de la casa de Hyerim, ella me obsequió una pluma que colocó en mi traje.

Consecuentemente, la busqué en mi pecho encontrándola ahí, y con un pequeño resplandor rojo apuntando hacia enfrente.

Ella había grabado todo.

Faltaba mencionar que Hyerim siempre se llevó los primeros lugares de aprovechamiento, y ahora entendía por qué.

Era demasiado lista para el mundo.

—La gente tendrá otro poco más de diversión.

[••••]

Narrador

—¿Cómo que fallaron?—el rostro de Taehyung se oscureció cuando uno de sus hombres le contaba con detalle el atentado en contra de Jungkook.

El más estresado era Min Yoongi quien ajustaba su corbata con frustración sabiendo que Jungkook estaba bajo la entera protección de los Park, y ellos realmente eran algo, los mismos que no dejarían pasar esa oportunidad de oro para enterrar por completo su carrera política.

—Busca al Fiscal Choi. Él sabrá cómo manejarlo.—Taehyung ordenó, entonces, uno de sus asistentes se aclaró la garganta.

—Lo hemos hecho. Pero no responde ninguno de sus números.—dijo con mucha convicción.

—¿Escuché bien?—Taehyung sacó de su traje una cajetilla de cigarrillos intentando mantener la calma.—Estoy seguro que hasta el día de hoy, ese fiscal sigue en mi nómina. Búscalo hasta debajo de las piedras y que se ponga a trabajar.

Min Yoongi siguió con la mirada al asistente de Taehyung marcharse, muy convencido de que ese fiscal estaba haciendo de todo, menos trabajar.

—Y qué pasa si ese Fiscal ahora se encuentra en la nómina de otro benefactor. Choi era tan leal como un perro siempre y cuando el alimento fuese de primera clase.

Había todo un abanico de posibilidades. Pero la teoría más acertada era que el fiscal Choi vio en Hyerim a un auténtico pez gordo.

—Esa perra.—Taehyung bramó entre dientes.—Nos tiene acorralados.

—Ahora tiene una hija. Te lo he dicho desde que esa niña nació, si Hyerim quiere guerra ella la tendrá.

Taehyung pareció pensárselo un poco, pero conocía los efectos, porque ahora que Hyerim tenía en su poder un secreto como su paternidad y el supuesto hijo de Yoongi, la simple idea de utilizar a Jiah no era la más acertada.

—No.—dijo secamente.—Jugaremos con lo que tenemos.

—No me digas que te importa esa niña. Ni siquiera tuviste piedad de tu padre.

Taehyung comenzaba a perder la paciencia, y desde hace tiempo Yoongi le parecía una herramienta innecesaria que ni siquiera pudo evadirse del escándalo que lo perseguía hoy.

Además de Hyerim, era el único que sabía bajo cuáles circunstancias murió su padre. Que deshacerse de ambos era más que tentador.

Y una brillante idea se le manifestó como un último acto para demostrarle al mundo que su poder no tenía límites.

Así como también, terminaría con lo que su padre se interpuso cinco años atrás.

Era el juego final. Y que ganara el mejor.

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