Cuarenta y cuatro

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KHR

Una vez callé por los demás, porque creí que lo correcto era proteger a mi familia a costa de otros. Al menos eso era lo que mis padres nos decían en cada uno de nuestros tropiezos.

Pero, que cambiaria esta vez si lo hago de nuevo.

El funeral de papá se había llevado a cabo pacíficamente en la propiedad principal de la familia, a lado de sus grandes socios, amigos, y familiares, entre ellos su perpetrador.

En ese momento, todos creían que Jaesang había decidido suicidarse por la presión que los medios ejercían sobre él, y la supuesta rivalidad con sus hijos. Al menos era la versión que Taehyung manejó como doliente principal.

¿Miedo?

Taehyung estaba seguro de que mis emociones actuarían mejor que mi cabeza, porque desde las esquinas podía sentir su mirada recelosa, y amenazando con destruir todo mi mundo si yo daba un paso en falso.

Así que reuniendo todo el valor, levanté mi trasero directo a la fiscalía para contarles con detalle lo que vivimos ese día en la finca. Aún sabiendo de las consecuencias que esto traería, por ejemplo, la estabilidad de mi madre, a quien se le partiría el corazón escuchar de viva voz los verdaderos colores de sus hijos.

Jimin me esperaba afuera de nuestra recámara mostrando la fuerza que yo necesitaba ver de él en ese momento. Solo así sabría que alguien estaba conmigo sin juzgar más allá de lo real.

Tomó mi mano, y nos dirigimos hasta el coche donde condujo aproximadamente media hora hasta llegar a la sede de la fiscalía.

El lugar parecía muy pacifico para vaticinar la noticia que estallaría en unos cuantos minutos. Y quien diría que Taehyung terminaría convertido en un parricida. Toda una bomba de tiempo, en el que el patrón seguía siendo el mismo.

—Creo que mamá me odiará después de esto.

—Jamás lo hará. Yo creo que la ministra es una mujer muy inteligente, y terminará por entenderlo, tal vez no hoy, pero si un día.

Quería creer en las palabras de Jimin, pero nunca me había sentido tan valiente como hoy lo hago. Por primera vez, me sentía capaz de derribar todos esos muros de poder que Taehyung construyó a lo largo de nuestras vidas.

—Quiero denunciar un asesinato.

El venerable fiscal acomodó sus molestas gafas redondas, bebió un sorbo de su café barato comenzando a teclear sin apartar la vista de su monitor.

—Nombre de la víctima.

Preguntó aburridamente, quizá porque un oficio tan interesante para quienes somos ajenos a las actividades jurisdiccionales, resultaba monótono desde adentro donde se gestaba la justicia.

—Kim Jaesang.—dije apresuradamente.

A lo que parecí despertar por primera vez el interés del fiscal de unos cuantos años encima.

—Nombre del posible infractor.

Kim Taehyung.

Las cejas del fiscal se curvaron de la sorpresa, y el bullicio de sus colegas se detuvo cuando ambos nombres se escucharon en el departamento de atención temprana.

Podía sentir los ojos de los oficinistas sobre mi, y la cotillería que trajo consigo, pues mi padre era un hombre totalmente conocido en el medio, y de cualquiera que se ostentara como familia directa de Kim Jaesang.

Era una acusación grave, e inesperada por parte de un miembro de la familia Kim.

—¿Conoce algún indicio?

Estuve ahí.

Una de las tantas reglas de oro que papá siempre nos recordaba "en la familia no existen traiciones" sin embargo, Taehyung fue el primero quien rompió ese valioso mandato para ser un Kim, y yo la segunda en hacerlo. Estábamos hombro a hombro.

Mi padre desde luego no era un santo, pero los resultados de hoy eran la prueba viviente de sus actos, y quizá el tiempo lo juzgue, pero ahora mi propósito era Taehyung.

—Señorita Kim. Esto que me dice no tiene razón de ser, no es prueba suficiente para abrir una carpeta de investigación.

—¿D-Disculpe?

Dije atropelladamente, sin creer que tuviese que pasar por la misma situación de las miles de víctimas que diariamente denuncian a sus agresores. Tal vez, porque tuve una vida demasiada privilegiada, y hoy me tocaba a mi.

—¡Mi hermano intentó asesinarme, y mi padre fue la moneda de cambio!—alcé la voz furiosa colapsando la aparente tranquilidad de la oficina del fiscal.—¿Cuánto?

—¿Cuanto?—preguntó incrédulo.

—Cuánto dinero le ofreció Kim Taehyung para tener que negarme una denuncia.

El aburrido hombre por primera vez comenzó a sudar e impacientarse cuando mencioné aquello.

—No me referí a que...

—Es un inepto. Y quizá hoy no pueda llegarle al precio de Taehyung, pero pronto escuchará de mi.

Estaba decepcionada, furiosa e impotente, que ni siquiera esperé a escuchar las excusas del fiscal, optando por tomar mi bolso y marcharme a toda prisa mientras era seguida por Jimin en silencio, pero como hombre que no se callaba nada, habló por primera vez.

—Estas cosas pasan más de lo que te imaginas.—lamentó.

—No soy alguien poderosa. Podrías haber empezado por ahí.

—Tú padre murió. Seokjin y tú desde hace tiempo se abrieron camino, es normal que todos sean condescendientes con el único heredero que le quedaba a Kim Jaesang.

—¿Quieres decir que deje el asunto a la deriva?

—Jamás, pero puede que aún no sea el momento. Si reflexionamos un poco, nuestro poder adquisitivo e influencias no son las mismas que Taehyung ganó cuando tu padre lo presentó ante la sociedad. Debemos trabajar en eso, y usar este secreto sobre la muerte de tu padre cuando Taehyung crea el que mundo entero es suyo.

Eso significaba que pasarían algunos años hasta que Taehyung se consolide como una clase de magnate, cuando termine de comprar influencias, y Eul gane más fuerza. Y todos nosotros aún éramos unos novatos en los negocios, tal vez Jimin tenía un punto.

—Hyerim. Cuando acepté trabajar con tú madre no lo hice porque sea un tonto que necesita adiestramiento. Más bien, ella se encuentra prácticamente en el centro del poder, y ahora identifico perfectamente quienes de la clase política necesitan benefactores para sus campañas. Y es sorprende como todos ellos forman parte de Eul.

—Si somos un equipo, entonces, dime cuál es el camino.—dije mientras intentaba tranquilizar el temblor en mis manos producto de la cólera que me embargaba en ese instante.

—Comprar a todos los peces gordos, empezando por el futuro presidente.

En ese momento, Jimin apuntó con su dedo índice el enorme anuncio que se encontraba frente a la fiscalía, mismo que fue mandado a colgar por una de las revistas más influyentes del país, donde los rostros del momento cobraban protagonismo: el presidente Jeon y su único hijo Jungkook, al que consideraban la próxima promesa política del país.

La línea temporal que apuntaba Jungkook seguía siendo la misma, se había convertido en miembro activo del partido al que pertenecía su padre, y con eso ganó mucha popularidad entre clase política y jóvenes por su enorme carisma, y las causas que defendía.

—Quieres decir que...nosotros podemos hacer a un presidente a nuestro modo.

—Se escucha un poco crudo decirlo de esa forma. Pero creo que Jungkook necesitará algún magnate que financie su campaña. Y nosotros hacer algo de justicia.

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