Capítulo 1

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Cuando Lucio llegó a la terraza del edificio, vio a Nur de espalda, apoyando sus antebrazos contra la barandilla de contención y en esa postura observaba las luces de la ciudad. Parecía tener el cabello oscuro por el contraste de las luces con la penumbra del lugar, pero él conocía la particularidad de su cabello rojizo con vetas anaranjadas. Llevaba un vestido verde oscuro que le llegaba hasta la rodilla y que alcanzaba a cubrir la cicatriz en la parte superior del muslo. Sus zapatos no eran muy altos y estaba seguro de que cuando terminara la parte emotiva del espectáculo se los cambiaría por unas zapatillas, estilo botitas de lona. Un cinturón negro terminaba de adornar el conjunto. Se acercó a ella y le sonrió.

―¿Te gusta? ―preguntó, aunque por el rostro de asombro de su amiga supo que estaba fascinada.

―Es precioso ―confesó con la mirada fija en el horizonte.

Esa noche se llevaría a cabo la fiesta del decimoquinto cumpleaños de la sobrina de Lucio. El salón se encontraba en el primer piso, pero dejaba acceso a la terraza del edificio y desde allí se podía ver gran parte de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Nur nunca había visto la inmensidad de la ciudad, las luces que se erigían y llegaban hasta el horizonte le encantaron por no mencionar el incesante ruido que le otorgaba al lugar vida propia.

―Mañana podemos ir a dar un paseo si quieres.

―Amigo querido ―pronunció, lo miró por primera vez y le sonrió―, mañana deberás buscar tú solo la manera de ver a Julia. Hasta aquí llego.

―El paseo era para ti, no tenía pensado que invitaras a Julia.

―Lucio, dos cosas voy a decirte. La primera, no voy a volver a hacerte de cómplice con Julia, así que, si esta vez no funciona, date por vencido. La segunda, es la última vez que me visto de princesita pop por ti.

Lucio rio y Nur pudo ver lo tonta que estaba siendo su amiga, porque además de buena persona, el hombre estaba perdido de amor por ella, a tal punto que ya no sabía qué hacer para enamorarla. Por no mencionar que la respetaba, a pesar de su propia felicidad. Tiempo atrás, Julia le había dicho que solo quería conservar su amistad y él, en ese momento, lo aceptó sin volver a pronunciar una palabra sobre amor. A partir de ese momento se dedicó a ser el mejor amigo del mundo.

Pero ahora, ya no podía continuar guardando lo que sentía y ella, si bien no lo entendía, lo quería ayudar. Por eso, su banda de cumbia aceptó la propuesta de cantar en esa fiesta, y con la excusa de que Valentina, la sonidista, aún continuaba recuperándose del incidente de meses atrás, le habían pedido ayuda a Julia. Nur se consideraba cómplice de Lucio al traer a su amiga con tretas mentirosas y poco fiables, pero se escudaba al pensar que cantar en nombre del amor y actuar en nombre de este, no era muy diferente.

―Perfecto ―respondió él―, eso quiere decir que esta es mi última oportunidad. La aprovecharé al máximo, te lo aseguro ¿Piensas que ella estará lista?

―A Julia hay que darle varios empujones para que confíe, ya te dije una vez, es escurridiza. Háblale con sinceridad, eso siempre funciona.

―¿Te ha funcionado alguna vez?

―Con mis amigos, siempre.

―¿Y con un novio?

―No preguntes cosas que ya sabes.

Lucio volvió a reír. Le gustaba la sinceridad de Nur a quien a esta altura consideraba una amiga. Desabrochó los botones del saco de su traje y apoyó los codos en el barandal de la terraza, imitando a Nur.

―¿Crees que siente algo por mí?

―Insisto, no preguntes cosas que ya sabes ―dijo y al instante se arrepintió, en su voz distinguió una nota de incertidumbre y eso lo volvía vulnerable―. Te ama, pero tiene miedo y es entendible.

―Lo sé.

―Juega tu última carta ―se irguió y le palmeó el brazo.

Comenzaron a caminar abandonando la terraza y la preciosa vista de la ciudad para dirigirse a la puerta que los condujo al interior del edificio. Bajaron por el ascensor hasta el primer piso y juntos entraron, intentando no ser visto por invitados o la cumpleañera misma, a la zona que conectaba camarines con escenario.

Al grupo de música le asignaron una sala amueblada con algunos sillones, una mesa pequeña y una hermosa vista al pulmón de la manzana. Ellos habían llegado con varios minutos de antelación, primero para poder realizar una prueba de sonido y luego, porque eran una sorpresa y no querían ser vistos por los invitados.

Cuando Lucio entró a la sala, su mirada fue atraída casi al instante por la mujer morena que miraba por la ventana. Llevaba un vestido idéntico al de Nur, pero por alguna razón, a Julia le quedaba increíble. Sonrió al verla caminar hacia él.

Julia vio a Lucio en el preciso momento en que la puerta de la sala se abrió. No recordaba haberlo visto tan guapo alguna vez. Él le sonrió cuando ella comenzó a acercarse ¿Cuánto tiempo transcurrió desde la primera vez que se habían visto? ¿Nueve meses? ¿Un año? Julia no sabría decirlo con exactitud, lo que sabía era que durante ese tiempo ocurrieron muchos hechos que terminaron por distanciarlos. Ahora, lo único que ella esperaba era que, en algún momento, él lograra perdonarla y pudiera volver a verla como esa mujer a la que alguna vez amó.

―Lograste traerlos ―afirmó Julia refiriéndose a la banda que formaban sus amigos.

―No sé cómo, pero lo logré, aunque en realidad creo que fue mi mamá.

―¿Cómo está tu familia?

―Bien, con ganas de saludarte.

―Más tarde me acercaré a ellos, yo también quiero verlos.

―Ven a la mesa conmigo, estoy seguro de que ellos ―dirigió la mirada hacia Nur y el resto de los amigos― pueden apañarse sin ti.

―Estoy segura de que pueden hacerlo, solo me invitaron para no dejarme todo el fin de semana sola en la ciudad.

―Estoy seguro de que no te invitaron por eso, pero si todavía no te has dado cuenta, es porque no quieres ver. Qué dices, ¿vienes?

―Más tarde me acercaré a saludarlos.

―Como prefieras. ―Suspiró porque no quería decir lo que estaba a punto de salir de sus labios, pero en algún punto necesitaba que Julia estuviera alerta―. ¿Eres consciente de que hoy cambiará nuestra situación? No digas nada, pero yo ya no puedo continuar siendo tu amigo durante mucho tiempo más. ―Le tomó la mano y depositó un beso en ella obligándola a sonreír.

Se miraron a los ojos, Julia todavía no conocía el amor que él sentía por ella. Tampoco sabía que no iba a dejar que la felicidad se les escapara de las manos. No importaba todo lo ocurrido seis meses antes.

Por favor, déjame enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora