Capítulo 34

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En el bar, los amigos bebían ajenos completamente al abuso del que era objeto Julia y del peligro al que se expondría Nur. Conversaron sobre la temporada de fútbol un rato hasta que Diego fue al baño y Vicente aprovechó para poder aclarar las cosas con Santi.

―No la quiero lastimar ―mencionó Vicente.

―Lo sé. ―Los dos sabían de quién hablaban―. Pero no merece ser la segunda de nadie y ella lo sabe.

―Con Josefina nunca hubo nada, solo ese beso que vieron ustedes.

―Qué suerte de mierda tienes ―dijo palmeándole el brazo.

―Estoy enamorado de Martínez.

―Vas a tener que ponerte en la cola, porque hay otro que ya te sacó ventaja ―mintió y señaló con la mirada la puerta del bar, justo para que su amigo viera a Valentina entrando acompañada por Marcos.

―¿Van en serio? ―preguntó incrédulo.

―La manera en que él le mira la boca es muy en serio. ―Era verdad que Marcos le miraba la boca―. Saluda que nos vieron.

La siguiente hora y media, Vicente la pasó con la atención puesta en la mesa de dos metros más adelante. Santiago y Diego reían y conversaban mientras él de vez en cuando agregaba algo a la conversación intentando no parecer tan distante. Pero lo cierto era que su interés estaba lejos de la charla de sus amigos.

Por otra parte, Valentina y Marcos conversaban animados, él buscaba el modo de hacerla reír y lo lograba sin dificultad a pesar de que cada tanto ella desviaba la mirada a la mesa de sus amigos.

Vicente vio el momento en que Marcos tomó su teléfono móvil y salió del bar para atender la llamada. Cuando volvió no se sentó, sino que le habló al oído señalándole el teléfono, ella le tocó el brazo y él se fue a la caja a pagar lo que habían consumido. Cuando volvió ella ya se había puesto el abrigo y la cartera. Salieron del mismo modo en que entraron, cerca, pero sin tomarse de la mano.

Vicente esperó un minuto y se despidió de sus amigos, quería estar seguro de que el perejil ese, por lo menos se hiciera un momento para acompañarla hasta su casa antes de atender eso tan importante que le hubiese surgido. Pero cuando salió, él ya no estaba y ella había avanzado sola media cuadra.

―¡Martínez! ―llamó mientras corría para alcanzarla.

―¿Qué haces aquí? ―preguntó cuando al girarse lo vio correr hacia ella.

―No sé, creo que quería asegurarme de que no fueras sola hasta tu casa.

―No son más que tres cuadras. Ya le dije a Nur que al llegar enviaría un mensaje al grupo. ―Continuó caminando con él a su lado.

―¿La relación con tu amigo no va tan en serio como para acompañarte a casa? ―se atrevió a decir con cara de niño.

―No alcanzo a entender el tono de tu pregunta, ¿te burlas de mí?

―No, no es ninguna burla, es una pregunta

―¿Qué quieres saber? ―preguntó sonriendo.

―¿Te da gracia lo que pregunto? ―A él también le causaba un poco de gracia la situación. Hubiese sido más fácil acercarse a ella y decirle que no se la podía sacar de la cabeza, pero tenía miedo de que ella lo mirara como a un loco.

―Sí, me da gracia tu pregunta.

―¿Puedo saber por qué?

―Porque hace semanas que todo el mundo te ve acompañado por Josefina y por lo menos yo no hago preguntas.

Por favor, déjame enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora