Capítulo 29

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Esa noche, en la cena de cumpleaños, Lucio no se separó de ella en ningún momento. Tomados de la mano la llevó a conocer al resto de la familia y a algunos amigos que habían asistido. A Julia le encantó cuando nuevamente la presentó como su novia, esta vez no había farsa.

Conversaron un momento con Karim, quien también asistió al evento, no por ser amigo de Lucio, sino porque lo consideraban parte de la familia. Luego lo vieron desaparecer para acercarse a la amiga de una de las primas de Lucio. Más tarde, cuando la fiesta estaba por terminar, los vieron saludar y marcharse juntos. Cerca de la una de la mañana, Lucio y Julia comenzaron a despedirse de la familia.

―¿Ya se van? ―preguntó Mónica.

―Sí, mamá ―interrumpió Macarena―, nuestro hermano tiene que hacer lo posible por embarazar a su novia antes que ella note lo simplón que es y le dé una patada en el culo.

―Ya, basta ―intervino Carolina acercándose a su hermano―. Nosotros nos vamos mañana temprano, no creo que te volvamos a ver hasta las fiestas de fin de año. ―Se abrazaron―. Llámame, no te olvides de tus hermanas.

Los cuatro hermanos se despidieron mostrando un cariño que antes habían disfrazado con bromas y burlas. Lucio prometió responder los mensajes y hasta contestar las llamadas. En la despedida, aprovecharon a abrazar a Julia y pedirle que lo cuide, que lo obligue a comer y a contestar el teléfono.

―Son unas sensibleras ―afirmó Lucio cuando ya estuvieron en el auto.

―Te adoran.

―Y yo a ellas, pero cada vez que nos despedimos hacen una escena ―respondió gracioso―. ¿Te gustaría dar una vuelta?

―¿A esta hora?

―Sí, o prefieres ir a casa. ―Le guiñó un ojo de manera pícara.

―Tentador ―respondió ella riendo―, pero no conozco la ciudad de noche.

―¿Cómo puede ser que no la conozcas si viviste aquí?

―Me daba miedo salir sola y no quería molestar a Carla.

―Me hubieses dicho y hace rato tendríamos unos cuantos temas solucionados ―pronunció mientras estacionaba el auto en una calle demasiado oscura para el gusto de Julia―. Vamos, te va a encantar Puerto Madero de noche.

Bajaron a los perros del auto y tomados de la mano caminaron en silencio un par de cuadras. Enseguida se toparon con las luces de los bares, apareció la gente y el bullicio. Él la guió hasta el Puente de la Mujer y allí se detuvieron a mirar.

―¿Qué haremos cuando volvamos a la ciudad? ―preguntó él por fin.

―No sé, ¿qué quieres hacer?

―Vivir contigo ―confesó y ella comenzó a reír―. No te rías, es verdad.

―Me parece muy apresurado.

―¿Apresurado? No imaginas el tiempo que llevo enamorado de ti. ―Sonrió cuando la vio ponerse colorada―. Aunque no te guste vas a tener que escucharme, porque desde que te vi en la facultad empezaste a gustarme.

―Lucio, eso es una mentira más grande que una casa. En esa época yo era un desastre.

―Y me encantó el desastre que eras. ―Al ver que ella negaba con la cabeza, agregó― si no me crees, pregúntale a Carla, que la bombardeé con mensajes preguntando por ti, o a Karim, que no hacía otra cosa que hablar sobre la chica que vivía en una nube, pero que cuando se dignaba a bajar era la más increíble de todas.

Por favor, déjame enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora