Capítulo 46

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Unas semanas después del incidente, se reunieron en la casa de Diego para cenar. Valentina y Vicente fueron recibidos con una lluvia de arroz y las felicitaciones de todos. Carla, que hasta el momento no los había visitado, viajó para verlos junto con sus niños y su marido. Santiago y Nur llegaron juntos, ella ya se había mudado al estudio donde permanecería hasta que a su padre se le pasara el enojo, pero como no podía conducir, Santiago fue por ella.

Julia llegó acompañada por Ana, ellas también habían abandonado la casa de Jorge y ahora pasaban una temporada juntas en la casa materna, junto con el cachorrito. Julia no quería contar nada, pero había comenzado terapia. Por las noches le costaba dormir y cuando lo lograba, sueños terribles la atormentaban, por lo que le habían derivado a un psiquiatra. No le bastaba con saber que Mauricio estaba muerto, su mente se había complotado en su contra y todo el tiempo creía que volvería a matarla.

La familia de Mauricio la culpaba abiertamente por la muerte de su hijo. La mayoría de las veces era Ana quien intentaba razonar con ellos, pero no entendían y preferían acusar a Julia de haberlo trastornado con tantas idas y vueltas.

Y no solo era la culpa por la muerte de Mauricio lo que la estaba destruyendo, también cargaba con el peso por lo ocurrido a sus amigos y a Lucio. Todo eso caía sobre ella como un alud, aplastándola y ahogándola y aunque iba al psicólogo dos veces por semana, la desesperación y la angustia no la abandonaban. Todas las noches se preguntaba ¿qué hubiese ocurrido de haber perdonado a Mauricio? De seguro, ella no sería feliz. Tampoco lo era ahora.

Su madre se despidió de ella y le pidió que le enviara un mensaje cuando quisiera volver a casa, que iría a buscarla sin importar la hora. La rutina de ambas había cambiado, y ahora Ana llevaba y traía a Julia a todas partes. El miedo la obligaba a asegurarse de que su hija estaba bien.

Los últimos en llegar fueron Lucio y Karim y casi todos se sorprendieron.

―Ya son parte del grupo ―afirmó Nur para justificar que hubiese invitado a Lucio, aunque ella también se sorprendió cuando lo vio llegar acompañado por Karim. Tampoco le pasó inadvertido el discreto ramo de flores que llevaba su némesis en una de sus manos.

Todos se saludaron y rieron, al igual que habían hecho tantas veces, Vicente se desvivía en atenciones hacia su novia.

Karim se acercó al sofá donde Nur permanecía sentada y le sonrió.

―Veo que estás mucho mejor ―dijo, aunque ver el ojo aún amarillento y la cicatriz en el labio lo enojaba al mismo tiempo que le despertaba un sentimiento que nunca había experimentado.

―De a poco, en cualquier momento me sacan la venda y ya podré volver a mostrar mis piernas ―afirmó porque presentía que la vanidad que ella solía demostrar lo molestaba.

―Ya sabemos luego de qué ―intervino Santiago imitando el sonido de una podadora de césped y todo rieron.

―¡Qué idiota! Hay veces que te pasas ―respondió ella riendo con ganas.

―Ten ―pronunció Karim extendiendo el ramo de flores hacia Nur.

―No lo hagas ―dijo en voz baja mirando hacia otra parte.

―¿Solo aceptas de papel? No te hagas ilusiones, solo son una manera de agradecer lo valiente que fuiste.

―Ok, hubiese estado bien con un choripán ―pronunció haciéndolo reír mientras se quedaba con el ramito de flores y lo dejaba con descuido en un rincón del sofá que ocupaba.

―Seguimos en tregua, recuerda ―afirmó él y se fue a saludar a Valentina y a Vicente.

―No juegues con fuego ―insistió Diego acercándose a ella.

―A lo sumo es él quien está jugando con fuego.

―No te confundas, este no es como los demás, no te trata ni te mira como el resto. Eso debería alertarte.

―¿Cómo se supone que me mira?

―Con admiración.

Ella soltó una carcajada que llamó la atención del resto, pero al momento cada uno volvió a lo suyo.

Cuando terminaron de cenar y comenzaron a despedirse, Santiago esperó a Nur en el auto mientras Diego la ayudaba con las muletas. Carla, su marido y los pequeños se marcharon detrás de Nur y Santiago, Julia mandó un mensaje a su madre mientras Valentina y Vicente se despedían.

―¿Quieres que te llevemos? ―preguntó Lucio a Julia.

―Me gustaría hablar contigo ―dijo Julia.

―Vayan tranquilos, yo vuelvo caminando ―intervino Karim.

Julia escribió un nuevo mensaje a su madre para avisarle que iba con Lucio y le compartió su ubicación. Era otra de las rutinas modificadas.

―Siento mucho lo que pasó ―dijo ella cuando estuvieron solos en el auto―. Nunca imaginé qué podría ocurrir algo así.

―No fue tu culpa, no tienes nada que ver en todo lo que ocurrió.

―No imaginas la culpa que siento por lo que te ocurrió a ti y a las chicas.

―¿Y por lo que te ocurrió a ti quien siente culpa?

―Lo que me pasó a mí me lo gané por idiota.

―Estás equivocada, Jul, pero seguro no soy el primero ni el último que te lo dice.

―Una vez me preguntaste qué habías hecho mal para que yo me alejara. Nunca hiciste nada mal, en ese momento Mauricio me tenía amenazada con un video.

Julia se desahogó contándole todo lo ocurrido, desde la amenaza por un video, el retraso en su período, el robo del celular. No se guardó nada. Necesitaba que él entendiera un poco el porqué de su comportamiento, aunque sabía que ya lo había herido demasiado.

―Solo quiero saber que seguiremos siendo amigos ―terminó diciendo ella.

―Siempre. ―La abrazó y a pesar de sí mismo le dio un beso en la frente y la llevó hasta su casa.

―Quiero que sepas que he decidido ir a vivir una temporada con mi hermano.

―¿A España?

―Sí, necesito distanciarme un poco de todo lo ocurrido. No sé, tomar aire y mi hermano me ofreció pasar una temporada con él.

―¿Es lo que quieres?

―Es lo que necesito.

―Entonces te deseo suerte. ―Se abrazaron por última vez y ella esperó a bajar del auto para llorar.

Lucio esperó a que ella entrara a la casa de su madre y se alejó lo más rápido que pudo. La noticia de la partida de Julia le dolió en el cuerpo y en el alma. Sabía que no podía pedirle que se quede con él, que necesitaba darle tiempo para que se reconstruya. De todas formas, con cada palabra de Julia vio cómo su mundo se desmoronaba.


Por favor, déjame enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora