Capítulo 26

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Hacía varios días que Valentina no se dejaba ver por ninguna parte, y Vicente cada vez que llegaba al departamento de Nur, lo hacía con la esperanza de verla riendo por alguna pavada de sus amigos, o respondiendo mensajes en las redes. Era la única del grupo que se tomaba el trabajo de responder sin enviar un mensaje automático. Necesitaba buscar la manera de verla, no, no necesitaba verla solamente. Necesitaba pasar tiempo con ella. Saber que estaba bien y, sobre todo, que no lo odiaba por lo que estaba ocurriendo. Pensó hasta que por fin se le ocurrió una idea, malísima, pero idea al fin. Sacó el teléfono del bolsillo y escribió:

Vicente:

Hola, Martínez ¡Socorro! 😊

La última vez que hablaron, ella había actuado como si nada hubiera ocurrido. Para ella, verlo besándose con Josefina no había sido importante y él decidió que actuaría igual. El temita con Santiago lo arreglaría en otro momento. Cada cinco minutos revisaba el teléfono hasta que, por fin, media hora después le llegó la respuesta esperada.

Valentina:

Hola, Vicente ¿Cómo estás?

Él la hizo esperar menos de un segundo, porque mientras ella escribía, él ya estaba en el chat esperando para leer.

Vicente:

Bien, ¿y tú?

Sabes que necesito ayuda con el tema de unos contratos.

Mi jefe necesita traducirlos para unos clientes norteamericanos.

¿Podrás ayudarme?

Valentina:

No hay problema.

Envíalos a mi correo y te los devuelvo en unas horas.

Piensa rápido, Vicente, se dijo a sí mismo y su cerebro decidió colaborar con la causa de ver a Martínez lo antes posible.

Vicente:

No va a ser posible, la empresa tiene la política de no divulgación de datos. ¿Podríamos encontrarnos en mi departamento?

Valentina leyó el mensaje y desapareció del chat. Seguramente estaba dudando. Quería insistir, pero pensó en darle un minuto más, recién habían transcurrido dos desde que la tilde del mensaje se había puesto azul. Al minuto siguiente llegó la respuesta y a medida que leyó el mensaje una sonrisa de triunfo fue apareciendo de a poco en su rostro.

Valentina:

Si tú no tienes problema, yo tampoco. Dime cuando.

Al día siguiente, cuando Vicente llegó a la puerta de su edificio Valentina ya estaba esperando. Dedujo que había ido directo del trabajo, porque aún llevaba el guardapolvo blanco y la mochila que le había visto tantas veces con la carpeta de actividades, la cartuchera gigante y la computadora. La saludó y entraron.

―¿Estás seguro de que no quieres enviarme el contrato por mail? Puedo traducirlo en mi casa y te lo envío enseguida ―propuso cuando salieron del ascensor.

―No, Martínez, no puedo ―abrió la puerta de su departamento y la dejó pasar primero―. Es política de la empresa no compartir información con personas ajenas a la compañía.

―Como prefieras ―dijo dejando la mochila en una silla y desabrochándose los botones del guardapolvo blanco que llevaba.

―Oye, no se trata de confianza. Es que soy nuevo y no quiero mandarme una cagada. ―Él también dejó su mochila, pero en el suelo.

―Creí que hacía bastante que estabas ahí.

―Sigo siendo el más nuevo ―buscó su computadora y se dirigió al sofá―. ¿Preparo mate?

Por favor, déjame enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora