Capítulo 9

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Con la cabeza apoyada en el cristal del micro, Julia movió la mano en señal de despedida mientras sonreía a su madre. El fin de semana por fin había terminado y volvía a su impostora rutina sin saber cómo seguir. Lo único que estaba claro era que tenía una sola vida, y que, a pesar de todo, la quería vivir con Mauricio. Se había equivocado, pero era la primera vez que la engañaba y como él mismo le había dicho, fue en una situación de mucho estrés. Los dos estaban cansados. A ella, por el trabajo y la mudanza, se le había agriado el humor y descargaba toda su frustración en él. Cuando Mauricio se lo hizo notar, no pudo negarlo.

Podrían salir adelante.

Lamentaba que todos supieran que Mauricio se había acostado con otra, hasta último momento intentó no decir nada, pero la situación la había superado y no había podido mantenerse callada por más tiempo. En unos meses terminaba su licencia y debía buscar el modo de volver con Mauricio y que todo transcurriera de la manera más normal posible. De hecho, era normal que una pareja de tantos años tuviese problemas. Lo anormal era que todos opinaran, en eso estaba de acuerdo con su novio.

Durante toda la semana estuvo hablando con su madre hasta que encontró la excusa perfecta para evitar su visita.

―Sabes que este fin de semana es el cumpleaños de una de las chicas tucumanas ―le dijo.

―¿Sí? ¿Ella sí vuelve a su ciudad para pasar las fechas importantes con su familia?

―No, mamá. Por eso le organizamos un cumpleaños sorpresa.

―¡Que detalle! Si quieres puedo preparar algunos sándwiches o algo ―propuso sospechando de antemano que su hija quería pasar el fin de semana sola.

―No, mamá, gracias. Iremos a la quinta de uno de los chicos y pasaremos allí el fin de semana. Ya están los días más lindos y tal vez podamos usar la piscina.

―Bueno amor, espero que lo pases lindo y te aprendas los nombres de tus nuevos amigos, así dejarás de llamarlos tucumanos o compañeros.

―Sé sus nombres. ―Odiaba cuando su madre se pasaba de viva, lo cierto era que no tenía ni un pelo de tonta y de seguro le estaba olfateando la mentira.

―¿Hablamos mañana?

―Sí, mami, ¿tú estás bien?

―Como siempre, perfecta. Con mi compañera de siempre ―dijo burlándose de su hija, haciendo referencia a Mara, su amiga de toda la vida―, nos anotamos en un curso de escritura.

―¡Qué bueno! ―respondió poniendo los ojos en blanco por la broma y para pincharla ella también agregó―, ojalá algún día termines esa novela que llevas escribiendo hace casi diez años

―¡La gatita sacó las garras! ―Rio con ganas por la ocurrencia de su hija―. El día que la publique va a ser tan exitosa que tendrás que sacar turno para verme. Yo diría que aproveches ahora.

―Lo sé ―respondió riendo―, te amo. Hablamos mañana.

El viernes por la tarde llegó Mauricio en su auto a buscarla. Habían hablado por teléfono toda la semana y en cada conversación rieron como hacía mucho no ocurría.

―Hola, nena ―dijo él cuando ella salió de su edificio y de manera cariñosa la tomó por la cintura y la beso.

―Hola, Mauri, ¿a dónde vamos? ―preguntó cuando los dos estuvieron acomodados en el auto.

―¡Qué impaciente! Quiero darte una sorpresa y si te soy sincero, es un regalo para los dos. Por dos días quiero tenerte solo para mí. ―Puso en marcha el auto y emprendieron viaje―. ¿Quieres poner música?

Por favor, déjame enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora