Treinta y tres

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KHR

Estaba aburrida como el infierno, y apenas comenzaba una larga velada.

Justo como lo supuse, mi padre convocó a toda la élite coreana, desde empresarios y magnates, hasta políticos de alto rango como lo era el mismísimo presidente Jeon, quien charlaba animadamente con mi madre, mientras Jungkook cruzaba palabras con Taehyung y otros chicos de su círculo más selectivo que esta noche al igual que él acompañaban a sus padres.

—Kang Jonghyun, Min Euntaek, Lee Hara, entre otras personalidades.—enlistó el presidente Jeon con ese estilo de voz tan apropiada que siempre lo caracterizó.—Sabías que han abierto varias carpetas de investigación por supuestos sobornos y lavado de dinero en establecimientos de dudosa moral.

Escuché como el padre de Jungkook le contaba con lujo de detalle a mi madre, y ésta escuchaba atenta mientras externaban su desagrado por los bajos mundos dominados por hombres de impecable reputación, remarcó haciendo unas comillas con sus dedos.

Lo cierto, es que ninguno reparó mi cercana presencia, a diferencia de Seokjin, quien apareció detrás de mi colocando su mandíbula sobre mi hombro, sorprendiéndome estrepitosamente.

Jesús.—chillé, pero de inmediato coloqué una de mis manos sobre mi boca para no ser sorprendida.

—Qué te he dicho sobre escuchar pláticas ajenas.

—Solo pasaba.—me defendí.

—No lo hacías.—aseveró.—Pero escuchar sobre el libertinaje ajeno es...—se detuvo a pensar en una palabra más o menos honorable.—Divertido.

—Hablas como si tú también escucharas conversaciones ajenas muy seguido.

Seokjin sacó una cajetilla de cigarros que tenía muy bien escondida en su costoso traje Armani, tomó solo uno y con el apoyo de un encendedor le prendió fuego. Jamás fue un secreto que mi hermano tuviera esta clase de malos hábitos, solo que al principio fue cauteloso de ser descubierto por mi madre, y más tarde mandó al carajo la etiqueta.

—Hye. He escuchado toda clase de historias. Por ejemplo, el empresario Min Euntaek, tiene toda una cadena de prostíbulos; el senador Kang Jonghyun lava dinero a costa de las exhibiciones de arte que hace su esposa, y la jueza Lee Hara se hace la tonta para emitir órdenes de aprehensión a quienes pagan por sus sentencias favorables. Papá es uno de sus clientes frecuentes.—dijo dándole una larga calada a su cigarrillo.

El que Seokjin hablara abiertamente de todos estos mafiosos de cuello blanco me dejaron pálida, en especial cuando se refirió a nuestro padre, que me costó mucho digerir una verdad así de fuerte. Además, éste lo dijo con tanta facilidad.

La cabeza estuvo a punto de estallarme cuando recordé aquella noche donde Jungkook me confesó lo que realmente pasaba dentro de Eul, y como mi padre fundó toda una organización criminal.

—No quiero ser yo quien te diga esto. Pero todo el dinero que gastamos día a día está sucio, y a mi sinceramente no me apetece heredarlo.

—Vayamos por pasos.—le exigí con los sesos casi volados.

—Pues eso. Todas las personas que ves aquí son gente de reputación intachable, solo que la mitad miente, la otra es ajena y estúpida para no darse cuenta.

—¿Me has dicho estúpida?

—Como tú hermano mayor me gustaría abrirte el panorama. Porque tarde o temprano, Taehyung, tú y yo seremos llamados a sentarnos con todos ellos en una misma mesa para lavar dinero, entre otras cosas que prefiero no decir.

Entonces, Jungkook no estaba mintiendo, y ahora entendía mejor que nunca porque Seokjin se alejó del negocio familiar por un tiempo utilizando la muerte de Jinah como excusa.

—¿Acaso quieres eso para ti? Hay maneras más honestas para volvernos asquerosamente ricos. Yo también quiero un Aston Martin o una bonita propiedad en la Toscana Italiana, pero con dinero limpio.
Solo que nos ha tocado nacer como hijos de Kim Jaesang, y eso nos convierte en escoria por defecto.

—Comprendo.—lo justifiqué porque entendía completamente el punto de Seokjin, todos esos formidables empresarios y políticos de alto rango algún día perderían la fuerza física para seguir con sus negocios ilícitos, y para que toda una traición entera continuara, la estirpe de cada una de estas familias involucradas pagaríamos el precio, suceder los negocios sucios de nuestros padres.

Quizá en el pasado fui muy tonta para darme cuenta, porque me dediqué a ser la hija y esposa ejemplar que nunca decía que no. Dejando que otros decidieran por mi.

La vida de mis hermanos también fue un caos, Seokjin perdió a su familia y Taehyung se involucró tanto en la organización Eul que un día terminaría asesinandose entre Yoongi y Jungkook.
Algo que estaba muy cerca de ocurrir porque Jungkook fue el primer caído, y yo con él.

—Lo que sea que hayas comprendido.—Seokjin apagó su cigarrillo en una de las superficies de madera en forma de credenza que se encontraba cerca de nosotros.—Solo te quiero lejos de todo aquello que se ostente bajo el nombre y poderío de la Organización Eul, desde sus miembros oficiales, hasta de sus familiares directos. Y cuando me refiero a ellos es de todos, incluyendo a nuestro padre. Eul no es la tierra prometida que todos pregonan.

—¡Hija mía!

De pronto, la voz de ese mismo hombre que mi hermano me prohibió hace unos segundos apareció detrás de mi.

Era el distinguido Kim Jaesang, un hombre pulcro, de buen gusto para vestirse y sumamente atractivo a pesar de los años que llevaba encima.

Y el mismísimo diablo al que todos se referían.

Así como también es curiosa la forma en como desde su llegada, todo su séquito de sirvientes lo respaldaban, como si este hombre fuese una clase de Dios.

Pero su llegada no me dejó tan impresionada como la persona al final del pasillo que charlaba desvergonzadamente con Taehyung.

Min Yoongi, en ese entonces un crió adolescente como yo.

En ese momento mi respiración se agitó y el miedo que sentí esa fría noche en la cual Jungkook y yo morimos en manos de este hombre, me invadió de nuevo.

No tuve más remedio que retroceder intentando apoyarme de cualquier cosa con mis manos temblorosas, ya muy presa del pánico. Entonces, unos brazos me rodearon por atrás sujetándome con fuerza y haciéndome sentir completamente protegida, provocando que buscara al dueño de esa costosa colonia.

Eran nada menos que las manos de Jungkook, dejando escapar unas palabras que me dejaron aún más helada.

No volverá hacerte daño.—susurró muy cerca de mi oído. Entonces, cuál era el sentido de sus palabras y cuales eran las probabilidades de que él y yo estemos viviendo la misma mierda.

Quise averiguarlo, pero la voz de mi padre lo impidió provocando que Jungkook me soltara, y se alejara de mi.

—Qué pasa querida, no vas a recibir a papá.—dijo abriendo sus brazos para que yo me refugiara en ellos, pero la percepción que ahora tengo de él no es la misma que tuve en el pasado. Ahora no puedo verlo con los mismos ojos de amor y admiración de niña tonta e ingenua porque sé todo lo qué hay detrás de su inmaculada aura de hombre correcto. Es más, ni siquiera puedo ver al mundo como un lugar de esperanza en el cual sentirme libre, todo lo que sé, es que nuestras vidas son una completa farsa, llena de tantos secretos que poco a poco se van revelando frente a mis ojos, y que duelen demasiado.

Pero tampoco me puedo permitir hostilidades cuando quiero llegar al fondo de su conciencia, y derribar cada muro que lo hacían intocable, ahora más que nunca quería tomar su poder, y con ello proteger a los que quiero, y sobre todo, hacer justicia por aquellos que fueron condenados al olvido.

Entre ellos, al hombre que siempre tuve en mi mente, y al que la vida le dio un trato injusto, incluso yo por haber callado cuando no debí.

Park Jimin.

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